2009/06/03

> Berria: Abortua > ABORTO: ENTRE LA FE DEL GOBIERNO Y LA REALIDAD

  • Aborto: entre la fe del Gobierno y la realidad
  • La decisión de abortar debe ser un derecho de las hijas; la información, derecho y deber de los padres
  • El País, 2009-06-03 # Berna González Harbour
La nueva ley del aborto es un avance evidente en el asentamiento normativo de un derecho que hasta hoy no estaba reconocido y que sólo furtivamente se había abierto paso en la regulación que en 1984 lo despenalizó en tres supuestos. Aquella ley fue la mejor posible, pero en los mismos pliegues y huecos en que germinó el derecho al aborto pudieron convivir también los intentos de la derecha de perseguir a las mujeres que se ven en la necesidad de abortar. En este sentido, la iniciativa consolida a este Gobierno como el gran valedor de los derechos de las mujeres, el primero de la democracia que intenta acabar con la discriminación que aún arrastra la mujer en términos de representación pública, en consideración en las empresas, en la realidad de los salarios o en el trato machista que la tradición social -de izquierda o derecha- y la Iglesia hicieron natural.

Los Gobiernos no pueden cambiar realidades por decreto, pero sí crear un espejo en el que la sociedad se mire para mejorar. Reconozcámoslo: Zapatero lo ha conseguido, y es un mérito que la historia, si no el presente, le aplaudirá.

Conceder la potestad a menores para abortar sin consentimiento puede ayudar a una minoría que se ve imposibilitada por unos progenitores muy autoritarios o por una comunidad autónoma que ostente la tutela desde la manipulación ideológica, negando a la menor la posibilidad de tomar la decisión adecuada.

Hace un año, EL PAÍS denunció las presiones que la Comunidad de Madrid ejerció sobre una joven marroquí de 17 años para evitar que abortara, por ejemplo. A través del Instituto Madrileño del Menor y la Familia, y por presión de los mal llamados grupos provida (todos somos provida), el Gobierno de Esperanza Aguirre dilataba los procesos de autorización hasta generar situaciones dramáticas. Mientras sus embarazos sumaban semanas y semanas rumbo a un aborto cada vez más complejo, las menores bajo su tutela acababan optando por la traumática experiencia de acudir a juzgados, Fiscalía de Menores o el Defensor del Menor.

Y la Comunidad Valenciana, que parece competir con la madrileña en su infame boicoteo del Gobierno nacional, prepara una legislación antiabortista para disuadir a las mujeres que vayan a abortar. ¿Quién protegerá a las menores de las propias autoridades que las tutelan? En este sentido, la nueva ley resuelve el problema.

Pero, dicho esto, hay algo en esta ley que amenaza con sepultar el progreso que supone y en lo que el Gobierno se equivoca desde su planteamiento inicial. Y es que por la misma vía que traza para proteger a esa minoría, abre de par en par la puerta que otras muchas adolescentes con padres razonables franquearán para abortar sin el apoyo del adulto que las quiere. La ley estará privando de facto a las jóvenes de la posibilidad de contar con una fuerte protección emocional, y a los padres de la posibilidad de ofrecerla. ¿Todo eso en aras de defender a una minoría? No es esto lo que se espera de un legislador, sino que, precisamente, busque la fórmula que haga compatibles las soluciones a ambas necesidades.

Argumentan Bibiana Aído, Trinidad Jiménez y el propio Zapatero que esas adolescentes en cualquier caso contarán con la ayuda de sus padres, y se basan para ello en una fe ciega en que una buena relación desde la infancia conllevará una confianza madura en la adolescencia. Demasiados dogmas de fe. Se equivocan en el diagnóstico: el adolescente por naturaleza se aísla, lucha por forjar su identidad al margen de sus padres o en oposición a ellos, se cree capaz, se cree mayor, se cree fuerte y no quiere compartir sus experiencias con ellos. Por más que nos duela, esto no sólo no es malo, sino que es síntoma de un desarrollo normal. Sólo la madurez resituará a los padres en un buen puesto en la escala de valores y devolverá al hijo, en el mejor de los casos, al abrigo de una confianza compartida.

