2009/01/03

> Berria: Elkartasuna > BILBO: DECENAS DE MILES DE PERSONAS SECUNDAN LA MARCHA A FAVOR DE LOS DERECHOS DE LOS PRESOS

  • Decenas de miles de personas secundan la marcha a favor de los derechos de los presos
  • Decenas de miles de personas han secundado la manifestación que se ha desarrollado en Bilbo en denuncia de la política carcelaria de Madrid y París. Ha sido una de las movilizaciones más multitudinarias de los últimos años en la capital vizcaina y en la misma Etxerat ha hecho un llamamiento a sumar compromisos en la defensa de los derechos de los prisioneros políticos.
  • Gara, 2009-01-03
El toque del cuerno ha dado inicio a la manifestación, que ha estado encabezada por dos familiares con el quinqué que simboliza a Etxerat, a los que seguían una gigantesca banderola por la repatriación y las fotografías de los presos políticos vascos portadas por cientos de familiares.

Tras ellos se ha situado la pancarta con el lema de la movilización, "Heriotz zigorrik ez! Biziarteko zigorrik ez! Eskubide guztien jabe, euskal presoak Euskal Herrira!".

La marcha, una de las más multitudinarias que se han desarrollado en los últimos años en la capital vizcaina, ha partido en silencio entre los aplausos de las decenas de miles de personas que se han dado cita en Bilbo para reivindicar los derechos que asisten a los prisioneros vascos, que desde mucho antes de su inicio abarrotaban las calles adyacentes a la plaza Aita Donostia y la calle Autonomía.

La movilización ha contado con el apoyo de la mayoría sindical vasca gracias al aval ofrecido por ELA, LAB, EHNE, ESK, STEE-EILAS e Hiru.

Entre los asistentes se encontraban representantes de dichas centrales, así como de la izquierda abertzale y Aralar y de numerosas organizaciones sociales que también expresaron su apoyo a la convocatoria.

En el acto final que se ha desarrollado ante el Ayuntamiento, los representantes de Etxerat han hecho un llamamiento a sumar compromisos y a trabajar en la defensa de los prisioneros políticos vascos.

> Iritzia: José Antonio Pozo Maqueda > EL VATICANO Y EL GOBIERNO DE ITALIA

  • El Vaticano y el Gobierno de Italia
  • El País, 2009-01-03 # José Antonio Pozo Maqueda · Madrid
El Vaticano ha dejado de aplicar de forma automática -actual-mente sólo dejaba de aplicarse en casos excepcionales y en los tratados bilaterales celebrados con otros Estados- el ordenamiento jurídico italiano (se venía aplicando desde los pactos de Letrán) al considerar que la ley italiana choca con sus principios. Curiosamente, los pactos de Letrán se firmaron el 11 de febrero de 1929, en pleno fascismo. Por lo que se ve, para el Vaticano el sistema legal del régimen fascista de Benito Mussolini resultaba más compatible con la religión católica que la actual legislación italiana emanada de un régimen democrático. Por su parte, la actual derecha gobernante se queja a través de su ministro para la simplificación administrativa -el significado ultraderechista de la Liga Norte, Roberto Calderoli- no del hecho en sí, sino de que el Vaticano haya tomado la medida estando ellos en el Gobierno y no cuando gobernaba el centro-izquierda. En fin, todo un cúmulo de despropósitos.

> Iritzia: Coral Bravo > FAMILIA, POLITICA Y NEUROSIS

  • Familia, política y neurosis
  • EL Plural, 2009-01-03 # Coral Bravo • Doctora en Filología y miembro de Europa Laica
Todos sabemos, porque ha sido actualidad informativa de los últimos días, de la segunda macro-manifestación “por la familia cristiana” que se ha celebrado en Madrid el pasado día 28. El significado profundo de tal acontecimiento es algo que no llego a entender, sus objetivos me desconciertan, y sus presuntas connotaciones políticas me alarman. Porque la obsesión y la neurosis de la iglesia con el tema de la familia es, a estas alturas, inaudito.

Se supone que las miles de personas que se reúnen en la Plaza de Colón pretenden reivindicar la subsistencia de la familia cristiana en la sociedad española porque la perciben amenazada. ¿Acaso hay algo o alguien que ataque a la familia cristiana?.. . Tengo la absoluta seguridad de que en España no existe nadie que obligue a nadie a dejar de militar en ninguna religión, y mucho menos a imponer a las familias cristianas que dejen de serlo. Más bien al contrario, desde el Estado se financia con el dinero público una religión que no es, en absoluto, la que representa a todos los españoles; parece haber, en los ámbitos religiosos, una campaña difamatoria contra todo aquel que vive fuera de sus órbitas dogmáticas, y existe, con toda seguridad, una confabulación católica contra el laicismo.

Las familias cristianas son muy libres de seguir siéndolo, pero no tienen el más mínimo derecho a imponer sus creencias y su forma de vida al resto de la ciudadanía, lo cual, según parece, es de lo que se trata. La familia cristiana es un modelo de familia que puede satisfacer las inquietudes vitales de algunas personas, pero, sin lugar a dudas, no es el modo de vida que desean muchas otras, igual de dignas, si no más que aquéllas.

Lo que llamamos familia tradicional es un modelo social patriarcal impuesto por el cristianismo durante muchos siglos y que ha sido interpretado como único y exclusivo, cuando no lo es. La sociedad ha cambiado mucho desde el inicio de las democracias; los ciudadanos hemos ganado, afortunadamente, en libertades y en derechos, y el modelo familiar de antaño, para muchos, a día de hoy, simplemente no sirve.

Pero los afectos son algo, felizmente, que forman parte de la esfera más íntima y más libre del ser humano, y ningún dogma, ningún estigma ni ningún credo tienen poder sobre los sentimientos y los afectos profundos. El encadenarse a una persona con el famoso“hasta la muerte” por imposición es un verdadero despropósito que atenta contra la dignidad de los seres humanos, y es un intento de monopolizar y amordazar la vida afectiva de las personas; tanto es así que ni muchos católicos acérrimos logran cumplir tal “promesa”.

Sigmund Freud decía que la mayoría de las neurosis en humanos provienen de las relaciones intrafamiliares, y no le faltaba razón; buena parte de los desequilibrios emocionales de los adultos que llegan a consultas psicológicas tienen su origen primigenio en conflictos familiares sin resolver. Por tanto, no creo que convenga divinizar a la familia como la panacea social o el refugio de los “peligros del mundo” porque, a veces, para muchos individuos, esos peligros se encuentran más en el seno familiar que en la calle. Y, por otra parte, la palabra familia es un término tan amplio que, además de a los lazos consanguíneos, alude también a muchos otros lazos afectivos que, no siempre ni necesariamente provienen de nuestros más allegados.

