- Más de 450 parejas homosexuales se han casado en la CAV desde que se aprobó la ley hace cuatro años
- Sólo una de cada diez bodas entre personas del mismo sexo ha terminado en divorcio o separación
- Noticias de Gipuzkoa, 2009-08-17
- Publicado también en: Deia, 2009-08-17
"Cuando se aprobó la ley hicimos una caravana de coches por San Sebastián. Y para nosotros fue algo realmente impresionante que la gente que estaba en las aceras, y que no necesariamente participaba de nuestra orientación sexual, aplaudiese al paso de la comitiva porque era consciente de que aquella mejora hacía una sociedad más justa para todos, no sólo para las personas directamente implicadas", revive, aún emocionado, Joxean Zapirain, el presidente de Gehitu. Cuatro años después de aquella conquista histórica, más de 450 parejas homosexuales han contraído matrimonio en la Comunidad Autónoma Vasca. Unas cifras a las que no todos conceden relevancia. "Hablando de derechos las cantidades no importan, con que una sola persona quiera ejercitar ese derecho tiene que poder hacerlo", defiende Imanol Álvarez, portavoz de
Ehgam (Euskal Herriko gay-les askapenerako mugimendua) en Bizkaia.
Puestos a hacer balance, echando la vista atrás, Zapirain recuerda que la ley de matrimonio homosexual "supuso normalizar un montón de pequeñas cosas en la vida diaria de miles de personas, que pueden ir desde contratar un seguro de vida a realizar una hipoteca". "La gente encargada de realizar esas gestiones asumió como algo normal el hecho de que dos personas del mismo sexo pudieran constituir una unidad familiar. En ese sentido, la ley del matrimonio homosexual supuso un gran efecto pedagógico y también un reconocimiento social de la igualdad de los derechos y de la dignidad de las personas, independientemente de su orientación sexual", valora.
"Derecho cercenado" También para Álvarez la nueva normativa fue "un logro muy importante porque es un reconocimiento de que todos somos ciudadanos con iguales deberes y derechos". "Por muchas leyes de parejas que se hicieran, eran otro tipo de contratos, no eran exactamente el matrimonio. La gente debe tener la posibilidad de elegir el tipo de relación que quiere con su pareja y ese derecho estaba cercenado", denuncia. No obstante, aclara, "que en Ehgam hagamos una valoración tan positiva y que fuéramos pioneros en esa reivindicación no significa que consideremos que el matrimonio es ni la única ni la mejor manera de relación. Cualquier otro tipo de relación interpersonal afectivo sexual nos parece válida si a sus protagonistas se lo parece".
En el Estado se han registrado más de 13.000 bodas entre personas del mismo sexo en los últimos cuatro años y, según datos del Ministerio de Justicia, sólo una de cada diez uniones ha terminado en divorcio o separación. "Se ve que la gente que se ha atrevido a dar el paso lo tenía muy claro, posiblemente porque ya era una relación muy experimentada, aunque a veces pasa que estás mil años de novios y cuando te casas, adiós", comenta expresivo Álvarez.
Bromas aparte, este militante de
Ehgam subraya que, gracias a la ley de matrimonio homosexual, "parejas que llevaban muchos años han podido regularizar una relación que a veces resultaba difícil porque pasan cosas y hay problemas con las herencias, con las pensiones...". "Montones de problemas que muchas veces no se ven hasta que llega el momento", señala.
Las estadísticas revelan que la mayor parte de los enlaces de parejas gays y lesbianas se concentran en las grandes ciudades. "En el entorno rural cuesta más vivir abiertamente una opción sexual que no es la mayoritaria. La falta de referentes dificulta la convivencia y la normalidad de las parejas homosexuales o bisexuales", confirma el presidente de Gehitu. Aunque la diferencia entre las zonas rurales y urbanas también existe en Euskadi, dice el portavoz de
Ehgam que "no es tan grande como en Extremadura o en la Castilla profunda". De hecho, añade, "conozco gente que se ha casado viviendo en pueblos pequeñísimos y no ha tenido ningún problema y gente que ni se lo ha planteado porque ni se atreve viviendo en ciudades como Bilbao".
