- Las forenses desmontan la defensa del acusado y apuntan a un plan "elaborado"
- Su informe también descarta que Jacobo Piñeiro estuviese bajo los efectos de gran cantidad de alcohol y drogas
- Faro de Vigo, 2009-02-17 Marta Fontán # Vigo
Fue una exposición larga, clara y detallada. Ante el jurado, las forenses empezaron por explicar las autopsias realizadas a Isaac Al Daní Pérez Triviño, de 27 años, y a Julio Anderson Luciano, de 32, quienes, entre las cuatro y las cinco de la madrugada del 13 de julio de 2006, recibieron vivos hasta 57 puñaladas, muchas por la espalda y estando ya muy débiles, que les provocaron una dolorosa agonía de entre cinco y quince minutos. De nada les valió intentar defenderse. Tras morir desangrados por las cuchilladas, la mayoría "innecesarias", sus cuerpos fueron quemados.
Autopsias
El joven Isaac, que invitó al acusado a su piso tras conocerlo en el pub ´Strong´, fue el que recibió más puñaladas. Un total de 35 -tres de ellas mortales y una que llegó a atravesar el hueso- localizadas en la parte superior del cuerpo. Su cadáver, el más quemado, apareció en uno de los dos dormitorios, cuya puerta fue "reventada" a golpes por el reo. Estaba desnudo, recostado sobre un costado y con un cable alrededor del cuello que lo sujetaba a las patas de la cama. En torno al cuello también tenía una sábana. La brutal agresión tuvo dos momentos: en uno Isaac estaba de espaldas y en el otro de frente, cuando intentó defenderse de su agresor, tal y como reflejan las heridas en sus manos. Las últimas cuchilladas las recibió en la zona de la cara: las forenses explicaron que, en base a la bibliografía que manejan, esto suele significar "un sentimiento pasional" o "ánimo de desfigurar la cara".
Julio fue hallado en el salón, al fondo de la casa. Estaba boca abajo, cubierto por una manta y con un cable en sus muñecas. Pero la agresión no comenzó en esta estancia. Fue atacado en otro lugar y de ahí fue arrastrado al salón: prueba de ello es una huella ensangrentada de la palma de su mano en el pasillo, así como las marcas de arrastre. El brasileño recibió 22 puñaladas y una de las primeras, cerca de la ingle, ya fue mortal. Tardó minutos en morir, un período en el que apenas pudo defenderse ya que otra cuchillada le inutilizó el brazo derecho y estaba semidoblado por el efecto de las heridas. Las últimas siete puñaladas, casi muerto, le fueron asestadas en la espalda.
Estos crímenes no respondieron a un impulso repentino de Jacobo. "La secuencia de los hechos y el perfil lesivo nos hablan de una elaboración y ejecución de actos ordenados que llevaron a un fin determinado", contó una forense, pese a apuntar que algunas heridas del acusado podrían ser de defensa. Sobre la inteligencia límite que sufre el reo, y que según su letrada le afectó, las forenses dijeron que no le impide distinguir el bien del mal.
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