Sin embargo, no es mi intención minusvalorar la importancia de la familia en nuestras vidas; todos, o casi todos, priorizamos a nuestros familiares por encima de cualquier otra cosa. Personalmente, mis familiares son para mí algo fundamental y me inspiran un profundo amor. Sin embargo, considero que no existe un único modelo a seguir. El modelo es que no hay modelos, y cada cual es libre de elegir el propio, en base a sus propias necesidades, inquietudes o preferencias: familia cristiana, familia atea, familia convencional, familia alternativa, parejas de hecho, familias de primeras uniones, de segundas, de terceras, monoparentales, unipersonales (¿por qué no?)... etc...-la vida es biodiversa y múltiple, y las relaciones humanas también-.

En definitiva, todas son familias y nadie tiene la potestad de apropiarse de un concepto para autodefinirse, y menos cuando se trata de algo que se constituye por afecto y amor, y no por servidumbre a ningún dogmatismo religioso. La célula base de la sociedad democrática no es la familia sino el individuo, el ser humano, que debería tener garantizados sus derechos, sea cual sea la estructura social en que se integre.

Por tanto, hagamos oídos sordos a los que pretenden imponer sus creencias al resto, hagamos oídos sordos a los que no respetan que otros vivan o piensen de modo diferente, a los que, con la coartada de lo religioso, pretenden erigirse en Estado, a los que buscan la exclusividad sin respetar los derechos ajenos, a ésos que fanatizan al prójimo para perpetuar su dominio, a quienes utilizan los lazos familiares para coartar las libertades sociales. Hagamos oídos sordos a los que incitan al fanatismo, a la tiranía ideológica, al odio y al radicalismo.

> Berria: Legeria > CATALUNYA ESTRENA CODIGO DE SUCESIONES

  • Cataluña estrena Código de Sucesiones
  • La ley impide heredar por delito grave o impago de la pensión de alimentos
  • El País, 2009-01-03 # Pere Ríos · Barcelona
Anualmente se otorgan en Cataluña más de 120.000 testamentos notariales que disponen el destino de toda clase de herencias y patrimonios. Al mismo tiempo, cada año fallecen decenas de miles de ciudadanos sin haber testado. Cataluña ha tenido desde hace décadas leyes propias para regulaban esta materia, desde la Compilación de 1960 al Código de Sucesiones de 1991. Pero la sociedad ha cambiado mucho desde los tiempos de la pubilla y l'hereu y es saludable que la norma se adapte a la nueva realidad. El 1 de enero entró en vigor el Libro IV del Código Civil de Cataluña, relativo a las sucesiones, una ley que fue votada de forma unánime por el Parlament. Éstos son algunos de los artículos más novedosos.

- Las personas maltratadoras no podrán heredar de sus víctimas, pero no sólo si han cometido un crimen, como sucedía hasta ahora y como dispone el Código Civil español. La llamada "indignidad sucesoria" se aplicará también cuando haya sentencia firme por un delito grave cometido contra su cónyuge, pareja de hecho o algún ascendiente o descendiente. También se hará extensiva a los que hayan incumplido los derechos y deberes familiares, como el impago de la pensión de alimentos o compensatoria contra las personas implicadas en la sucesión, así como a los que hayan calumniado al difunto acusándole de un delito castigado con más de tres años de prisión. Con todo, la nueva ley es flexible y permite no aplicarla si el fallecido perdona al afectado en escritura pública, si se reconcilia con él de manera indudable o dispone a su favor conociendo esos antecedentes.

- Los cuidadores de los que dependía el fallecido, así como las personas físicas y jurídicas que le hubieran prestado servicios asistenciales, residenciales o de otro tipo en virtud de una relación contractual están considerados inhábiles para heredar. La nueva ley sólo les permite hacerlo si así lo ordena el testamento notarial o un pacto sucesorio. El texto también mantiene la inhabilidad sucesoria para el religioso que haya asistido al testador durante su última enfermedad, así como para la orden, institución religiosa o confesión a la que perteneciera.

- Los derechos sucesorios de los convivientes en uniones estables de pareja se equiparan a los de los cónyuges, siempre que la convivencia haya perdurado hasta el momento de la muerte del otro miembro de la pareja y con independencia de que se trate de una pareja homosexual o heterosexual. Ésa es la novedad más importante de la ley en los casos en que se produce la llamada sucesión intestada que afecta a miles y miles de casos en los que fallece una persona sin haber hecho testamento. La legislación catalana sobre esta materia tiene sus orígenes en la época republicana y la nueva ley insiste en dar preferencia a los hijos y a los cónyuges por delante de otros parientes. La pareja de hecho se suma ahora a ese trato preferente, pues la ley considera que lo relevante es la existencia de una comunidad de vida estable y los lazos de afecto entre la pareja y no el carácter institucional del vínculo.

- Las relaciones parentales por adopción producen los mismos efectos que las consanguíneas, de manera que cuando no se haya testado se establecen derechos sucesorios entre el adoptado y sus descendientes y el adoptante y toda su familia, incluidos tíos, primos, sobrinos y otros parientes colaterales. "La adopción crea vínculos familiares indistinguibles de los que genera la procreación natural, lo que ha conducido progresivamente a la convicción social de que hay que equiparar la filiación natural y adoptiva en todos los sentidos".

- Los albaceas que administren las herencias cobrarán menos con la nueva ley. Ahora podían percibir hasta el 10% del activo hereditario si se trataba de albaceas universales, que son los que tienen como función la liquidación de la herencia para destinarla a la finalidad mostrada por el testador o entregarla a las personas que ha designado. Esta proporción se consideraba excesiva y la nueva ley la reduce hasta el 5% y se mantiene en el 2% para los albaceas particulares, que son los que han de cumplir un encargo habiendo heredero. En ambos casos, los honorarios profesionales de los albaceas se descontarán de esa cantidad y esas cantidades se aplicarán si el testamento no determina una cantidad determinada o incluso la gratuidad de esta función.

- El destino de las herencias para los pobres y obras pías se ha regulado de manera más clara en la nueva ley. Si ése es el deseo del testador, han de cumplir el encargo las personas que designe o, a falta de éstas, la confesión religiosa reconocida o la Generalitat. Si no se especifica cómo han de aplicarse estos bienes, la persona gravada los ha de vender y entregar la mitad de su importe a la confesión religiosa y la otra mitad a la Generalitat, para que se destinen a las finalidades asistenciales del municipio o la comarca donde tenía su último domicilio el fallecido. Sólo si los bienes se destinan exclusivamente a favor de los pobres en general se entregarán íntegramente a la Generalitat

Se acabó el testamento ante el rector
El Código de Sucesiones vigente durante 17 años permitía que se pudiera otorgar testamento hológrafo ante el rector de la parroquia del pueblo. La nueva ley suprime esa posibilidad al considerarla desfasada con la nueva realidad social. Hubo un intento, durante la tramitación parlamentaria del proyecto, de traspasar esa función del rector al alcalde en caso de que una persona se encontrase en peligro de muerte y no pudiera ir al notario, pero finalmente también se eliminó de la ley.

