- Jeffrey Weeks: "Cada vez es más difícil definir lo que es perverso"
- El País, 2009-02-22 # Malén Aznárez
Tiene el aspecto discreto de quien quiere pasar inadvertido. Bien trajeado, chaqueta azul, corbata clásica, gafas de profesor universitario y un hablar extremadamente correcto interrumpido por contenidas risas. Parece un empleado de banca o un funcionario que deambula despistado por los pasillos de Caixaforum. Pero Jeffrey Weeks es, posiblemente, una de las personas más rompedoras del panorama británico de los últimos cuarenta años.
Nacido en Gales hace 63 años, vivió su infancia y adolescencia en un entorno minero de hombres duros y conservadores en el que pronto descubrió que su sexualidad “era distinta”. Así que enseguida decidió que lo suyo era escapar a Londres, donde podría estudiar y vivir en libertad. A comienzos de los años setenta comenzó a militar en el Frente de Liberación Gay, y decidió confesar públicamente su homosexualidad, algo poco frecuente en aquella época. Desde entonces, esa militancia y dar a conocer la organización de la sexualidad en la historia y la vida íntima de las personas han sido los motores inseparables de la vida de este sociólogo e historiador, catedrático emérito de la London South Bank University, que lleva años buceando en los entresijos del paisaje sexual y sus incesantes modificaciones sociales y culturales. Ha vivido una auténtica revolución, desde una infancia donde ni siquiera podía hablar de sexo hasta poder decir bien alto que tiene una pareja de hecho con otro hombre. Weeks ha estado en Madrid en una de las frías tardes de enero para hablar precisamente de sexualidad y género en un ciclo organizado por Caixaforum.
¿Cómo ha vivido tanto cambio social?
Los valles del sur de Gales donde nací eran la zona de carbón más famosa del mundo y tenían una cultura que giraba en torno a ese mineral: solidaridad intensa entre los mineros y división estricta entre hombres y mujeres. Era una sociedad cálida, comunitaria, de apoyo, pero muy conservadora desde el punto de vista social, conservadora respecto al género y a la sexualidad. Era muy difícil concebir un tipo de vida diferente, era un mundo en sí mismo, y los medios principales de escape llegaban por la educación. Yo fui un joven despierto, fui a la mejor escuela de la región, y con 18 años pude irme a la Universidad.
Así que escapó de aquel mundo cerrado. ¿En su casa eran mineros?
El entorno era minero. Los padres de mi madre habían sido mineros, pero mi padre trabajó en una fábrica toda su vida. Mi madre cuidaba de nosotros, pero también tenía trabajos de media jornada en comercios. Era una familia clásica de clase trabajadora. Tengo un hermano dos años más pequeño que yo, y a los 18 tuve otro hermano. Mi madre sigue viviendo en el mismo lugar de Gales, y mis hermanos también. Yo me fui a Londres como estudiante y allí me quedé. Me escapé de algún modo, sí… Pero sigo teniendo profundas relaciones con mi familia. Ir a Londres me permitió explorar mi sexualidad, aunque durante muchos años no conté a mi familia que era gay. Así que viví dos vidas, la galesa, donde era el hijo, el hijo inteligente, y luego estaba la vida londinense, donde vivía mi homosexualidad de un modo abierto estableciendo amistades y relaciones.
¿Cómo vivió su despertar homosexual en los años cincuenta y en un ambiente como el que describe?
Sabía que era gay desde los 16 años, y tuve algún encuentro sexual con compañeros de colegio, pero mi vida gay se inició en Londres. Aunque incluso en los primeros años de Londres, en los sesenta, seguía siendo una vida semisecreta; algunos de mis amigos sabían que era gay, pero en general viví dentro del armario esa parte de mi vida.
Supongo que se necesitaba mucho coraje para salir entonces del armario, poquísimas personas lo hacían.
