- La nueva lucha civil no es racial, es sexual
- Los activistas afrontan la batalla por el matrimonio gay como la que libraron los afroamericanos. La victoria, creen, será inevitable
- El País, 2009-01-10 # David Alandete
Molly McKay, de 38 años, se ha casado cuatro veces con su novia de toda la vida, Davina Kotulski. Primero fue en 1998, en una pequeña ceremonia privada que no tuvo valor legal alguno. Dos años después se acogió al programa de uniones de hecho del Estado de California. A principios de 2004 se volvieron a casar en San Francisco, cuando el alcalde de la ciudad, Gavin Newsom, decidió unir a unas 4.000 parejas considerando que el del matrimonio era un derecho fundamental para todas las personas. En menos de un mes, el Tribunal Supremo de California invalidó todos aquellos matrimonios. Finalmente, el pasado mes de septiembre ella y su novia fueron la decimoséptima pareja que se casó en el Ayuntamiento de San Francisco, después de que el mismo Tribunal que le arrebató el derecho al matrimonio en 2004 se lo devolviera en mayo de 2008.
Cuatro ceremonias después, Molly y Davina están al borde del precipicio legal, desde el que contemplan la posibilidad de una nueva licencia de matrimonio vacía de todo contenido. Llevan juntas 13 años. "Después de tanto tiempo, es doloroso pensar que hay quien quiere que seas una ciudadana de segunda", dice con resignación. "Si el Tribunal Supremo llega a decidir que nuestras licencias son inválidas, será muy duro admitir que hay gente que ha decidido que no tienes la libertad de decidir quién es tu pareja. Davina es la persona más importante de mi vida. Ambas hemos construido una vida juntas. Y sólo queremos tener los mismos derechos y obligaciones que el resto de parejas".
En su misma situación se encuentran 18.000 parejas homosexuales que el pasado mes de mayo recibieron la bendición de que el Tribunal Supremo de California decidiera que la Constitución de este Estado garantiza el del matrimonio como un derecho constitucional que no se le puede denegar a las personas del mismo sexo. Una amalgama de grupos conservadores decidió que, lo que había decidido la justicia, lo ratificara el pueblo soberano. El mismo día de elecciones en que California eligió a Obama como presidente de EE UU, sus ciudadanos decidieron que los homosexuales no tienen el derecho a casarse.
Estas 18.000 parejas han quedado en un limbo legal. Su esperanza está ahora en convencer a la sociedad de que la suya no es una causa extraña, sino algo muy similar a lo que vivió la población afroamericana de EE UU hace poco más de cuatro décadas, cuando a los negros no se les dejaba casarse con blancos. En aquel momento, como ahora, tampoco los partidos apoyaban la causa de los activistas por la igualdad.
Hoy, ciudadanos como Molly y Davina creen que el que lleva al matrimonio homosexual es un camino inexorable, que se recorrerá en las próximas décadas con la guía y el apoyo de casos que se han convertido en un ejemplo modélico para los activistas gays del mundo, como el de España.
"España es una fuente de inspiración", comenta Molly. "Los españoles han demostrado ser un pueblo avanzado a su tiempo, en el que se ha abierto un debate sano y racional. Allí ha quedado claro que la igualdad entre las familias es posible, que la diversidad es algo bueno". En 2005, en España, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero ordenó una modificación del Código Civil para permitir que se le atribuyera al matrimonio "los mismos requisitos y efectos cuando ambos contrayentes sean del mismo o de diferente sexo". Un 66% de la población lo acogió positivamente, según datos del CIS.
En la votación en California del 4 de noviembre, el resultado ha sido más ajustado. Un 52% de los californianos votó a favor de la llamada Proposición 8, que enmienda la Constitución californiana para añadir una sucinta frase: "Sólo el matrimonio entre un hombre y una mujer será válido y reconocido en California". El 47% votó en contra. La diferencia fue de 600.000 votos, un 5%.
El problema para los activistas homosexuales no es tanto este 5% como la composición demográfica que se aferró a una idea tradicional y conservadora de familia. Según las encuestas a pie de urna realizadas en su día por la cadena de televisión CNN, un 70% de los afroamericanos y un 53% de los latinos votaron a favor de la Proposición 8. "No hay duda de que hubo una mayoría en estos dos grupos étnicos que votó por paralizar el matrimonio gay", explica Brian Powell, sociólogo en la Universidad de Indiana. La otra esperanza está en el factor edad. Los votantes más jóvenes y con educación universitaria votaron inequívocamente a favor del matrimonio gay. Un 66% de los electores de entre 18 y 29 años votó en contra de la proposición, así como un 64% de las personas en posesión de un título universitario de posgrado.