La menor cree, por tanto, que mejor será afrontar sola el aborto, como el Gobierno cree que ella se lo dirá a sus padres sin que esté obligada a ello. Muchos mayores creemos que lo callarán, pero sabemos (y también lo sabe el Gobierno) que afrontarán mejor la amarga experiencia con ayuda. Y es ese camino, el que va de la creencia al saber, del dogma de fe a la realidad, el que también exigimos que recorra el legislador.

El aborto no es una fiesta ni una operación de tetas; es una herida que la agresividad de la Iglesia en su batalla ha convertido en un tabú innombrable, pero una herida al fin y al cabo. Y la compañía de los padres puede contribuir a cerrarla mejor, a digerir sin traumas el aparente abismo entre un embarazo interrumpido y una posible maternidad deseada en el futuro.

La decisión debe ser un derecho de las menores de 16 y 17 años, pero la información que permita ayudarlas debe ser un derecho y también un deber de los padres. El Estado no puede usurpar por ley ese deber de tutela y cuidado de los hijos.

Obligación del legislador, por tanto, es encontrar la fórmula que, mientras le otorgue a ella el poder de decisión, la obligue a mantenerles informados. Y habilidad del Gobierno será atender al consenso social y rectificar sin quemarse, a ser posible, en el intento.

> Iritzia: Juan Arias > UNAS PALABRAS QUE LA IGLESIA NO QUIERE RECORDAR

  • Unas palabras que la Iglesia no quiere recordar
  • En los 'Evangelios', Jesús es tajante: pide la muerte para quien escandalice a un niño. Se multiplican las noticias sobre abusos contra niños por parte del clero
  • El País, 2009-06-03 # Juan Arias
Una buena parte de la Iglesia católica, concretamente del clero, deja espantados y verdaderamente escandalizados a los fieles que aún creen en dicha confesión religiosa, debido al número cada día mayor de abusos a niños y adolescentes por parte del clero.

Nunca la palabra escándalo ha sido mejor usada. Y lo curioso es que esa palabra fue la usada hace más de 2.000 años por quien, según la Iglesia, fue su fundador y maestro, Jesús, el profeta de Nazareth. Y lo hizo para referirse a los abusos con los niños.

Los exégetas saben muy bien que es muy difícil decidir cuáles de las sentencias importantes que se ponen en boca de Jesús son de su autoría o fueron creadas o manipuladas por los evangelistas.

Suelen existir dos criterios para reconocer cuándo unas palabras pueden ser o no literales, pronunciadas tal cual por Jesús. El primero es que aparezca en más de uno de los Evangelios considerados inspirados por la Iglesia. Si aparece en más de dos, la credibilidad aumenta. Un segundo criterio es que se trate de una frase tan plástica y original, a veces tan compleja o grave, que difícilmente haya podido ser obra de la invención de un evangelista.

Pues bien, existe un texto enormemente fuerte y eficaz de los Evangelios que habla precisamente del escándalo de abusar de los niños. Jesús es tajante. Pide la pena de muerte para quien escandalice a un niño. ¿Y qué mayor escándalo para un niño que abusar de él sexualmente?

El texto aparece nada menos que en los tres Evangelios llamados sinópticos: Mateo 18,5; Marcos, 9,42 y Lucas, 9,46. La Biblia de Jerusalén, traducida directamente del original, le pone como título al episodio en los tres Evangelios la palabra "escándalo".