El punto de inflexión se produjo con mi participación, en noviembre de 1970, en el Movimiento de Liberación Gay. La razón por la que participé en ese movimiento fue que sus primeras reuniones se celebraron en la London School Academy, y yo trabajaba allí, fue mi primer trabajo. Así que fue un paso fácil. Iba del trabajo directamente a las reuniones… Por supuesto fue una revolución en nuestras actitudes, en mi actitud frente a la sexualidad y la política, pero también en mi vida personal. En una de las primeras reuniones a las que asistí conocí a Angus Suttie, mi primera relación larga, que más adelante se convirtió en un ceramista muy famoso. La ideología del Movimiento de Liberación Gay era ser abierto, así que yo me acerqué a mis colegas de trabajo y se lo expliqué, y luego, poco tiempo después, hice lo mismo con mis padres.
¿Y cómo reaccionaron?
Primero se lo dije a mi padre porque pensé que iba a ser el más difícil. Me respondió que no le gustaba especialmente el hecho de que fuera gay, pero que me quería y lo aceptaba mientras no hiciera mucho escándalo en Gales… Mi madre dijo algo parecido. Y lo interesante es que ambos lo habían sospechado, pero nunca lo habían hablado entre ellos.
Suele ser algo bastante habitual, lo que no se habla no existe…
Sí, sí, es bastante común. A pesar de que tenían muy buena relación y hablaban mucho entre ellos, no lo hicieron. Y después empecé a escribir sobre sexualidad, sobre homosexualidad, y me hice conocido. A finales de los setenta, la gente me conocía por mis escritos, y mi madre y el resto de mi familia, porque mi padre había muerto ya, se sintieron muy orgullosos de que yo fuera un escritor de éxito, aunque les daba algo de apuro.
Ser famoso o reconocido siempre facilita las cosas, ¿no?
Los ochenta fueron un periodo difícil por el sida, así que había cierta ambivalencia: por un lado, orgullo; por otro, vergüenza. Pero lo importante fue que nunca me rechazaron y siempre me he sentido apoyado. Creo que tengo una familia que me ama; no eran demasiado religiosos, ni políticos, el espíritu era de apoyo, y pasara lo que pasara apoyaban a su hijo. Y sigue siendo así. Ahora que tengo una pareja de hecho con Mark McNestry, mi madre habla de nosotros como si estuviéramos casados; le encanta Mark. Y mi familia nos ha aceptado como pareja. Las cosas han cambiado tremendamente en los últimos 20 años. Cuando cumplí 60, hice una fiesta y reuní por primera vez a las dos familias en Londres, la de Mark y la mía. Fue una afirmación importante de mi relación y de la aceptación por parte de las dos familias. La familia de Mark es católica, y al principio, cuando él salió del armario, les resultó difícil. Pero como le quieren, han acabado aceptándolo, y a mí; como parte de pleno derecho de la familia, soy un miembro más y eso es importante. Pero ha sido una gran lucha de 40 años.
En España ha habido una fuerte batalla para reconocer por ley el matrimonio homosexual; la Iglesia católica y la derecha conservadora se opusieron duramente. Usted tiene una pareja de hecho, ¿le da algún valor a esa diferencia de lenguaje?
En el Reino Unido, ser pareja de hecho es exactamente igual que ser un matrimonio, simplemente es una forma de llamarlo. No se llama matrimonio por pragmatismo político. Creo que en algún momento se llamará también matrimonio, pero haciéndolo así era más fácil que pasara por el Parlamento, es lo que yo llamo liberalismo un poco soterrado… Pero en España, que son mucho más religiosos, la batalla también se da en el lenguaje, llamarlo matrimonio es importante porque se convierte en el centro de una batalla simbólica. Yo lo veo como una búsqueda de legitimidad y aceptación. En la primera fase del movimiento gay se trataba de explorar nuestra sexualidad, del reconocimiento de nuestros derechos sexuales y su legitimación. Cuando eso ya ha sido aceptado, la segunda fase, en la que estamos ahora, es lograr la aceptación y afirmación de todas las relaciones. Y creo que por eso la batalla por el reconocimiento de hecho, por el matrimonio, ha sido tan central. Es lo que yo llamo un marco relacional en lugar de un marco sexual, hemos pasado de los derechos sexuales a los derechos relacionales.