"Más que nada, se trata de la fe. El hecho de que haya una gran asistencia a los servicios religiosos entre hispanos y afroamericanos ha tenido mucho que ver en el sentido de su voto", añade este sociólogo. "En una serie de entrevistas que hemos realizado en la Universidad de Indiana hemos descubierto que muchas de estas personas citan pasajes textuales de la Biblia como argumentos en contra del matrimonio gay, sobre todo en la comunidad negra".
La comunidad afroamericana es fervientemente religiosa. El 57% de los ciudadanos afroamericanos en California acude a la iglesia al menos una vez a la semana. La media de asistencia regular a los servicios religiosos en el Estado es del 42%, según datos de un estudio publicado recientemente por la Universidad de Nueva York.
"Lo dice en la Biblia. Sólo hay un modelo de familia, una forma de sustentar la sociedad. Y ésa es la unión entre un hombre y una mujer. No hay más opciones", dice Charlene Cothran, una mujer para la que la Biblia es la fuente de toda sabiduría. Según su propio juicio, esta mujer vivió en pecado 29 años y descubrió la fe en 2006. En su anterior vida, Cothran fue una de las más prominentes activistas homosexuales de EE UU. Llegó a dirigir una revista para lesbianas afroamericanas, llamada Venus.
Ahora se denomina a sí misma como una "ex gay". Su revista ha pasado a ser "un instrumento para difundir la palabra del evangelio", según ella misma dice. Es una voz para "pedirle perdón a los padres de jóvenes homosexuales, pedirles perdón por el comportamiento de sus hijos", según ha explicado. "El matrimonio gay es una ofensiva. Es un arma de guerra de los gays para socavar los cimientos de la sociedad, para acabar con los valores tradicionales". Ése es precisamente el punto de vista de muchos afroamericanos religiosos que votaron el pasado 4 de noviembre a favor de la Proposición 8. Que el matrimonio homosexual no es un derecho civil, porque la homosexualidad no es biológica, sino una opción y un estilo de vida. Que ser gay se elige. Que hay más opciones. Y que dejar que el matrimonio homosexual perviviera en California hubiera sido el principio del fin.
Eso piensa el influyente apóstol y teleevangelista Frederick K. C. Price, que lidera una comunidad de 22.000 fieles en Los Ángeles. Junto con otros 30 pastores, decidió pedir a un grupo de niños que no acudieran a clase un día del pasado mes de octubre y les envió a pedir a ciudadanos afroamericanos que votaran a favor de la Proposición 8, "porque aprobarla sería poner en riesgo el futuro de estos mismos niños", según dijo aquel mismo día.
"Este asunto ha creado una situación paradójica", dice el profesor Powell, de la Universidad de Indiana. "El debate sobre el matrimonio homosexual es muy similar al que hubo en los años sesenta sobre el matrimonio interracial. Es extraño pensar que los votantes negros que apoyaron la mencionada proposición están ahora del lado de aquella gente que, años atrás, se hubiera opuesto al matrimonio entre personas de diferente color". Hasta 1967, el Tribunal Supremo de EE UU no declaró inconstitucionales todas las leyes que prohibían a los blancos casarse con negros.
Entre los extraños compañeros de cama que ha creado la Proposición 8, están los afroamericanos y los miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, también conocida como la Iglesia mormona, un grupo religioso que prohibió la entrada a su iglesia a los negros hasta el año 1978. Según las enseñanzas de su primer profeta y fundador, Joseph Smith, el tener la piel negra era síntoma de una maldición de Dios. Ahora, los mormones han encontrado en el voto afroamericano un valioso y paradójico aliado.
Mucho del dinero recaudado para financiar la campaña a favor de la Proposición 8 -en total, 36 millones de dólares- provino de donantes mormones. Y en este momento hay una auditoría en marcha para determinar si ha habido fraude, financiación irregular. Y desde el día de las elecciones hay concentraciones de protesta a las puertas de las iglesias mormonas. Algunos activistas gays han pedido que se vote la legalidad del matrimonio entre mormones. En una casa de San Francisco, sobre un promontorio, visible desde buena parte de la ciudad, apareció un cartel gigante, escrito en letras de color fucsia, en el que se leía: "Que se jodan los mormones".
