- «Los rompecostillas» funcionan como una violenta oficina de cobro y extorsión
- «Buscaré a “Los Miami” para que vayan a por vosotros», amenaza el detenido por el crimen de Heaven
- ABC, 2009-01-14 # Carlos Hidalgo • Madrid
«Los Rompecostillas», la banda del presunto mafioso búlgaro Ivo, funciona como una «oficina de cobros», según indica a este periódico la Policía. Cuando se supo que una de las dos víctimas del tiroteo de la discoteca Palace Heaven pertenecía a este clan, poco sorprendió que Catalin Stefan Crazium, rumano y mano derecha de Ivo, acabara sus días de esa manera.
«El clan se dedica, sobre todo, al control de puertas en locales de ocio», nos explica un experto policial, que añade que, pese a ello, también le dan a otros «palos». «Luego hacen trabajos por detrás, de extorsión, ajustes de cuentas y secuestros». Su manera de trabajar en estos últimos puntos es clara. No hay una tarifa específica, «pero, por ejemplo, si alguien les pide que recuperen una deuda de 5.000 euros, pueden cobrar unos 1.000». Todo ello depende del cliente, pero también del deudor. En cuanto a quienes contratan sus servicios, hay algunos empresarios, pero, sobre todo, gente del propio mundo del hampa. Y no es raro que el extorsionador se convierta en extorsionado una vez terminado el trabajo. Es decir, que el contratante pase a ser víctima del ejército de «rompecostillas».
En cuanto a los «puertas», aparte de controlar alrededor del 85 por ciento del negocio nocturno que está inmenso en la seguridad ilegal —el resto, principalmente, lo llevan colombianos—, no dudan en utilizar todo tipo de tretas de lo más violentas para hacerse con el negocio. Por ejemplo, «broncas a posta, para fastidiar la seguridad de ese local que no les ha contratado», indican nuestras fuentes.
Fue a cobrar una deudaPor otra parte, los investigadores del Grupo X de Homicidios investigan si Carlos Monje Hidalgo, «El Cuchillos», el presunto asesino del portero de la discoteca Palace Heaven y de un relaciones públicas de Joy Eslava, acudió al primero de los locales de ocio para cobrar o negociar una deuda. Por ello, buscan a una tercera persona que pudiera haber mantenido una conversación con Monje Hidalgo los momentos previos a que Catalin Stefan Craziun, el portero asesinado, se enfrentara con él.
La secuencia de los hechos habría sido la siguiente. Carlos Monje acude a la discoteca Palace poco antes de las tres de la madrugada. Dice que viene de parte de Santi, «El Negro», uno de los porteros de Joy Eslava. Los investigadores descartan que lo hiciera con la intención de matar a nadie en un principio. Entró en el local y se vio con alguien que le debería algo por negocios relacionados con el mundo del hampa. Pero el portero rumano Catalin Stefan se enfrentó con Carlos. «Se conocían y los de Ivo \[líder de la banda de los «Rompecostillas», a la que pertenecía el portero\] le consideraban un enemigo», indicaron las fuentes consultadas.
De la disputa, dentro de la discoteca, el que en principio salió muy mal parado fue Carlos. No le rompieron ninguna costilla, como es habitual entre los integrantes del grupo rival, pero sí la nariz: «Le han dejado la cara como un mapa, destrozada», añaden nuestras fuentes.
Carlos, hecho una furia, corre hacia la cercana calle del Maestro Victoria, donde tiene aparcado su coche, toma su Glock del calibre 9 milímetros parabellum y regresa al local, donde le descerraja los disparos mortales a Catalin. Además, alcanza en un muslo a uno de los clientes.
Sale huyendo, de nuevo en busca de su coche. «Su encargo no era matar a nadie, sino que fue algo que ocurrió sin estar previsto», insisten nuestras fuentes.
Cuando corría por la calle del Arenal, un relaciones públicas de la discoteca Joy Eslava —cuyo servicio de seguridad también controlan los hombres de Ivo—, Alejandro Muñoz Rojas-Marcos, español de 24 años, y que no pertenecía a ningún clan delictivo, intentó abortar la huida. Recibió dos impactos de bala que no le permitieron salir de la sala de operaciones del Gregorio Marañón.
«No me acuerdo de nada»Ya cuando alcanzaba su coche, los «Centauros» acorralaban a Carlos Monje, que quedó detenido. Así, pues, el homicidio se encuentra esclarecido. Lo que intenta ahora la Policía es establecer un móvil concreto para explicar lo ocurrido. Algo que en las primeras horas tras lo sucedido no está resultando del todo fácil, por varias razones. Primero, porque el detenido se negó a declarar ante Homicidios: «No me acuerdo de nada», fue lo que esgrimió. Está previsto que mañana, jueves, pase a disposición judicial. Además, ni los responsables de Heaven ni el resto de porteros han reconocido que Carlos hablara previamente de «negocios» con ninguno de ellos. Por ello, dar con la pieza del puzle, esa tercera persona que no sale de la sombra, podría ser fundamental para que todo encaje al cien por cien.
Otra historia es la pertenencia a «Los Miami» del sospechoso. Antes de pasar al calabozo, estuvo, bajo custodia policial, en un centro hospitalario, para que le curaran de sus lesiones. Allí, al resto de los porteros de Heaven les amenazó, según Ep: «Cuando salga, iré a por mis amigos de los Miami para ir a por vosotros». Sin embargo, los investigadores, como informaba ayer ABC, descartan que esa banda, que zarandeó la noche madrileña durante lustros, siga en activo, sino que se trata de cédulas de delincuentes que se apropian de la marca para meter miedo.
Por otra parte, otras fuentes precisaron a este periódico que la discoteca Palace —que, por las noches de los fines de semana funciona como Heaven— contabiliza alrededor de una decena de denuncias en el último año. La mayoría son por no poner a la vista el certificado de la licencia —aunque la tiene— y por incumplir el horario. Esto provocó en ese mismo periodo ocho inspecciones por parte de la Policía Municipal.
Pero entre esas denuncias también hay alguna por droga y aforo. Concretamente, del pasado octubre, cuando Heaven ya existía en la discoteca Palace. «Algún cliente denunció el consumo de estupefacientes y la permisividad del local en este sentido», indican nuestras fuentes. Fueron sancionados —la cantidad corresponde fijarla a la Comunidad de Madrid, pero es de un mínimo de 30.000 euros—, pero, al tenerlo todo administrativamente en regla, no se pudo solicitar su cierre.