¿Se considera usted un nuevo gurú de la sexualidad? En el último siglo ha habido muchos, Freud, Reich, Foucault, por citar sólo algunos, que han influido en nuestras vidas.
Esa comparación me da vergüenza… Freud, por ejemplo, formaba parte de un grupo de sexólogos que también influyeron, y a menudo se nos olvidan y sólo nos acordamos de un nombre. Yo me veo como parte de un proceso más democrático en el debate sobre la homosexualidad, como parte de un movimiento más amplio, intelectual y político, para ayudar a evolucionar. No me veo como un gran gurú. Pero es bueno y halagador que las personas lean mis libros o me hagan entrevistas, porque de este modo espero ayudar a divulgar las ideas que represento o defiendo.
Usted dice que en la construcción de la sexualidad y el género, la naturaleza tiene poco que ver. Es bastante sorprendente…
Digo eso con ánimo de crear polémica, para forzarnos a pensar sobre la importancia de la historia, la sociedad y la cultura a la hora de configurar nuestras creencias y valores sexuales. Por supuesto, creo en la importancia del cuerpo y sus posibilidades biológicas para el placer y el dolor, y reconozco que hay diferencias biológicas y físicas entre los hombres y las mujeres que abren distintas posibilidades. Y también creo, influido por Freud y la psicología, que hay sentimientos inconscientes. Así que pienso que la sexualidad es la fuente de tres grandes fuerzas: posibilidades biológicas, procesos psicológicos y, en tercer lugar, la parte que se ha olvidado o menoscabado, la parte de la historia, la sociedad y la cultura.
Parece que ha llegado su momento, el de la historia y la cultura.
En el pasado, los aspectos culturales han sido a menudo marginados u olvidados, y yo, como sociólogo, he trabajado durante muchos años para destacar la importancia de la historia. Si estás interesado en temas de identidad, hay que reconocer el poder y la importancia de lo social, lo cultural, porque las identidades no existen en la naturaleza. Las posibilidades sí, biológicas y psicológicas.
Para usted, ¿las identidades sexuales son siempre sociales?
Sí, siempre. Cuando hablamos de identidades nacionales no hablamos de posibilidades biológicas, hablamos del modo de cómo, a través de la historia, han surgido unas identidades que no están forzosamente relacionadas ni con la genética ni con la biología, y vemos que las identidades cambian, se hacen a la historia. Y lo mismo pasa con la identidad sexual. Por ejemplo, hay muchas personas que tienen prácticas homosexuales y no tienen una identidad gay, y hay personas con identidad gay que no necesariamente tienen sexo gay. No hay una relación necesaria entre una y otra, y esto es porque las identidades se configuran en la historia.
Pero generalmente se siguen identificando las identidades de género con las sexuales…
La mayoría de las personas encuentran más fácil decir: nací así y el modo en que actúo está dictado por mi biología. Creo que existen peligros ante esa actitud. Por ejemplo, históricamente los violadores han justificado su comportamiento basándose en unas urgencias sexuales incontrolables, pero yo no creo en eso. Pienso que la violación es el resultado de factores sociales, porque no todos los hombres son violadores. Y es obvio que algunos hombres tienen un problema sexual que se deriva de su infancia, de su interacción con los demás, que ha configurado su actitud ante las mujeres, les han hecho odiar a las mujeres. Pero eso no es inherente a todos los hombres, no es un tema biológico. Es importante ver el porqué de nuestro comportamiento sexual en el género y ver cómo va cambiando con el tiempo.