Además, está el boicoteo. Nadine Hansen, fiscal retirada de Utah y madre de cuatro hijos, decidió sacar del armario a los mormones que han donado dinero para prohibir el matrimonio gay. Creó una página web (mormonsfor8.com) donde se dan nombres y apellidos. "Los mormones son un 2% de la población de California, unas 770.000 personas", explica Hansen. "Y ellos solos suponen más de la mitad de los donantes que dieron 1.000 dólares o más a esta causa". Su web se ha convertido en una verdadera penitencia para el restaurante El Coyote, de Los Ángeles. La hija del dueño de este establecimiento, Marjorie Christoffersen, mormona, dio 100 dólares a la campaña a favor de la Proposición 8. Y el restaurante ha sufrido manifestaciones y un boicoteo que ha hecho descender las ventas en un 30%.
Otros mormones han llegado a perder sus trabajos, como Richard Raddon, hasta hace poco presidente del Festival de Cine de Los Ángeles, y Scott Eckern, director artístico del Teatro Musical de California, en Sacramento. Los dos se vieron obligados a dejar sus puestos ante la presión de la comunidad artística.
"Está claro que los activistas homosexuales no van a abandonar esta lucha hasta que no exista la igualdad total", explica Hansen, que, además, es mormona. Para ella, su particular campaña tiene un sentido trascendental. "Hay encuestas recientes que demuestran que hay personas que votaron a favor de la Proposición 8 y ahora se arrepienten de su voto. Los norteamericanos somos lentos a la hora de alcanzar la igualdad. Pero tarde o temprano acabamos por darnos cuenta de qué es lo correcto". Al fin y al cabo, en un país católico como España se aprobó el matrimonio gay. "Y el cielo no se desplomó sobre los españoles, ¿verdad?", añade.
El trazado de este llamado camino hacia la igualdad depende, en gran parte, de la decisión a la que llegue el Tribunal Supremo del Estado el próximo mes de mayo. El día después de las elecciones, diversos ciudadanos particulares e instituciones, como los Ayuntamientos de San Francisco y Los Ángeles, llevaron la Proposición 8 a los tribunales.
Consideraban que prohibir el matrimonio homosexual no era una mera "enmienda" a la Constitución, sino una "revisión" en toda regla del texto legal. Y, legalmente, para realizar una "revisión" de este tipo son necesarios, al menos, los votos de dos tercios del Congreso del Estado. "Creemos que es necesario que el Supremo decida sobre este asunto, porque es un cambio radical y sin precedentes en nuestra Carta Magna", dice Elizabeth Gill, abogada con la Asociación de Derechos Civiles de América, que tomó parte en una de las demandas. "La Proposición 8 impediría a los tribunales ejercer su obligación de proteger los derechos de las minorías. Para eso no basta con una mayoría simple del 52% de los votos".
Si el Supremo de California decide que la Proposición 8 es inconstitucional, California se mantendrá como el tercer Estado en el que el matrimonio homosexual es legal, junto con Massachusetts y Connecticut. Sin embargo, 42 Estados definen el matrimonio como la unión exclusiva entre un hombre y una mujer, una treintena de ellos por enmienda constitucional.
Y todavía existe un techo de cristal que romper. "A pesar de que California podría mantener el matrimonio gay, dependiendo de la decisión del Supremo, a nivel federal muchos de los derechos quedan invalidados. El Gobierno federal de EE UU no reconoce el matrimonio homosexual, así que los contrayentes homosexuales no se pueden beneficiar de ventajas concretas en ámbitos como el de conseguir visados o pagar impuestos", explica Eugene Volokh, profesor de derecho de la Universidad de California.
Puede que, con los años, lleguen un Congreso y un presidente que puedan acceder a un acuerdo para reconocer a escala federal los beneficios que algunos Estados otorgan a las parejas gays. Por ahora, eso parece poco plausible, ya que Barack Obama, como George Bush, se ha mostrado contrario a legalizar el matrimonio homosexual. No hay que olvidar que el Partido Demócrata tampoco estuvo en la batalla de los negros hasta que John Kennedy (1961-1963) y sobre todo Lyndon Johnson (1963-1969) les apoyaron, lo que tuvo enorme un coste electoral en el sur de EE UU.
Por ello, parece más probable que, al final, sea el Tribunal Supremo de EE UU el que lo reconozca como un derecho legítimo, como ha sucedido con la lucha por los derechos civiles y el aborto. En cualquier caso, el camino hacia el matrimonio gay pasa, primero, por las bases. Y en California, los activistas están más dispuestos que nunca a seguir luchando.