Así pues, el derecho catalán sólo admite desde ahora dos tipos de testamentos: el notarial, en sus modalidades de abierto y cerrado, y el hológrafo. Se mantiene vigente la prohibición de los testamentos otorgados exclusivamente ante testigos, al margen de los casos en los que puedan ser válidas algunas normas de derecho internacional privado.

En el testamento abierto, el interesado expresa su voluntad al notario de palabra o por escrito y éste lo redacta de acuerdo con esos deseos. Después lo firma el testador o bien dos testigos, si el afectado declara que no sabe o no puede firmar.

El testamento cerrado es el que escribe el testador utilizando cualquier medio o encargándolo a un tercero. Si es así se ha de especificar la identidad de esa persona, que también lo ha de firmar. Los ciegos y las personas que no saben o no pueden leer no pueden otorgar testamento cerrado. Acabará introducido en un sobre cerrado y sólo lo abrirá el notario ante dos testigos idóneos.

Sea abierto o cerrado, los testamentos han de estar fechados y datados, igual que el hológrafo, que es el que escribe una persona que se identifica como testador. Sólo es válido si se presenta ante el juez o ante un funcionario autorizado y se protocoliza.

La capacidad para acudir al notario y dejar testamento empieza a los 14 años. A partir de ahora, además, los hijos emancipados también podrán hacer testamento hológrafo aunque sean menores de edad.

> Berria: Testigantzak > FRANCO ZEFFIRELLI CUENTA COMO FUE SU PRIMERA VEZ

  • Franco Zeffirelli cuenta cómo fue su primera vez
  • "Soy homosexual, pero no gay, es una palabra que odio"
  • El País, 2009-01-03 # Mónica Andrade · Roma
El director de cine y de ópera italiano Franco Zeffirelli, de 85 años, ha añadido algunos detalles inéditos de su vida sexual durante una entrevista con el diario Libero. Su primera vez con un hombre fue con un campesino, durante la II Guerra Mundial, cuando se encontraba atrincherado con los partisanos en las montañas de Florencia. "Era un campesinote, se llamaba Vieri, y estaba escondido en aquellos bosques. Dormimos en una noche gélida envueltos en una manta dentro de una cueva", ha contado Zeffirelli.

"Fue una experiencia bonita, porque éramos tan jóvenes...", añade el cineasta. "Nos pegamos el uno al otro, mientras el peligro nos rodeaba por todas partes. Alrededor estaban los alemanes, que nos habrían colgado si nos hubieran descubierto".

Zeffirelli había comenzado a percibir su homosexualidad antes de aquel encuentro, a los 14 o 15 años. Su primer amor se llamaba Carmelo Bordon. "Era mi compañero de clase en el Liceo Artístico. Estábamos enamorados sin saberlo. O no queríamos admitirlo". Los dos se encontraron años después. "Él me recomendó a su hijo", recuerda Zeffirelli, "que luego se convirtió en un escenógrafo famoso. Me dijo: 'Espero que contigo él tenga más suerte que yo, visto que entre nosotros nunca ocurrió nada'. Tuve una adolescencia bastante escasa de sexo".

El director de Romeo y Julieta desveló hace un par de años que vivió un gran amor con Luchino Visconti. Fue en su Autobiografía, donde también contó que de niño fue acosado sexualmente por un fraile y que Aristóteles Onassis se le insinuó para intentar estropear su amistad con María Callas, la única mujer de la que estuvo enamorado y a la que dedicó una película.

Zeffirelli nació el 12 de febrero de 1923, en Florencia, y en el lugar de su partida de nacimiento correspondiente al padre dice "NN", es decir, desconocido. En sus memorias, el director de cine recordaba que sólo reconoció públicamente su homosexualidad tras cumplir los setenta. Fue en la ciudad estadounidense de San Francisco donde admitió que había tenido experiencias con hombres. "Soy homosexual, pero no gay, es una palabra que odio, es ofensiva y obscena", dijo en el libro.

> Artikulua: Juan Goytisolo > LA SANTIDAD DE GENET

  • La santidad de Genet
  • 60 años de "Diario del ladrón"
  • El País, Babelia, 2009-01-03 # Juan Goytisolo
La prostitución, el robo, la miseria y las humillaciones formaban parte de la cotidianidad en el Barrio Chino de Barcelona, en los años treinta, que Jean Genet narró de manera descarnada en Diario del ladrón. El escritor Juan Goytisolo, que conoció bien al autor francés, repasa la potente influencia que tuvo esa época en su obra posterior.

1932. España estaba cubierta entonces de vagabundos: sus mendigos iban de pueblo en pueblo, por Andalucía en razón de su buen clima; por Cataluña, de su riqueza, pero todo el país nos era favorable. Fui así un piojo con la conciencia de serlo. En Barcelona, frecuentábamos sobre todo la calle Mediodía y la del Carmen. Nos acostábamos a veces seis en un jergón sin sábanas y, al amanecer, íbamos a pordiosear por los mercados. Salíamos en banda del Barrio Chino y nos dispersábamos con un capacho bajo el brazo, pues las amas de casa nos daban más bien un puerro o un nabo que unos céntimos. A mediodía regresábamos y nos hacíamos la sopa con lo recaudado. Lo que voy a describir son los hábitos de la canalla.

Caído en la abyección, Genet decidirá asumirla y convertirla en virtud suprema. La escala de valores de la sociedad biempensante no será la suya sino dándole la vuelta: lo vil se transmutará en noble y lo noble en vil. El proceso de subversión íntima iniciado en el antiguo Barrio Chino barcelonés será largo y accidentado, y se plasmará en la siguiente década en sus primeras obras poéticas y narrativas escritas en la cárcel parisiense de la Santé. El joven inclusero, mísero e indocumentado se consagrará al robo, la prostitución y la mendicidad en su anhelo de alcanzar la dureza empedernida del criminal con la misma entrega de quien se inicia en los arcanos de una creencia mística y de su áspero camino de perfección espiritual.

Los piojos, escribe en Diario del ladrón, eran el signo más visible de su indignidad, tan representativos de su condición de paria como las joyas que adornan a aristócratas y burgueses de la de su estatus de gente guapa. Los harapos y las llagas amorosamente cuidados para atraer la conmiseración mudarán en su fuero interior la vergüenza en gloria. El orgullo necesario para enfrentarse al desprecio ajeno, sólido y resistente como esa roca que parte la corriente de un río, se afianzará en su voluntad de envilecimiento: su patria será la chusma, y él su cronista y cantor.

