- El héroe que salvó a una mujer no tiene ni para pagar el alquiler
- "No entiendo cómo se puede maltratar así a una chica", dice Rivera, que evitó un crimen machista en Barcelona
- El País, 2009-01-22 # Jesús García • Barcelona
Wilson Rivera, el ecuatoriano que el martes evitó un crimen machista en plena calle, es objeto de toda suerte de elogios y homenajes. La Generalitat catalana le propuso ayer para la medalla de bronce al mérito policial, con distintivo azul. Pero el hombre, que tiene 37 años y vive en un barrio de Barcelona con gran presencia de latinoamericanos, tiene preocupaciones más prosaicas. Trabaja, pero "poco" (la crisis del ladrillo no perdona), las pasa canutas para pagar el alquiler y, de hecho, piensa en volver a su país después de seis años en España.
Rivera y su familia atienden a EL PAÍS en su casa, una modesta vivienda situada en una callejuela poco iluminada de Sants. Junto a él, su esposa Katty y una de sus hijas miran las noticias en la televisión catalana. En una de las imágenes aparece Jesús María P. A., el agresor al que el ecuatoriano puso en su sitio. "Míralo, tiene pinta de nazi. Apuñaló a la pobre mujer como un bestia", recuerda.
Antiguo miembro de la Marina de Ecuador, Rivera es un hombre de corta estatura, pero fornido. Katty, que sostiene en sus brazos a la pequeña, sonríe con admiración. Pero el hombre, convertido en héroe contra su voluntad, se empeña en restar importancia a su actuación. Rivera conducía su coche, observó la brutal escena y no lo pensó dos veces. "Saqué una barra de plomo, de las que utilizo para trabajar, y se la arrojé a la cabeza", precisa.
El suceso ocurrió junto al monumento de la Sagrada Familia. A esa hora (las nueve de la mañana) había ya "bastante gente" en la calle. Ante la extremada violencia del agresor, la mayoría de transeúntes huyó a la carrera, o se refugió detrás de algún coche. Rivera no entiende tal actitud. Y menos aún la de "dos guardias que estaban controlando unos aparcamientos y no hicieron nada", rememora.
Antes de que Rivera entrara en escena, un hombre trataba ya de controlar al agresor. "Pero no acababa de decidirse. Le dije que me dejara la barra que llevaba en la mano", relató. Una tercera persona, que también será condecorada con la medalla al mérito policial, se enfrentó al individuo con lo que tenía más a mano: una carpeta de folios que le arrojó. El agresor los hizo trizas y los aprovechó para lavarse las manos ensangrentadas que aún sujetaban un cuchillo de cocina, según fuentes policiales.
Rivera está abrumado por lo que ha vivido en poco menos de 48 horas. "Mi teléfono no ha dejado de sonar. Y desde que la noticia saltó a Internet, mis familiares del Ecuador ya se han enterado de todo", explica. El consulado de su país en Barcelona le prepara un homenaje. Incluso la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, le ha felicitado públicamente por su arrojo. Le han propuesto ir a Madrid, a explicar su heroicidad en televisión. "No quiero hacer eso. Debo estar con mi familia y trabajar", insiste.
Pese al cansancio -son casi las once de la noche- Rivera hace un esfuerzo por recapitular y aclarar los detalles del suceso: "Después de golpear al chico, saqué de allí a la mujer y la metí en el coche. Estaba muy nerviosa y no acertaba a bajar el seguro". Katty también estaba en el vehículo, por lo que decidió encender el motor y salir de allí. La víctima, de 41 años y nacionalidad rusa, hizo una llamada de teléfono para pedir ayuda a un conocido y pidió a su salvador que la dejara "en la siguiente esquina". Pero él se negó y, cuando dio la vuelta a la manzana, la patrulla de los Mossos d'Esquadra ya había aparecido para detener al agresor.
Jesús María, de 35 años, pasará hoy a disposición judicial. Está acusado de intento de homicidio, aunque carece de antecedentes y no había sido denunciado por su ex pareja, que recibió seis puñaladas en cuerpo y espalda y ayer, tras una mejoría, fue dada de alta. "Me alegro de que ella esté bien. No era su hora de morir", dice. "No entiendo cómo se puede maltratar así a una chica", insiste Rivera, que anima a la gente a "actuar" ante la violencia y cree que su caso sí servirá para eliminar "tópicos" sobre el trato que los hombres sudamericanos dan a sus mujeres.