- El acusado alega que mató a los dos jóvenes en defensa propia al temer ser violado y asesinado
- Jacobo Piñeiro afirma que llevaba dos días sin comer ni dormir en los que consumió hasta 30 copas y casi cinco gramos de cocaína
- Faro de Vigo, 2009-02-17 # Marta Fontán . Vigo
Los mató, pero en defensa propia. Jacobo Piñeiro Rial, el vecino de Cangas de 30 años acusado de asestar casi 60 puñaladas a dos jóvenes en un piso de la calle Oporto de Vigo y después quemar sus cadáveres, alegó que lo hizo para defenderse preso de un "ataque de pánico" ya que los fallecidos lo atacaron con sendos cuchillos después de que se negara a ir con ellos a su habitación al sospechar que pretendían mantener relaciones sexuales con él. "Me querían matar", afirmó. En palabras de su abogada, actuó con "miedo insuperable a ser asesinado y violado". La defensa se centra también en intentar demostrar que estaba muy drogado y borracho, por lo que no era consciente de lo que hacía: al respecto, el reo aseguró que justo antes de los crímenes encadenó dos días seguidos de marcha sin comer ni dormir en los que bebió hasta 30 copas, sobre todo cubatas de whisky, y consumió casi cinco gramos de cocaína. Unas justificaciones que no se cree el fiscal, que pide una condena de 60 años de cárcel por los "inhumano y horrendos" asesinatos que provocaron en sus víctimas un sufrimiento "inimaginable" durante los más de cinco minutos que permanecieron vivos mientras recibían una 22 cuchilladas y la otra, 35.
Con el testimonio del acusado arrancaba ayer en la Sección Quinta de la Audiencia el juicio por el doble crimen de la calle Oporto, ocurrido hace dos años y medio, concretamente la madrugada del 13 de julio de 2006. Los fallecidos, que vivían juntos y tenían previsto casarse, fueron Isaac Al Daní Pérez Triviño, de 27 años, y Julio Anderson Luciano, un brasileño de 32. El interrogatorio al presunto asesino fue ya por la tarde, ya que la selección del jurado, de mayoría femenina, duró más de tres horas y media.
En barcoEl relato de Jacobo Piñeiro sobre lo sucedido, que se contradice en muchos puntos con las pruebas y las declaraciones de otros testigos, empieza el 11 de julio de ese 2006 en Cangas. Allí, contó, estuvo todo un día y toda una noche bebiendo y drogándose hasta que, a las ocho de la mañana del 12 de julio cogió un barco a Vigo. Allí fue directo al ´Strong´, un local de copas de la calle Urzáiz, que abría todo el día. Fue donde conoció a una de sus víctimas, Isaac, un camarero que lo invitó "a una consumición". Tras entablar amistad con él, y mientras seguía consumiendo, decidió ir con él a su piso. "Me invitó a una fiesta", dijo Jacobo Piñeiro. Eso, según su versión, ocurría ya a las nueve de la noche. Algo que se contradice con lo que él declaró tras el crimen y con lo relatado por un camarero, que indica que ya se habían ido a las cuatro y media de la tarde. Fue una de las muchas imprecisiones de su relato en las que ahondó el fiscal, al que el reo se negó a seguir contestando en un momento del interrogatorio _-cuando le preguntaba sobre los detalles del crimen-, dejando las más de 60 cuestiones que le restaban a este profesional sin respuesta. A partir de ahí, sólo contestó a su abogada.
Cuando llegaron al piso de la calle Oporto, prosiguió el acusado, allí ya había tres personas, entre ellas la que sería la otra víctima, Julio. Pero él e Isaac -conocido como Al Daní- permanecieron solos en una habitación durante horas, sin participar en la cena con los demás. Declaró que estuvieron hablando, bebiendo y metiéndose "rayas". Entre medias se duchó. Pero, aseguró, no mantuvieron relaciones sexuales, aunque compañeros de la víctima sospechaban que así era y el propio imputado se lo dijo a uno de los amigos de Cangas a los que confesó el crimen.
Afirma que se fue del dormitorio cuando llegó Julio y lo vio "serio". Decidió entonces irse a dormir a otra habitación y, poco después, asegura, apareció Julio "desnudo" invitándolo a ir a la habitación con él e Isaac. "Vente, que tengo un gramo de cocaína y lo vamos a pasar bien", declaró que le planteó. "Pensé que quería tener relaciones sexuales conmigo; me dije ´que atrevimiento", señaló. "Yo le contesté que le iba a dar una ostia o tirarlo por la ventana y se fue", añadió. Pero, relata, Julio volvió con un cuchillo en la mano: "Me retó; con una risilla dijo ´vas a ver ahora si vienes o no".
