- Soraya y su orgullo gay
- La Tribuna de Ciudad Real, 2009-07-08 # Aurora G. Campos
Por lo tanto, Soraya o quienes escriben los discursos de Soraya deberían pensar mejor sus arengas. Una mujer nunca debería pedir perdón por su heterosexualidad, sino reivindicarla en contraposición y placentero complemento a la heterosexualidad masculina. Incluso puede que hoy mismo, aquellas supermentes acomodadas y bien pensantes, pertenecientes a cualquier pensamiento único, puede que se alarmen con la lectura de este artículo. Para la represión de la feminidad, se aúnan todas las opciones ideológicas configurando un todo unido en apretado haz contra cualquier afirmación que conculque sus principios sobre la mujer castrati.
Gays y lesbianas tienen un día para celebrar con diversas carrozas y coloridos su sexualidad, así como para reivindicar su diferencia. Mutatis mutandi, ahora imaginemos que en las carrozas engalanadas, en lugar de exhibirse gays se exhiben mujeres. Los apelativos son ofensivamente previsibles. Posiblemente, las mujeres no optaríamos por esta forma de reivindicar nuestra sexualidad. Ejemplos hay de mucha mayor austeridad y resequez, pero es que la sempiterna ridiculización y marginación de la sexualidad femenina requería toda esta seriedad y más aún. Todavía hoy se ven, se escuchan y se engullen chistes y comentarios de malísimo gusto que dan fe y cumplida cuenta de que en la moral colectiva la feminidad y la masculinidad no juegan en condiciones de igualdad. Y no resulta admisible el chascarrillo pseudoingenioso que se esgrime a estas alturas que consiste en apelar a la bendita diferencia entre hombres y mujeres. La diferencia entre ambos sexos es evidente, pero no así la superioridad de ninguno. El término «igualdad» sería más explicativo si se sustituye por el término «equidad», consistente en dar al igual lo igual, y al desigual lo desigual.
El día del orgullo gay se ha erigido como día de celebración de la diferencia y la diversidad de opciones sexuales. Si efectivamente es así, no debería escandalizar que en este día también se reivindicara la sexualidad femenina como opción válida. Al fin y al cabo y salvo a las lesbianas, a ambos nos gusta lo mismo, por lo que no se entiende por qué el gusto por los hombres es modernísimo en un hombre y no en una mujer. Por qué sentirse atraída por los hombres es garantía de sublime sensibilidad en un hombre y no en una mujer; por qué enamorarse de un hombre es culto, «in» y «cool» en un hombre y no en una mujer. Por qué a una lesbiana no se le atribuyen sensibilidades especiales, tal y como ocurre con un gay. Por qué una mujer tiene que llegar a pedir perdón por su heterosexualidad en un día del orgullo gay ante los santones, sacerdotisos y poetisos gays. Ante esta desigualdad resulta manifiesta y flagrante la discriminación de la opción homosexual frente a la heterosexualidad femenina. Por lo que nunca habría que pedir perdón por la naturaleza sexual de una mujer ni por sus fantásticas consecuencias.
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