En el Evangelio de Mateo, tras una discusión de los apóstoles sobre problemas de jerarquía, en la que le preguntan al maestro quién será el "mayor" en el Reino de los Cielos, Jesús desarma sus ambiciones, llama a un niño y les dice que si no cambian de mentalidad y no se hacen como los niños, "no entrarán en el nuevo Reino". Enseguida, Jesús se identifica él mismo con los niños: "Quién recibe a un niño como ése en mi nombre, a mí me recibe". Y enseguida pronuncia la gran sentencia: "Pero al que escandalice a uno de estos pequeños, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en lo profundo del mar" (Mt, 18,6 ss). Jesús continúa diciendo que en el mundo siempre habrá escándalos, pero ¡ay de aquel hombre por quien el escándalo viene!

La imagen gráfica de la rueda de molino alrededor del cuello de quien escandalice a un
niño, aparece exactamente igual en el Evangelio de Marcos y en el de Lucas, además de en el de Mateo. Lo que revela que debía de haber creado gran impacto entre los primeros cristianos y que no fue posible silenciarla.

La imagen que sugiere Jesús haría pensar que a quien escandaliza a un niño más le valdría suicidarse. Pero, los tres evangelistas hablan de pena de muerte. Son los otros quienes deben colgarle esa piedra de molino al cuello y arrojarle al mar. ¿Cabe pena más severa?

Ahora bien, ante todo lo que está ocurriendo en la Iglesia, donde se multiplican las noticias sobre escándalos y abusos cometidos contra niños por una parte del clero, tanto bajo como alto, me pregunto por qué el papa Benedicto XVI, los obispos, cardenales y prefectos de las congregaciones romanas, en vez de levantar discusiones bizantinas sobre si es peor la pederastia o el aborto, o intentar silenciar los escándalos, no han obligado a todos los párrocos del mundo a leer en las iglesias y en los seminarios y en las curias episcopales la terrible condena del manso profeta de Nazareth contra quien abusa de un niño y lo escandaliza.

Deberían repartir pancartas con esa frase lapidaria de los Evangelios. Que se trate de suicidio o de pena de muerte no importa. Lo que Jesús quiere decir es que ese individuo no merece seguir viviendo. ¿Les parece esto muy fuerte? ¿Pero no dicen que los Evangelios han sido inspirados por Dios?

Todo el resto es querer recoger agua en un tamiz, es tergiversar, engañar a los fieles sin tener el coraje de enfrentar a los culpables con las palabras de acero de Jesús. Para él el símbolo del niño y de la infancia es una metáfora de transformación, de nueva vida.

Al intelectual fariseo Nicodemo, Jesús le dice que tiene que volver a entrar en el vientre de su madre y renacer como niño para entrar en otra dimensión vital superior.

Todo atropello a un niño es un atropello a la vida misma, de ahí que quien lo comete no merezca, según Jesús, seguir viviendo.

Y, añade, si tu mano o tus pies o tus ojos se convierten en objeto de escándalo, y más si se escandaliza a un niño, es mejor automutilarse. Jesús pronuncia esas palabras inmediatamente después de la imagen de la rueda de molino.

Más de una vez me han preguntado si cuando yo estudiaba en un colegio de religiosos existían abusos con los adolescentes. No lo sé. Lo que recuerdo es que después de haber tomado una ducha con agua helada en pleno invierno en la gélida ciudad de Logroño, uno de los padres profesores obligaba a pasar uno por uno por su cuarto a los alumnos recién duchados para darles, desnudos, friegas de alcohol que según él "revigorizaban el cuerpo". Por la noche, antes de dormir, en la capilla, nos decían que la Virgen lloraba por nuestros "pecados solitarios". Los de ellos no eran pecados, eran simples masajes terapéuticos de alcohol.

La Iglesia sigue queriendo minimizar los abusos de menores que ha consumado su clero. De nada va a servir.

Lo quieran o no, la rueda de molino de la que hablan los evangelistas, colocada sobre el cuello de cada cura pederasta, seguirá siendo la condena inapelable de los ciudadanos y de la sociedad al gran escándalo de abusar de un menor del que ellos deberían ser los mejores guardianes y defensores.