Las fechas de la estancia de Genet en España no pueden fijarse con exactitud. Aunque en Diario del ladrón habla de 1932, lo cierto es que, tras alistarse por primera vez en el ejército a su salida del reformatorio de Mettray y ser destinado como “jenízaro colonial” a Siria en 1930, de donde fue repatriado el siguiente año, firmó un nuevo contrato de alistamiento y fue enviado al Séptimo Regimiento de tropas indígenas de Meknés, en el que permaneció hasta enero de 1933. Ni la exhaustiva biografía de Edmund White ni la cronología establecida por Albert Dichy fijan claramente la duración de su etapa española. Probablemente ésta se extienda de noviembre de 1933 a abril de 1934. La única prueba documental de la misma es la carta dirigida a André Gide el 12-12-1933 en la que, después de pintar su poco brillante situación material (“estoy sin un céntimo en Barcelona, el cónsul es intratable, soy huérfano y vagabundeo de tasca en tasca”), solicita su ayuda y da como remite el Apartado de Correos de la ciudad.

Tras su iniciación en la querencia barcelonesa del antiguo Distrito Quinto, la carrera de ladronzuelo de Genet continuará, primero por Europa Central y luego en Francia, hasta la publicación de sus primeras obras, escritas en la cárcel, a mediados de los cuarenta. Un breve repaso a sus sentencias condenatorias, reproducidas en el libro de Albert Dichy y Pascal Fouché (Jean Genet. Essai de Chronologie), revela que su fascinación juvenil por el crimen y devoción por sus profesionales no le llevaron a emular sus hazañas sino de forma muy modesta. Junto a los “delitos” de vagabundeo —el equivalente de nuestra infame Ley de Vagos y Maleantes—, carencia de carné antropométrico de identidad o intento de viajar en tren con una tarjeta militar falsificada, leemos: substracción fraudulenta de una docena de pañuelos en los almacenes La Samaritaine; idem, de autógrafos en una librería de la Rue Bonaparte; hurto de una camisa de seda en los almacenes del Louvre; de un retal de sábana en el Bazar de l’Hôtel de Ville; de una billetera y una maleta, etcétera.

Su fallida carrera en el robo le condujo no obstante a su condición de gran escritor: a convertirse en esa bomba literaria descubierta por Cocteau y cuya potencia subversiva no tardaría en conmocionar a Sartre.

“Detrás del Paralelo se extendía un solar en el que los marginados jugaban a cartas (El Paralelo es una avenida de Barcelona paralela a las célebres Ramblas. Entre estas vías, muy amplias, un laberinto de calles estrechas, oscuras y sucias forman el Barrio Chino)”.

Con estas palabras, propias de una pequeña guía para turistas, Genet nos introduce en lo que será para él en adelante su “territorio moral” —el del robo, prostitución masculina, traición, humillaciones, miseria—, vinculado para siempre a España y a su iniciática experiencia barcelonesa. Su aprendizaje en el mal, de la mano izquierda de su mentor, el manco Stilitano, será el de un pícaro de escaso oficio y exiguo beneficio: hurto en los cepillos de las iglesias, timos menores, demanda en el consulado de su país de un bono de repatriación hasta la frontera con el correspondiente billete de tren que venderá en la estación de Francia, prostitución con marinos extranjeros por un puñado de pesetas. Su acto más audaz consistirá en el robo de la esclavina de un carabinero en los muelles del puerto. Después de satisfacer los deseos de éste en su garita de guardia, aprovechará el momento en que va a lavarse en la pila de una fuente cercana para apropiarse de la prenda y huir envuelto con ella a su querencia del Barrio Chino. La modesta hazaña le engrandece a ojos de su mentor, a quien confía la venta de su botín en muestra de su devota sumisión (El carabinero burlado irá a buscarle a La Criolla pero, advertido del peligro, Genet “toma las del Paralelo” y desaparece por un tiempo del local).

Extramuros de los reformatorios en los que fue internado desde la adolescencia y de los cuarteles en los que a continuación se alistó, Genet hallará en la España convulsa de la época el punto en el que asentará su aventura estética y moral. El Barrio Chino barcelonés —el actual Raval— era la guarida ideal para las heces y detritus de la sociedad. La “librea de la miseria” de la que hablan irónicamente nuestros clásicos —esto es, los harapos, la mugre y las alpargatas usadas hasta la trama— identificaba a la hermandad de mendigos y rateros acampada en él. La galería de personajes genetianos —buscavidas, rufianes, prostitutas, pordioseros, desertores, travestidos— se amadrigaba en la espesura urbana del ámbito como quien se acogía anteriormente a lo sagrado y no difiere mucho del hampa sevillana que conoció Cervantes. El aura sacra del execrado Distrito Quinto guiará a Genet, como veremos, por los caminos de su peculiar santidad.

El Genet ramblero e hijo espurio del Paralelo se adentrará en el territorio de la ignominia resuelto a convertirse en objeto de desdén y de asco, en una busca de acendramiento íntimo que en otra ocasión comparé con la de los malamatís del Islam, a quienes Ibn Arabi situaba en la esfera más alta de los bienaventurados. Él y sus cofrades de la miseria lucirán a través de España, nos dice, “una magnificencia secreta, humilde y sin arrogancia”. Su empeño se cifrará en “dar un sentido sublime a una apariencia tan Mísera”. La soledad moral a la que aspira convertirá su destino en una conciencia irreductible de la que surge una obra luminosa y de perturbadora singularidad. La aspiración al crimen condenado por sociedad, asociada a la de la traición, adquirirá una dureza y fulgor comparables a los del diamante.

La admiración de Genet por las locas españolas que frecuentó en Barcelona y Cádiz apareció más de una vez en nuestras conversaciones. Eran las más audaces y provocadoras de Europa, decía, como reacción natural al rechazo que suscitaban. Asumían el oprobio de la opinión común con un ritual de disfraces, gestos y voces agudas que, a partir de la histeria, alcanzaba la sublimidad.

Cuando me adentré por primera vez en el Barrio Chino en 1949 de la mano de un compañero de universidad aficionado como yo a los libros y experto en las zonas desaconsejadas de la ciudad, La Criolla y los bares en los que anidaba la especie maldita no existían ya. La red de callejuelas que se extendía del Portal de Santa Madrona a la calle del Carme albergaba tan sólo numerosos prostíbulos a cinco pesetas por ficha y la miseria reinante no debía diferir mucho de la que conoció Genet. El célebre burdel de Madame Petite, en el que posiblemente se inspiró al componer Querelle de Brest (“La Feria”, de Madame Lysiane), era una sombra de sí mismo y la progenie de las execradas en público (y apreciadas por algunos en privado) ocultaban su maquillaje, abanicos, peinetas y faralaes a los ojos del ciudadano “decente”.