¿Por ejemplo?
Voy a dar un ejemplo de mi propia familia. Mi hermano más cercano por edad se casó, tuvo hijos, y nunca hizo nada por educarles. Eso era cosa de la mujer, que se ocupaba de criar y educar a los hijos. Y así era como se comportaban los hombres en los años setenta y ochenta. Mi hermano más joven, en cambio, se ha ocupado mucho de la educación de sus hijos desde que eran muy pequeños, los bañaba, los acostaba, compartía totalmente las tareas de ser padre. Y ahora mi hermano mayor, que tiene dos nietas, se comporta con ellas como mi hermano menor, las lleva a la escuela, las recoge, las lleva de vacaciones; ha cambiado porque la cultura ha cambiado. Y es tierno con sus nietas, mucho más de lo que nunca fue con sus propias hijas.
Es evidente que la cultura ha cambiado los roles tradicionales de lo masculino y femenino, pero en cuanto a la sexualidad, mucha gente sigue haciéndose la clásica pregunta: ¿es una opción o está determinada por la biología?
Es una discusión que lleva cien años… Yo hago una diferenciación. Los deseos, los sentimientos, las pulsiones, pueden o no estar determinados por los genes o las distintas influencias, las pruebas científicas no son concluyentes en este campo. Lo que sí está claro es que la elección de si quieres llevar un estilo de vida homosexual o no sí es una elección social. Así que hay que hacer una distinción entre las posibilidades, que son biológicas, y las identidades que elegimos.
El cuerpo se ha convertido en un fetiche, moda, publicidad, salud, deporte… Esa potenciación del cuerpo, del erotismo y la sexualidad, ¿se traduce en cambios reales en la sexualidad o es una pura envoltura consumista?
Creo que ha habido un profundo cambio sobre dónde reside la autoridad en sexualidad. En el pasado, la mayoría de la población aceptaba una autoridad tradicional sobre cómo debería vivir o comportarse. Y lo hemos visto en los archivos de la Iglesia, que reconocía que las personas hacían cosas no permitidas, pero la sociedad estaba dominada por valores tradicionales. Hoy todo ha cambiado, porque la mayoría de las fuentes de autoridad tradicional, tanto si es la Iglesia, el Estado u otros tipos de autoridad como la medicina, han sido cuestionadas. Ha habido un largo proceso de democratización y secularización, y en la mayoría de los países occidentales ya no vivimos en sociedades religiosas; la religión todavía es poderosa, pero la mayoría de las personas tienen valores seculares. Podemos separar nuestras creencias religiosas de nuestro comportamiento individual mucho más. ¿Por qué? La razón fundamental, y es un gran cambio social, es porque en lugar de una fuente de autoridad ahora tenemos miles en nuestras vidas individuales.
En general, la sociedad, al menos la española, parece que ha evolucionado muy rápidamente en este aspecto.
Muchas personas se confunden un poco y buscan unas normas más estrictas, pero otras muchas encuentran la posibilidad de desarrollar una vida más creativa, cometen errores y las relaciones se rompen y empiezan nuevas relaciones, y siguen y siguen intentándolo. Esencialmente creo que las personas son profundamente morales, pero la mayoría ya no acepta que la moralidad esté dictada por una autoridad, sino que vive tomando sus propias decisiones morales. Lo que vemos es la emergencia de lo que llamo una moralidad de base, o mejor unas moralidades de base, en plural.
Habla de diversidad sexual y moral, pero es algo que a mucha gente, y también a los poderes, les da pavor…
La Iglesia y el Estado siempre han reconocido la diversidad sexual. La Iglesia siempre ha mostrado una lista de las cosas que eran legítimas e ilegítimas, y el Estado ha contado con leyes que reconocían la existencia de la diversidad. Incluso la Iglesia católica reconoce la existencia de lo que llaman una “orientación homosexual”, y dice eso de amamos al pecador aunque odiemos el pecado… Lo que ha cambiado no es la existencia de la diversidad sexual, sino el modo en que la tratamos.