"Hay mucha homofobia" Más allá de que uno viva en un bucólico baserri o en un ático de último diseño en la ciudad, hay otros factores que influyen a la hora de ocultar una relación homosexual. "Aunque parezca mentira, según en qué ambiente familiar o laboral vivas, todavía hay mucha gente a la que le da miedo dar el paso siquiera de salir del armario. Esa gente, pese a estar en pareja, muy difícilmente se va a casar", explica Álvarez, para quien queda mucho camino por recorrer. "En la sociedad todavía hay mucha homofobia, a veces manifiesta, a veces encubierta, y hay que seguir trabajando para que todos podamos vivir en total igualdad legal y social el tipo de relación que queramos", dice. Una meta que cada vez está un poquito más cerca. "A medida que la gente va visibilizando parejas del mismo sexo, se va acostumbrando y van desapareciendo las fobias. Supongo que con el tiempo los más reaccionarios irán cambiando también", confía.
Joaquín Garrido, al fondo, abraza cariñosamente a su marido, Joxean Zapirain, presidente de Gehitu. - "Nos ha cambiado la vida"
Llevan 22 años juntos y dicen que cada día se quieren un poco más. Joxean Zapirain y Joaquín Garrido fueron una de las primeras parejas homosexuales que se casaron en Euskadi, recién aprobada la ley hace ahora cuatro años.
En su libro de familia figuran como jaun yandrea , pero lejos de indignarles, la errata les hizo sonreír. "En el Registro Civil tuvieron el detalle de borrar el doña , pero se les olvidó hacer lo propio con la versión en euskera", recuerda divertido Joxean Zapirain, marido desde hace cuatro años -ahora sí, con todas las de la ley- de su pareja de toda la vida, Joaquín Garrido.
Recién cumplida la mayoría de edad, Joxean entró a militar en
Ehgam. Allí se topó con su media naranja, Joaquín, ocho años mayor que él. "Entre reunión y reunión, surgió el amor. ¿Sabes cuándo tienes esa sensación de que has encontrado a una persona extraordinaria con la que quieres compartir el resto de tu vida?", pregunta entusiasmado, más de dos décadas después de aquel primer encuentro.
Pese a la diferencia de edad y de ocupaciones -Joxean, a sus 19 años, estudiaba Filología y Joaquín, con 27, trabajaba en la restauración- enseguida tuvieron claro que querían compartir, además de su militancia gay, sábanas y mantel. "Teníamos pocas horas para estar juntos, entre mis clases en la facultad y su sacrificado horario, pero aprovechábamos todo el tiempo que podíamos. Desde el principio fue una relación muy intensa y nos fuimos a vivir juntos al año de empezar a salir", recuerda Joxean, que actualmente preside Gehitu, la Asociación de Gays, Lesbianas, Transexuales y Bisexuales del País Vasco.
Aunque algunos de sus amigos "no apostaban ni un duro por su relación", se les ve más enamorados que nunca. "Supongo que les parecíamos diferentes. Tal vez porque para mí se trataba de la primera relación y, en cambio, Joaquín no había tenido mucha suerte con sus relaciones anteriores. Lo cierto es que los pronósticos fallaron y desde entonces, en estos 22 años, apenas nos hemos separado unos pocos días", asegura.
Para quienes llevan recorrido de la mano tanto camino, recibir el beneplácito de un juez, un alcalde o un cura no supone grandes novedades a nivel afectivo. "Cuando nos casamos llevábamos ya 18 años juntos. Nuestra relación no cambió en nada por ese acto administrativo, aunque cada día nos queremos un poco más", se declara con ternura Joxean.
Tampoco entre sus familiares y amigos la noticia del enlace supuso una gran revolución. "Nuestro entorno lo vivió con absoluta normalidad porque era una historia que venía muy de lejos. Todo el mundo nos veía ya como un matrimonio desde hace muchos años: los vecinos, la familia, los compañeros de trabajo, mi jefe... En ese sentido, no supuso un cambio cualitativo de nuestras vidas", explica. De hecho, antes del sí quiero definitivo, ya estaban inscritos como pareja de hecho en el registro de Donostia y en el del Gobierno Vasco. "El hecho de contraer matrimonio nos supuso una gran alegría en tanto que significa un reconocimiento de la dignidad y de la igualdad de nuestra pareja, pero el acto, la inscripción en sí, para nosotros tenía una importancia relativa", afirma.