Una foto publicada recientemente en EL PAÍS, en la que dos travestidos merodean por La Rambla, avanzada ya la noche, a la caza de un turista borracho a fin de desvalijarlo me trajo a la memoria un pasaje de Diario del ladrón en el que dos “mariconas” muy compuestas, de ojos admirables y cejas inmensas pasean por las cercanías de una vespasiana (así se llamaba en Francia a los urinarios públicos, de chapa circular de metal, despiadadamente demolidos por el alcalde Chirac) con un mono amaestrado en los hombros. A la señal de una de ellas, el mono saltaba de un brinco sobre el ligón de apariencia más burguesa y, aprovechando su confusión, le robaban la cartera.

La procesión fúnebre de las llamadas también Carolinas (valientes precursoras de las “gasolinas” parisienses de Mayo de 68) al emplazamiento de uno de los meaderos destruidos durante los disturbios callejeros de 1933 es uno de los momentos más bellos de Diario del ladrón:

Estaba cerca del puerto y del cuartel, y la cálida orina de millares de soldados había corroído su chapa de metal. Al constatar su muerte definitiva, las Carolinas con chales, mantillas, trajes de seda y chaquetillas ajustadas acudieron a ella en solemne delegación para depositar un ramo de flores rojas anudado con un crespón de gasa. El cortejo partió del Paralelo, torció por la calle San Pablo, bajó por La Rambla hasta la estatua de Colón. Eran las ocho de la mañana, el sol iluminaba la escena. Las vi pasar y las acompañé de lejos. Sabía que mi puesto estaba en la comitiva: sus voces heridas, sus gritos de dolor, sus gestos exagerados, se proponían atravesar el espeso desprecio del mundo. Las Carolinas eran grandiosas: las Hijas de la Vergüenza.

Llegadas al puerto, torcieron a la derecha en dirección al cuartel, y sobre la chapa herrumbrosa y hedionda del meadero público, sobre su chatarra muerta, depositaron las flores.

¿Qué cineasta de genio filmará algún día la escena con la bella precisión de un Visconti y el humor cruel de Fassbinder? El heroísmo tragicómico de las Carolinas merece un recordatorio y su inclusión en los breviarios de una nueva forma de santidad en los antípodas de la de Monseñor Escrivá y de la del fundador de los Legionarios de Cristo Rey. Genet se reprochó siempre, me dijo, su falta de arrojo. Permaneció junto a la multitud indulgente e irónica que acogía su duelo en vez de ocupar el lugar honroso que le correspondía.

Una de las páginas más bellas de Diario del ladrón es la del episodio del tubo de vaselina. Detenido en una redada y conducido con otros sospechosos a la comisaría del distrito (imagino muy bien la escena, pues el poeta Jaime Gil de Biedma y yo corrimos la misma suerte a fines de los cincuenta del pasado siglo, cuando callejeábamos de noche por el barrio, en el cruce de San Pau y Robadors), el policía que cachea a Genet le saca del bolsillo el lubrificante empleado para la penetración anal (que yo acostumbraba a llevar también en mis primeras incursiones por Barbés y la Gare de Nord): un tubo usado ya y cuya mera presencia en el lugar es la prueba palmaria de su pertenencia al gremio de las “mariconas” (Genet emplea siempre la palabra española, consciente de su brutal carga peyorativa):

“En medio de los objetos elegantes sacados de los bolsillos de los detenidos en esta redada, era el símbolo mismo del oprobio que se disimula con el mayor cuidado, pero el signo también de una gracia secreta que iba a salvarme pronto del desprecio […]. Estaba en el calabozo, y sabía que toda la noche mi tubo de vaselina sería objeto de burla —a la inversa de una Adoración Perpetua— de un grupo de policías […]. No obstante, me animaba la certeza de que este frágil y humilde objeto les resistiría y, por su simple existencia, derrotaría a todas las policías del mundo”.

Invulnerable al insulto —pienso en el I’m completely dead to decency de T. E. Lawrence—, la comparación de la prueba concreta de su deshonra con el Santísimo Sacramento permitirá a Genet rehabilitar y ensalzar su vida de indigente en el Barrio Chino, y luego su erranza hasta Cádiz y San Fernando, mediante el recurso a los términos más sagrados y nobles. Su victoria verbal le llevará así a bendecir la miseria que la suscita y le imanta a una nueva forma de perfección moral:

Cuanto mayor sea mi culpabilidad a vuestros ojos, entera y totalmente asumida, mayor será mi libertad y más perfectas mi soledad y mi unicidad.

El encuentro con Stilitano, el serbio desertor de la Legión Extranjera francesa, marca un antes y un después en la vida de Genet y será el primer eslabón de una cadena de fascinaciones sucesivas por criminales o gente del hampa —los Harcamone, Bulkaen, Maurice Pilorge, etcétera—, elevados por él al altar de la excelencia y la gloria. Sus primeros robos en el Barrio Chino los dedicará, nos dice, a su fortaleza e impudor severos, a la singularidad de su brazo derecho amputado, cuya mano se pudre bajo un castaño en algún bosque de Europa Central. La fuerza irradiante de este muñón le galvanizará con una imantación similar a la que experimentará, cuarenta años después, por el sudanés Mubarak en los campos palestinos, cuando le pide que tenga su cigarrillo mientras se desabotona y orina tranquilamente junto a él: el timbre gutural de su voz es en ambos el de un sexo en erección.

Stilitano reúne en su persona el rigor del soldado, el aventurero, el sicario, el hampón. Aunque admite la intimidad física con Genet —los dos duermen en el mismo catre en un hotelucho del barrio— le niega el sexo. Desprecia a las “mariconas” y ejerce ocasionalmente de chulo. No obstante, para atraer a aquellas y a las prostitutas, sujeta con un imperdible un racimo con granos de celulosa y algodón en rama en el interior de la bragueta, de modo que abulte y la realce por pura provocación. Genet se encarga de la tarea, sin poder evitar el temblor de las manos mientras prende y desprende el racimo al comienzo y fin de la jornada de merodeo y cambalache. Un día, en vez de dejarlo sobre la estufa, como de costumbre

no pude retenerme de guardarlo entre mis manos y llevarlo a mis mejillas. El rostro de Stilitano, encima de mí, se endureció.

—¡Suéltalo, cabrón!

Me había agachado para abrir la bragueta, pero la furia de Stilitano, como si mi fervor habitual no bastara, me hizo caer de rodillas, en la posición que mentalmente anhelaba. Con sus dos pies y su único puño me golpeó. Hubiera podido huir y me quedé allí.

Su delación posterior a la policía del amigo común a ambos, Pepe el Gitano, por su homicidio cometido en las cercanías del Paralelo, no rebajará la devoción de Genet por él: la revestirá al revés, nos dice, con los atributos luminosos de la traición.