¿Y cómo la tratamos?
Tal y como yo lo veo, en los últimos años hemos reconocido la realidad de la diversidad sexual, pero nos sigue pareciendo difícil aceptar el valor o valores que puede suponer, aunque creo que hemos dado importantes pasos en esta dirección, por no citar los pasos que se han dado en España y otros países hacia el matrimonio homosexual. La ley acepta mucho mejor incluso otros tipos de diversidad, como el sexo masoquista, u otros tipos de comportamientos, como el sexo fuera del matrimonio o las familias monoparentales. Todo lo que en mi infancia eran tabúes sexuales ahora están aceptados en la mayoría de los países de Europa, así que estamos en la dirección de una mayor aceptación de la apertura y diversidad. Ahora los libros médicos encuentran muy difícil definir lo que es perverso, lo cual no significa que no podamos tomar decisiones sobre lo que nos resulta apropiado o inapropiado, bueno o malo. Pero donde se ha producido el gran cambio no es tanto en lo que se hace, sino en cómo lo hacemos.
¿Qué es lo que ahora nos preocupa?
Hoy ya no estamos tan preocupados sobre si somos homosexuales o heterosexuales, sino si la relación que establecemos es positiva. Y estamos más preocupados con el abuso y la violencia de lo que solíamos estar en el pasado; por ejemplo, respecto al incesto, buscamos una protección para los niños. No hemos abandonado los valores, la moral y la ética, simplemente nos preocupan temas distintos.
Menciona las perversiones, son temas que todavía se hablan en voz muy baja…
Si nos remontamos cien años atrás, vemos que los sexólogos pioneros estaban muy preocupados por definir las perversiones, que entonces eran muy similares a los pecados enumerados por la Iglesia. Pero en los últimos veinte o treinta años, la mayoría de los científicos, las actitudes médicas, se han alejado de intentar definir una perversión excepto en términos de algo que incluya la fuerza o la violencia contra otros. Se ha dicho que lo único que realmente se puede llamar una perversión es lo que se ejerce impuesto con violencia contra otro. En los manuales oficiales de diagnóstico, poco a poco han ido eliminando lo que solía considerarse como perversiones, y la homosexualidad ha sido uno de los primeros ejemplos. Primero fue un pecado; luego, una perversión, y ahora se considera una variación, entre otras, de la sexualidad. Donde no se ha producido ha sido, claro, en la pedofilia, porque se trata de la imposición de valores adultos sobre los niños, y como los niños no pueden responder del mismo modo que los adultos, no pueden entrar en el mismo debate porque es un nivel relacional distinto. Nos preocupa el contexto, lo importante es la elección libre, el consentimiento, y rechazar el poder y la violencia.
En sus conferencias, usted afirma que las mujeres, pese a la revolución feminista, siguen teniendo en el fondo de su cabeza un hombre que les llama a la sumisión. ¿Es también una provocación o lo cree de verdad?
La afirmación viene de un trabajo realizado por una colega, Janet Holland, y su equipo, que entrevistaron a mujeres sobre sus actitudes sexuales y encontraron que, aunque afirmaban sus propias opciones, admitían que, en última instancia, les resultaba difícil alejarse de los valores tradicionales en una relación con un hombre. Seguían, de algún modo, sometidas a los hombres en muchas situaciones. Janet explica que no es algo biológico e inevitable, pero que simbólicamente es como si todavía hubiera un hombre en la cabeza de las mujeres, algo que las debilita a la hora de resistirse a los valores tradicionales. Muchas mujeres reconocían que tenían que luchar constantemente contra ello.
Parece que a las lesbianas les cuesta hacerse visibles más que a los homosexuales varones. ¿Funciona la doble marginación?