Sin lluvia de arroz ni invitados: "Mi madre se sorprendió porque no anunciamos el día"Ajenos a "la opulencia social que suele tener el matrimonio", Joxean y Joaquín celebraron el suyo en "la más absoluta intimidad". Tanta que, por no avisar, no avisaron ni a sus padres. "Mi madre se quedó bastante sorprendida, la verdad, porque ni siquiera anunciamos el día, ni siquiera dijimos: la semana que viene nos vamos a casar", admite el presidente de Gehitu.
A pesar de que convertirse en marido y marido les hacía "mucha ilusión", ambos veían su paso por el juzgado como un puro trámite. "Yo ese mismo día fui a trabajar. Salí justo para ir al juzgado y la celebración la hicimos entre mi marido y yo y los dos testigos que eran obligatorios. Para nosotros era un mero formalismo, sin quitarle toda la importancia que tenía el hecho de lo que suponía", matiza.
Aunque no llovió arroz, ni hubo invitados, ni reportaje fotográfico, los novios habían cumplido su sueño. "Para nosotros lo más importante era garantizar unos derechos. En ese momento, por ejemplo, mi marido no estaba trabajando y el hecho de no estar casados suponía una cierta fragilidad económica en caso de que yo falleciera. Eso era algo que siempre nos había preocupado y tenía difícil solución si no era a través del matrimonio", argumenta Joxean.
Conocedor de las trabas burocráticas que a uno le ponen si su unión no es oficial, este activista gay no duda en poner ejemplos. "Irse de vacaciones al extranjero suponía ya un problema porque mi marido no estaba amparado, perdía la seguridad social y tenías que contratar un seguro privado. Si no, teníamos que insistir en Asuntos Sociales, donde se negaban en rotundo a censarnos como una pareja", relata. "No nos damos cuenta de la trascendencia que tiene el estatus de matrimonio en millones de pequeños actos cotidianos que hacemos sin darnos cuenta", llama a la reflexión.
Reconocimiento social: "Ha cambiado cómo nos mira la gente después del matrimonio"Sin un papel que atestigüe con sello y firma el enlace, dice Joxean, uno se ve obligado a pedir como favor lo que le debería de corresponder por derecho. "Tiene una importancia trascendental el efecto pedagógico que ha tenido la ley respecto de la sociedad. Al pedir una hipoteca en el banco, cuando vas a justificar una baja porque tu marido se ha puesto enfermo y le tienes que cuidar... Por mucho que haya una aceptación social, parece que depende de la buena voluntad de los demás. Y en ese momento en el que tú ya tienes todos tus derechos reconocidos, como cualquier otra persona, ya no depende de la voluntad de la persona con la que trabajes o de tu vecino. No. Es que es así. Es algo innegable", defiende con rotundidad. "En ese sentido -admite por fin- sí que nos ha cambiado la vida. Nos ha cambiado la vida respecto de cómo nos mira mucha gente después del matrimonio. Hay un reconocimiento social de esa dignidad, de esa igualdad de las personas, independientemente de a quién amen".
Rupturas de parejas gays: "Me consta que ha habido algún divorcio, pero es normal"Aunque da miedo mentar la bicha, no vaya a estropearse por nada del mundo tan entrañable historia de amor, Joxean reconoce que no todas las parejas homosexuales que contrajeron matrimonio perduran. "Algún divorcio sí que me consta que ha habido, pero eso entra dentro de la normalidad del hecho del matrimonio, que al cabo de cierto tiempo las expectativas no se cumplan o haya otro tipo de problemas que lleven a la ruptura. Tampoco en eso somos una excepción", afirma el presidente de Gehitu, asociación desde donde su marido trabaja contra el Sida. "Todavía hoy seguimos compartiendo un mismo proyecto vital. Tal vez ese sea el secreto para seguir juntos, quién sabe", suspira.