> Iritzia: Carles Ferrer > POR LOS DERECHOS LGTB, BASTA DE DISCRIMINACIONES

  • Por los derechos LGTB, basta de discriminaciones
  • En Lucha, 2009-06-03 # Carles Ferrer
Llegan de nuevo dos fechas importantes para la lucha LGTB. Tanto el Día Mundial contra la Homofobia y la Transfobia como el Día del Orgullo Gay son jornadas que deben servir para seguir concienciando, formando y educando en todos los sectores de la sociedad. A pesar del avance parcial en derechos sociales, la realidad es que el colectivo LGTB sigue siendo discriminado, tanto en el trabajo como en la calle, donde las agresiones homófobas todavía se suceden. Estas jornadas tienen que servir especialmente para plantar cara a los estamentos sociales que siguen anclados en el pasado franquista, como la Iglesia católica y los partidos afines de la derecha, que siguen empeñados en negar los derechos más fundamentales a una parte de la población, escudándose en argumentos tan absurdos como la “defensa de la familia”.

Así, el pasado domingo 17 de mayo se celebró el Día Mundial contra la Homofobia y la Transfobia, fecha que conmemora la decisión de la OMS, tomada el 17 de mayo de 1990, de eliminar la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales (!).

Se celebraron diversos actos por todo el Estado en motivo de la conmemoración. En Barcelona, la Coordinadora Gay-Lesbiana celebró una concentración delante del Consulado de Marruecos en protesta por la política homófoba del gobierno del país. La Federación Española de Gays, Lesbianas y Transexuales denunció durante la jornada la gravedad de las discriminaciones hacia el colectivo LGTB a nivel mundial, y es que hay que recordar que la homosexualidad sigue siendo considerada un delito en ochenta de países, en setenta y cinco de los cuales se castiga con penas de prisión y en los cinco restantes (Arabia Saudí, Yemen, Irán, Mauritania y Sudán), se castiga con la pena de muerte, según recoge el último informe de la Asociación Internacional de Gays y Lesbianas.

Próximamente también se celebrará el popular Día del Orgullo Gay, cuya celebración tendrá lugar en Madrid desde el día 27 de junio hasta el 4 de julio, siendo esta última fecha la que verá la manifestación por los derechos civiles del colectivo LGTB en la capital del Estado. Por otra parte, en Barcelona se vivirá la movilización en una única jornada, el 28 de junio, donde además de la manifestación habrá conciertos y otros actos festivos.

Dentro de la jornada catalana hay que destacar la celebración del cuadragésimo aniversario de la revuelta de Stonewall organizada por el Frente de Liberación Gay. Éste es precisamente el hecho de que se conmemora el Día del Orgullo Gay. La revuelta consistió en una serie de conflictos en los que se enfrentaron la comunidad LGTB de Nueva York y la policía de la ciudad. El 28 de junio de 1969 hubo una redada policial en el pub Stonewall Inn y, a partir de este hecho los enfrentamientos se prolongaron durante días. Estos hechos se suelen citar como la primera ocasión en la que gays, lesbianas y transexuales lucharon contra un sistema que perseguía a los homosexuales con el patrocinio del gobierno, y son reconocidos como punto de partida de la lucha LGTB en Estados Unidos y el resto del mundo. En aquellas fechas, se enfrentaban a uno de los estados más homófobos del planeta, donde el gobierno reprimía con más dureza que muchos países del otro lado del telón de acero.

Hoy día los papeles se han cambiado. En Moscú se celebró el pasado 16 de mayo el Orgullo Gay Eslavo, aprovechando la víspera del Día Mundial contra la Homofobia y la celebración en la misma ciudad del Festival de Eurovisión. La celebración había sido prohibida por el ayuntamiento y, como se esperaba, fue duramente reprimida. La movilización transcurrió en un clima de violencia homófoba brutal, con múltiples detenciones y agresiones tanto de policías como de contramanifestantes de grupos religiosos y ultraconservadores. Parece que los días de Stonewall no son tan lejanos. Como siempre, hay que seguir luchando.