Las numerosas referencias de Genet a La Criolla, el cabaré en donde se prostituía por devoción a Stilitano, no mencionan su ubicación en el Barrio Chino ni incluyen una descripción del local.

Nits de Barcelona, publicado en 1931, esto es, dos años antes de su venida a España —obra reeditada por Proa, con las ilustraciones de Oleguer Junyent y el prólogo de Josep M. de Segarra de la edición original—, subsana dicha laguna y nos procura una valiosa información. Su autor, Josep M. Planes, colaborador de la mítica revista Mirador y empedernido noctámbulo, fue asesinado el 24 de agosto de 1936 en la Arrabassada por unos pistoleros incontrolados de la FAI a quienes había consagrado un reportaje poco ameno semanas antes del levantamiento militar contra la República. Segarra esboza un sugerente retrato suyo y coincide con Planes en su aguda percepción de la ciudad durante el periodo que va de la dictadura de Primo de Rivera al 14 de abril: “Quienes más aprovechan la noche en Barcelona son los turistas, los ladrones, los poetas, las prostitutas, la gente que no tiene un centavo y la que dispone de dinero a espuertas”.

La Criolla —escribe Planes— se encuentra en plena calle del Cid. El cartel luminoso que cuelga verticalmente de la fachada emborrona el pobre paisaje urbano con un resplandor rojizo […] inmuebles y personas comparten el mismo aire de miseria y nunca se sabe si la suciedad de las paredes viene de los hombres y las mujeres que se apoyan en ellos o viceversa […]. El gentío aglomerado en la calzada y las prostitutas e invertidos que se exhiben por las aceras flotan en este fondo bermellón decorativos y estilizados, como en las ilustraciones en las que debe de soñar Francis Carco para sus libros.

La calle del Cid (¡qué ironía el nombre del Campeador, mantenido hasta hoy en lo que queda de ella, entre el Paralelo y la avenida de Les Drassanes!) está entonces llena de basuras, soldados, prostitutas, marineros, mendigos. Cualquier navajero puede sacar de improviso su útil de siete filos y asaltar a los viandantes acomodados que se asoman a él. El local de La Criolla, una antigua fábrica textil reconvertida en cabaré, encubre la austera desnudez de sus columnas con un decorado chillón de palmeras ornadas con falsas pencas verdes, cocos, monos y negros de tebeo de Tarzán que le confieren un menesteroso esplendor tropical. Una orquesta de tangos ocupa el estrado, ensordece al cliente y contagia su furia a las parejas que bailan en la pista.

(Genet evoca en Diario del ladrón los aires de “Ramona” mas no la voz de Irusta —en realidad del trío formado por éste, Fugazot y Demare— mencionado por Planes, cuya música barriobajera arrasaba en los años anteriores a la Guerra Civil. En una vieja gramola de manivela con bocina exterior, escuché en mi niñez la canción citada por Genet —cuya letra me sé de memoria— y los discos del, en aquel tiempo en boga, conjunto argentino, no sé si epígono o antecesor de Gardel. Mi familiaridad retrospectiva con La Criolla sale así reforzada. Su repertorio musical acunó mis oídos en la Barcelona “decente” de los barrios altos).

Al trazar su pintura del cabaré, Planes señala la existencia, en la acera de enfrente —perdóneme el lector el involuntario juego de palabras—, del bar de Cal Sagristà, famoso, dice, por sus “invertidos” —la gente bien de la época empleaba dicha palabreja: ¡se hallaba aún muy lejos la era de la identidad gay!—, al que acudían jovencitos de labios pintados y cabello untado de gomina. Curiosamente, Genet no habla de él.

Actualmente, el remozado Carrer del Cid no evoca ni remotamente el de la cochambre y bullicio de setenta años atrás. Cuando el Ayuntamiento de Barcelona puso el nombre del escritor a la plazuela o jardincillo del otro lado de la avenida de Les Drassanes, fui invitado a pronunciar unas palabras en la ceremonia de su rotulación. Inútil decir que no acepté: temía que Genet, encolerizado, resucitase de su tumba en Larache y me abrumara con el peso de sus burlas e insultos. Su percepción a la inversa de los términos honor y deshonor es también la mía. Prefiero volver a la pintura cruel de Planes con la que cierra el capítulo de su libro: la calle desierta al amanecer tras el cierre de La Criolla, la luz lívida, la visión goyesca de dos viejas horrendas y de los tricornios de una pareja de la Guardia Civil.

Los hurtos y trapacerías de los que viven Genet y Stilitano no bastan para sacarles de la miseria. Aunque el futuro autor de Diario del ladrón entrega a su “protector” las pocas pesetas que gana o sisa en los urinarios públicos, éste decide que se prostituya en La Criolla. Allí, la vestimenta femenina se impone. Algunos amigos españoles de Genet la llevan y le dan las señas de vendedoras de prendas de segunda mano. Si bien “resulta muy difícil”, escribe, “acceder a la luz a través del pus y las llagas de la vergüenza”, el dueño del cabaré le exige que se exhiba “en señorita”. Tragándose el sonrojo y convirtiéndolo en una especie de dardo dirigido contra quienes se lo provocan, Genet va a La Criolla y es invitado, con otro travestido, a la mesa de un grupo de oficiales franceses. La dama que les acompaña le pregunta con afectada indulgencia si le gustan los hombres. Genet resiste el impulso de abofetearla y, para vengarse, sustrae la cartera a uno de los mílites.

Una de las páginas más bellas del Diario se sitúa durante el Carnaval, época en la que es más fácil disfrazarse sin llamar la atención. Tras robar un traje de faralaes y una blusa, a los que agregará su complemento de abanico y mantilla, Genet cruza el Barrio Chino para ir a la calle del Cid. Como última trinchera de defensa, conserva el pantalón bajo la falda. Pero, apenas llegado a la barra, la cola de su traje se desgarra. Un joven ha tropezado con sus encajes y, por más que pida excusas y le indique que cojea, la actriz trágica oculta en su interior aúlla “¡No se cojea en mis faldas!”, con esa histeria que rompe con la fuerza de un géiser la dura corteza del mundo.

Humillado, Genet sale del local en medio de las risas de los clientes y de las Carolinas. Aunque, al releer el texto, su autor rectifique y precise en una nota a pie de página que el lance ocurrió en Cádiz, en donde también se prostituyó con ropas de andaluza, el prestigio de La Criolla sale indemne del lapsus. La teatralidad de la escena alcanza ese punto en el que vileza y orgullo se confunden. La falda, blusa, abanico y mantilla arrojados al mar componen un ceremonial esperpéntico del que el vagabundo cubierto de oprobio extraerá la fortaleza necesaria para enfrentarse a la crueldad e hipocresía de la sociedad biempensante: la de ayer, la de hoy y sin duda también la que nos sucederá al correr de los días.