Creo que el movimiento homosexual femenino ha emergido de las sombras en los últimos 20 años. Históricamente siempre ha sido más fácil para los hombres explorar su sexualidad que para las mujeres, y esto se debe a que nuestra actitud ante la sexualidad está muy basada en supuestos de género: los hombres son activos, y las mujeres, pasivas. Y socialmente en el pasado era mucho más fácil para los hombres alejarse de las actitudes familiares tradicionales y tener sexo fuera de la familia, que es lo que sucedió hasta finales del siglo XX. La mayoría de los hombres que tenían relaciones homosexuales también estaban casados, pero era imposible para mujeres que estuvieran casadas tener relaciones sexuales fuera del matrimonio, porque eso hubiera supuesto un desastre económico, social y moral. Así que podemos decir que el mundo gay masculino está más desarrollado que el femenino. Muchas de las lesbianas que conozco siguen explorando su sexualidad. Estamos en momentos diferentes del desarrollo histórico.
¿Son los transexuales el desafío pendiente a la visibilidad y legalidad?
El transgénero siempre ha formado parte del conflicto de los temas gay, desde los primeros días de la liberación. Pero mientras nuestro movimiento se ha expandido y ha adoptado diferentes formas, el aumento de los movimientos transexuales o transgénero ha supuesto en los últimos años una vuelta a los objetivos radicales del inicio que cuestionaban el elemento permanente del género. Pero simplemente creo que es un aspecto del debate amplio sobre los significados del género y la sexualidad.
La promiscuidad de los homosexuales se ha convertido en un tópico, ¿es una reacción frente a la anterior falta de visibilidad, u obedece a otros planteamientos sexuales?
No creo que la promiscuidad sea forzosamente algo asociado con los homosexuales. Sé que muchos homosexuales tienen múltiples parejas, pero también conozco a muchos que son monógamos. No creo realmente que los homosexuales sean más promiscuos que los heterosexuales, lo que sí se podría decir es que hay menos limitaciones. Hasta hace poco les era imposible casarse, y era más fácil explorar la sexualidad en distintas actividades. La escena sexual basada en distintas parejas fue un modo de explorar la sexualidad en un mundo en el que la homosexualidad había sido reprimida. Hay hombres promiscuos homosexuales y heterosexuales; no creo que la escena gay masculina esté definida por la promiscuidad.
Parece que los valores de la sexualidad se están librando en un paisaje remodelado en el que debemos aprender a navegar sin mapas. ¿Cómo ve ese paisaje?
Las relaciones fallan, hay relaciones que fracasan, y esto siempre ha sucedido y quizá hoy suceda más que en el pasado por la falta de buenos mapas. Pero, a pesar de todo, las personas viven intentando tener buenas relaciones y el paisaje hoy es un gran continente con distintas poblaciones que coexisten. Algunas veces se construyen nuevas formas de identidad, a veces se construyen muros alrededor de sus vidas… Es un paisaje confuso y a menudo resulta difícil encontrar el camino, pero creo que la pluralidad es lo que define nuestro entorno, y no tenemos más remedio que aprender a vivir con él.
- Sexualidad, militancia y derechos humanos
- Nacido en Gales en 1945, ha sido decano de Ciencias y Artes Humanas de la London South Bank University y director del Instituto de Investigación de Política Social y Regeneración Urbana. Es miembro de distintas academias y comités universitarios, y ha publicado innumerables artículos y más de una docena de libros sobre la influencia de la historia y cultura en la sexualidad (traducidos al español: ‘El malestar de la sexualidad’ y ‘Sexualidad’).
- Un reto: que los logros conseguidos en Occidente lo sean para todo el mundo. “El elemento clave es el debate de los derechos sexuales sobre la base de nuestros derechos humanos. Tenemos que poder garantizar que a los adúlteros no se les lapide, o que los homosexuales no sean ejecutados en algunos países. Que nuestra humanidad común sea una humanidad sexual común”.