- Ratzinger designa obispo de San Sebastián a José Ignacio Munilla, conocido por sus convicciones homófobas y tránsfobas
- Dos Manzanas, 2009-11-25 # Flick
José Ignacio Munilla es el escogido por Joseph Ratzinger como nuevo obispo católico de San Sebastián. Un hombre que, independientemente de consideraciones políticas vinculadas al conflicto vasco en las que no entraremos, se caracteriza por sus posiciones ultramontanas en lo referente a la realidad LGTB. Autor de textos abiertamente homófobos y tránsfobos, Aquilino Polaino es uno de sus referentes. A continuación reproducimos y enlazamos algunos de sus textos, que advertimos rozan lo moralmente repulsivo.
La homosexualidad, “trastorno neurótico”
En una carta titulada “Homosexualidad y esperanza”, a la que ya dosmanzanas se refirió en su momento cuando fue nombrado obispo de Palencia, Munilla califica la homosexualidad como una “tendencia desviada” y un “trastorno neurótico”. No duda en recurrir a la mentira cuando afirma que “el cambio en la consideración de la homosexualidad, de trastorno psicopatológico a mera condición sexual alternativa, se ha debido más a las presiones de los influyentes lobbys gays, que a nuevas evidencias científicas”, afirma. “Uno de los más graves problemas que padecen las personas homosexuales es el escaso número de profesionales que trabajan en la investigación y el tratamiento de su tendencia. La tremenda presión que se puede llegar a soportar en nombre de lo políticamente correcto, llega a coartar la libertad del ámbito de la ciencia.Existen, no obstante, profesionales de primera línea que se atreven a continuar afirmando lo que la psiquiatría siempre ha afirmado: estamos ante un trastorno neurótico (Van Den Aardweg, Bieber & Bieber, Aquilino Polaino, etc…). Y lo que es mejor, no cejan de ofrecer sus terapias curativas con resultados nada desdeñables”, continua el nuevo obispo vasco.
A continuación, Munilla se lanza a la piscina de los peores tópicos homófobos: supuesta insatisfacción emocional, “guetos”, etc. “Tengamos presente que sólo lo verdadero puede ser realmente solidario y caritativo. No hay otro camino de liberación para las personas homosexuales que la lucha por corregir sus propias tendencias desviadas. La rendición a esa neurosis sexual, la búsqueda de contactos y relaciones, inestables y frustrantes por su propia naturaleza, desemboca a la larga en una profunda insatisfacción, por mucho que se disfrace de ruidosa alegría aparente.En los documentos en los que la Iglesia Católica aborda esta cuestión, no se habla nunca de ‘homosexuales’, sino de personas con una tendencia homosexual. No existe el ‘homosexual’, como si se tratara de una condición constitutiva de la especie humana. Una perspectiva que rompe la tendencia al ‘gueto’ que tanto caracteriza al mundo homosexual. La condición homosexual no es la primera y ni siquiera la última en la escala de las condiciones desordenadas que deben de centrar nuestra atención. Se debe colocar al mismo nivel de otras tendencias morales desordenadas, como el deseo de posesión, el ansia de dominio; o quizás también al mismo nivel que otras muchas compulsiones y adiciones neuróticas”.
La transexualidad, “endiosamiento del deseo”
Con ocasión de la aprobación de la ley conocida como de identidad de género, Munilla publicó otra carta, titulada “Endiosamiento del deseo”, en la que se despachó a gusto contra las personas transexuales. “Por lo visto, eso de que tengamos que ser hombres o mujeres por naturaleza, ahora se entiende como una imposición inadmisible, y en adelante el ciudadano podrá ejercer el derecho de elegir libremente su sexo”, afirma. “Esta nueva ley resulta tan sorprendente y extraña para la mayor parte de la población, que posiblemente sea ignorada o reducida al comentario cómico e irónico. Sin embargo, nos equivocaríamos si no le prestásemos la debida atención. Esto, a pesar de las apariencias, no es ninguna broma”, advierte Munilla, que avisa sobre el supuesto peligro de “degradación moral” que suponen este tipo de leyes. “El número de parejas homosexuales que solicitan el matrimonio o de transexuales que vayan a inscribir en el Registro Civil su cambio de sexo, en el momento actual es insignificante. La ley actual, ¿da solución a un problema o, por el contrario, va a contribuir a que se genere?”, escribe.
Especialmente perverso es el razonamiento que sigue: “Una de las consecuencias más rápidas y notorias que tendrá la actual disposición (al igual que ha ocurrido con el llamado ‘matrimonio’ homosexual), es que los contenidos de las asignaturas cursadas por los niños españoles serán revisados para adecuarse a la nueva legislación. Al niño se le instruirá en que, como ciudadano español, puede casarse indistintamente con un hombre o una mujer; y que, igualmente, puede aceptar la condición sexual con la que ha nacido o cambiarla, si no se siente a gusto con ella. La consecuencia será que el niño se connaturalice con unas propuestas totalmente extrañas a la educación que se le trasmite en el seno de la familia. En la práctica, será un gravísimo obstáculo para que los padres puedan hacer valer su derecho constitucional de educar a los hijos conforme a sus principios y convicciones (…). Al fondo está el endiosamiento del ‘deseo’: El centro de nuestra cultura secularizada, no es otro que el endiosamiento de la propia voluntad”.