Poco después de ello, Genet y Stilitano abandonaron su querencia barcelonesa en un tren de mercancías y buscaron un nuevo refugio en Cádiz.

“Nací en París el 19 diciembre 1910. Pupilo de la Asistencia Pública, no pude conocer nada más de mi estado civil. Cuando cumplí veintiún años, obtuve una partida de nacimiento. Mi madre se llamaba Gabrielle Genet. Mi padre es desconocido. Vine al mundo en el 22 de la Rue d’Assas”.

Aunque en la Maternidad le negaron toda información sobre sus orígenes, la imagen de la madre oculta aparece de forma intermitente a lo largo de su obra. Genet se aferra a su apellido, el de Genêt d’Espagne o retoma con el que saludó Cocteau su volcánica irrupción en la literatura, para identificarse con el mundo vegetal y considerar, dirá, que todas las flores son de su familia. A través de ellas, se comparará con los helechos arborescentes de las ciénagas y soñará con las supuestas especies vegetales del planeta Urano, en una metempsicosis que le convertiría en un ser rastrero, como la chusma del Paralelo, sin otra compañía que la de los presidiarios de su raza.

Pero ese malditismo literario no se corresponde en modo alguno con su futura rebelión contra el orden establecido, tanto en el campo social y político como en el artístico y moral. La madre ausente será el punto de partida de su andadura por una cartografía literaria que culminará en su obra maestra, Un cautivo enamorado.

En Diario del ladrón, Genet evoca la imagen de una mendiga anciana, de rostro macilento; chato y circular como la luna, que le pide unas monedas. Su estampa humilde e hipócrita le induce a creer que acaba de salir de la cárcel. Una descuidera, piensa, e inmediatamente la asocia, en una ensoñación efímera, con la mujer que le abandonó en la cuna:

¿Y si fuera ella? me dije mientras me alejaba de la pordiosera. Si lo fuese, iría a cubrirla de flores y de besos. Lloraría de ternura sobre sus ojos de pez luna, sobre su cara obtusa y boba.

La visión de la madre del fedai Hamza, de quien fue huésped en el campo de refugiados palestinos de Irbid en 1970, es mucho más elaborada y compleja. La mujer, más joven que Genet, que le acoge en el lecho de su hijo, partido en misión de combate a los Territorios Ocupados por Israel, y le lleva a oscuras, de puntillas, creyéndolo dormido, una taza de café, se transforma, como la Mater Dolorosa de las estatuas, en la madre simbólica del escritor, la que vela por él, como en aquella noche sagrada, a lo largo de su vida: una fantasía, nos dice, acariciada desde la infancia, cuando el escritor tenía cinco años.

La estampa de Hamza y su madre —la suya y la del guerrillero palestino—, superpuesta en calcomanía a la de la Pietà y el Crucificado, enlazará sucesivamente con la de la Virgen portada en procesión por las Falanges maronitas libanesas y con la Virgen Negra del monasterio de Montserrat. “Dios, creador del cielo y de la tierra, debió de divertirse mucho esculpiendo sus rocas rojizas y faloides”, nos dice Genet, que asistió en su vejez, en la abadía, a la conmemoración religiosa de Pentecostés, con música de Palestrina evocadora en su mente de Palestina. El abad, refiere en Un cautivo enamorado, besa a los fieles y él acepta su doble ósculo, pero no lo trasmite a su vecino, como es la norma, con lo que rompe la cadena de confraternidad.

En su correspondencia conmigo de aquella época —substraída por un cleptómano compulsivo, que tuvo no obstante la delicadeza de dejar una fotocopia, durante su exhibición en la Diputación de Almería—, describe su viaje por la España del tardofranquismo, se burla del aburguesamiento de Barcelona y refiere un ligue con un chapero que se dice estudiante de sociología, en las faldas del Tibidabo. Por estas fechas, ya no es el delincuente en el que soñaba ser cuarenta años antes sino el escritor voluntariamente marginal que busca primero en las Panteras Negras y luego en los fedayín la causa que le aleje de una Francia y una Europa de las que se ha distanciado para siempre.

Al final de Diario del ladrón, Genet anuncia una segunda parte que nunca escribió: se propone en ella, dice, “relatar, descubrir, comentar, los fastos del presidio íntimo que hallé en mí después de atravesar este espacio interior que he llamado España”. Su deseo juvenil de cubrir el mundo con su progenie abominable cederá paso, tras su estancia en los campos de refugiados palestinos de Líbano y Jordania, a un retorno a su origen desconocido. “Esta última página de mi libro —escribe en El cautivo enamorado— es transparente”. Transparencia que deja pasar la luz: su camino de perfección moral a través de vericuetos imprevisibles y por vías distintas de las de Juan de la Cruz y del derviche sufí Mawlana, le ha conducido a una subversiva y pagana forma de santidad. O

Diario del ladrón. Jean Genet. Traducción de María Teresa Gallego e Isabel Reverte. Seix Barral. Barcelona, 1994. 232 páginas. 4,51 euros.

Lecturas francesas
El “territorio moral” de Genet atrajo, después del alzamiento popular de la Semana Trágica y de la bonanza originada por la neutralidad española durante la Primera Guerra Mundial a numerosos escritores franceses, seducidos por el bullicio y promiscuidad del Barrio Chino.
- Paul Morand, La nuit catalane (1929)
- Montherland, La petite infante de Castille (1929)
- Francis Carco, Printemps d’Espagne (1931)
- Pierre Mac Orlan, La Bandera, (1931), Rues secrètes (1934)
- Jérôme y Jean Tharaud, Cruelle Espagne (1937)
- Georges Bataille, Bleu du ciel (1935)

La perspectiva adoptada por estos escritores, excepto el último, es muy semejante a la de los viajeros orientalistas en busca de color local (vicio, miseria, pintoresquismo) con todos los atributos del voyeur.

Entre los autores catalanes de la época, además de Planes, cabe citar a Josep Maria de Sagarra, Vida privada (1932). Con posterioridad a la Guerra Civil, el Barrio Chino tuvo dos minuciosos cronistas que desmitificaron la realidad descrita por los novelistas franceses antes citados: Sebastian Gasch, en Barcelona de nit (1956), y Lluís Permanyer, en Cites et testimonis de Barcelona (1993).

El libro mejor documentado sobre la estancia de Genet en el Raval es sin duda el de Jérôme Neutres, Genet sur le routes du Sud (Fayard, París 2002), que recomiendo vivamente al lector.