La agresiónY ahí, según su versión, empezó todo. Él se levantó, le dio un empujón y Julio le soltó "un cuchillazo". En este forcejeo asegura que lo hirieron en cabeza y rodilla. Logró sacarle la navaja por la hoja. El fiscal cuestionó esto, ya que el procesado mide sólo 1,60 y el joven brasileño es fuerte y llega a 1,80. "No sé cómo lo hice", le contestó. Al desarmarlo le clavó para "defenderse". Y llegó Isaac con otro cuchillo. Y también se lo quitó y también le clavó: "Lancé casi sin ver muchas veces; no pude escaparme" . Tras esto, confuso, quemó los cadáveres y la casa y robó unos objetos que se llevó en una maleta. El crimen ocurría a la cuatro de la madrugada, pero no se fue hasta las nueve y media de la mañana. Cuando llegó a Cangas pensaba "que no estaban muertos".
Frente a la petición de 60 años del fiscal y la de 61 de la acusación particular (al añadir a los de asesinato e incendio el delito de hurto), la abogada de él pide la absolución por legítima defensa, miedo insuperable e intoxicación por alcohol y drogas. "Señores, no es un asesino", señaló al jurado. La jurista llegó a calificar de "admirable" que, en el estado de Jacobo, fuese capaz de actuar así y defenderse.
- "Eran gays, pero no violadores"
- La madre de Isaac lamenta que “sale más barato matar que robar”
“Eran gays, ¿y qué? La condición sexual no es ningún delito, y ellos no eran violadores ni asesinos, sino víctimas. Mi hijo Isaac y Julius eran dos excelentes personas, amigos de sus amigos y muy solidarios. Entiendo que la única alternativa de la defensa es alegar un móvil sexual, pero no precisamente por parte de las víctimas. Mi hijo estaba dormido en su cuarto cuando Jacobo le despertó para matarlo, y eso deja muy clara la actuación del presunto”, explica Marta Pérez Triviño.
“Querría morirme. Estoy fatal y sigo a tratamiento psiquiátrico, pero he sido fuerte para llegar hasta aquí y no voy a fallarles ahora a mis niños. Ellos son mis ángeles y me dan fuerzas”, añadía la madre de Isaac, que fue indemnizada por el Estado con 45.000 euros como perjudicada en un delito violento, a las puertas de la Audiencia de Pontevedra con sede en Vigo.“El dinero es lo de menos, nadie devuelve las dos vidas”, asegura.
En cuanto a si espera que se haga Justicia, señala que en España es más barato matar que robar. “Los asesinos pasan menos años en la cárcel que quien comete un robo.Eso no es justo”, afirma.
- "Salió la noticia en la tele y dijo: fui yo"
Dos amigos de Jacobo Piñeiro Rial tardarán mucho en olvidar aquel 13 de julio de 2006. Tras cometer los crímenes, el acusado volvió en barco a Cangas y, a lo largo del día, quedó con estos dos compañeros. Y a ambos, a uno en una cafetería y a otro en la propia casa de éste, llegó a confesarles los hechos. Ambos le recomendaron que se entregase a la Guardia Civil, pero desoyó el consejo y decidió irse a las fiestas de Marín. Allí, pocas horas después de perpetrar los macabros asesinatos, fue finalmente detenido tras una rápida investigación policial.
Estos amigos declararon ayer en el juicio. El primero en hacerlo fue Miguel, con el que el acusado, pese a que nunca reconoció su bisexualidad, mantenía relaciones “esporádicas”. Este hombre relataba que tenía a Jacobo “en muy alta consideración”. Nunca se imaginó que pudiese hacer algo así.“Conmigo siempre fue amable, encantador...”, señaló. Quedó con él esa tarde en un bar del centro de Cangas después de que lo llamase por teléfono y, al poco tiempo, lo llevó a su casa.“Estaba un poco alterado, tenía una mano vendada y me dijo que había sido un corte”, relató. Pero la verdadera razón de su estado la conocería tras salir en la televisión, en un programa de sucesos, la noticia del doble crimen. “Se levantó, se derrumbó y me dijo: ‘Micky, fui yo”, relató.
Y entonces Miguel, que conocía a las víctimas y las consideraba buenas personas, vio la sangre en las piernas de Jacobo:“Y me di cuenta de todo; le dije que no se podía quedar en mi casa,que lo acompañaba a la Guardia Civil, que lo llevaba a casa de sus padres...; tenía que sacarlo de allí, hasta pensé en coger un palo y darle en la cabeza”. Pero el acusado no quería entregarse. Al contrario, le pidió a su amigo que lo dejase esconderse en su casa, a lo que éste se negó.“Estaba lloroso; toda su frustración era que no vería crecer a su hijo, decía que se escapaba...”, recordó el testigo, que al principio creyó la versión del presunto asesino de que había actuado en defensa propia.“Pero cuando me enteré de todo el ensañamiento ya no”, reconoció.
Con el otro compañero ya había quedado al mediodía. Jacobo lo invitó a comer en un bar y le pidió que le guardase la maleta que contenía los objetos robados a las víctimas. Sin saberlo este amigo, claro, porque una vez escuchó la confesión de los crímenes de boca del acusado le exigió que sacase el troller de su vivienda. El acusado lo hizo y lo abandonó al lado de un contenedor. Allí pudo ser recuperado por los investigadores.