> Berria: Elkartasuna > LA MARCHA DE ETXERAT QUE RECORRERA HOY BILBAO CUENTA CON UN AMPLIO RESPALDO

  • La marcha de Etxerat que recorrerá hoy Bilbo cuenta con un amplio respaldo
  • Gara, 2009-01-03
La manifestación que arrancará a las 17.30 y que pretende ser una «marea humana» que frene la política carcelaria de Madrid y París cuenta con miles de adhesiones tanto individuales como colectivas.

Desde que en su VIII Asamblea celebrada el pasado 9 de noviembre en Etxarri-Aranatz Etxerat convocara a la ciudadanía vasca a participar en una manifestación nacional por el respeto de los derechos de los presos políticos vascos, han sido incontables las adhesiones recabadas al respecto, llegando a su cita de hoy con el apoyo de cuarenta colectivos y más de tres millares de personas.

La manifestación que partirá a las 17.30 desde Aita Donostia y que concluirá en el consistorio bilbaino cuenta con el apoyo de la mayoría sindical vasca gracias al aval ofrecido por los sindicatos ELA, LAB, EHNE, ESK, STEE-EILAS e Hiru.

Formaciones políticas como Ezker Abertzalea o Aralar también han apoyado la movilización y entre los movimientos sociales que han mostrado su apoyo destacan Lokarri, Elkartzen, Bilgune Feminista, Bai Euskal Herriari, Euskal Herriak Bere Eskola, Komite Internazionalistak, Gazte Independentistak, Gazte Komunisten Kolektiboak, Askapena, EHGAM, EMUN, Euskal Herriko Kristau Elkarte Herritarrak o Sare Antifaxista. Asimismo, entre los que han sustentado la marcha de hoy también se encuentran movimientos estudiantiles como Ikasle Abertzaleak, Ikasle Ekintza o Eraldatu.

Herria 2000 Eliza aldizkaria y Oiartzun Irratia, así como el parisino “Comite de solidarite avec le peuple Basque''o los grupos musicales Ken7 o Betagarri también han hecho suyo el llamamiento, junto a numerosos gaztetxes o asociaciones de ámbito local.

El manifiesto difundido en la página web de Etxerat y que llama a la marcha ha sido suscrito por más de tres millares de ciudadanos, entre los que se encuentran abogados, periodistas, jugadores de fútbol, bertsolaris o escritores.

Después de pasar las últimas semanas recabando adhesiones y ofreciendo ruedas de prensa sectoriales, esta tarde, a partir de las 17.30, y bajo el lema «Heriotz zigorrik ez! Biziarteko zigorrik ez! Eskubide guztien jabe, euskal presoak Euskal Herrira!», una manifestación recorrerá la capital vizcaina para exigir, en silencio, la puesta en libertad de los presos enfermos y de los que han cumplido su condena, y la repatriación de todos los presos políticos vascos dueños de sus derechos.

Movilizaciones
En la comparecencia realizada el pasado martes en Bilbo, la asociación de familiares de represaliados políticos vascos se mostró «satisfecha» con la respuesta y el apoyo recibido por parte de la ciudadanía y los agentes. En este sentido, abogó por la creación de una «verdadera presión social» para dar fin a las políticas penitenciarias de Madrid y París, por lo que indicaron que esta cita pretende ser «el punto de partida de una marea humana que frene la cruel política penitenciaria».

> Berria: Testigantza > ARGENTINA: SABRELI, POR LA IGUALDAD Y LA LIBERACION SEXUALES

  • Por la igualdad y la liberación sexuales
  • La Nación, 2009-01-03 # H.C.
Sebreli fue, en la década del 50, uno de los primeros existencialistas locales dignos de tal nombre, introductor de las ideas y traductor de los libros del francés Jean-Paul Sartre. En ese tiempo escribía en la revista Contorno, que dirigía Ismael Viñas, y tenía dos compañeros inseparables: los ensayistas Oscar Masotta y Carlos Correa, con el que tuvo un largo vínculo sentimental. A comienzos de los años 70, Sebreli fue uno de los fundadores del Frente de Liberación Homosexual, en tiempos en los que el prejuicio y la discriminación, siempre muy intensos, se acentuaban cada vez que los militares se hacían del poder.

Por aquellos años, la lucha por los derechos de gays y lesbianas requería mucha presencia de ánimo, valentía y aun cierto grado de compromiso político. Una de las razones del acercamiento de Sebreli al dirigente izquierdista Nahuel Moreno (cuyo nombre real era Hugo Miguel Bessano Capacete) fue que éste había adoptado para su Partido Socialista de los Trabajadores la política liberal en materia de sexo promovida por el Social Work Party de los Estados Unidos, aliado al Gay Power.

-¿Esa lucha continúa hoy, Sebreli?
-La batalla está ganada por completo. Con los movimientos que existen hoy yo no estoy de acuerdo, en líneas generales. Hay dos concepciones muy distintas, tanto con respecto a los movimientos de liberación gay como a los feministas, que son muy parecidos. En realidad, los feministas han sido el modelo de los movimientos de liberación homosexual. Hay dos concepciones completamente distintas y opuestas: la concepción igualitarista y la diferencialista. Yo reivindiqué siempre la concepción igualitarista. Creo en la integración, en el caso de la mujer, por supuesto, y en el caso de los homosexuales. No hay valores específicos, como pretenden las feministas, en la mujer, superiores o distintos de los del varón. Hay diferencias exclusivamente anatómicas. Esos movimientos feministas radicalizados que hablan de la condición femenina como una condición muy especial, con ciertas virtudes y cualidades que hay que defender, no me convencen. Y lo mismo pasa con los movimientos gay, que reivindican cierta comunidad cerrada gay, que tendría sus valores propios. Me parece que eso es totalmente retrógrado y una forma de discriminación al revés. Lamentablemente, los medios de comunicación explotan eso como una moda, aunque ahora ya un poco menos. Presentar un homosexual en televisión queda muy bien. Pero presentan homosexuales, en general, grotescos, ridículos.

-Pero nadie se ríe de ellos, a diferencia de lo que ocurría en otras épocas...
-Sí, pero aparecen como personajes. Y yo no creo que sean los más representativos. Lo mismo sucede en los movimientos de orgullo gay, donde van disfrazados, como en carnaval... Eso me parece mal. No creo de ninguna manera en eso. Yo creo que un homosexual se diferencia de un heterosexual tanto como una persona con ojos negros se diferencia de una persona con ojos azules. Ni más ni menos. El exceso de exhibición me parece horrible. Hay una ridiculización del sexo, no sólo en el campo homosexual. Esas mujeres que aparecen en televisión me dan asco. Es lo que se hacía en el teatro de revista hace años. Allí la mujer era un objeto sexual para que el actor cómico la toqueteara. Eso me parece tremendo. Igual, prefiero esto, aunque sea horrible y desagradable, antes que la censura. Nunca más la censura. Pero hay que educar a la gente y decir que todo esto que se está haciendo es una mala liberación sexual.