2009/01/14

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  • Tintín se hace octogenario
  • La polémica ha acompañado al héroe del cómic creado por Hergé hace 80 años. Desde su nacimiento, el 10 de enero de 1929, ha vendido casi 300 millones de álbumes oficiales
  • El Diario Vasco, 2009-01-14 # Miguel Lorenci • Colpisa • Madrid
El 10 de enero de 1929, aparecía la primera viñeta de Tintín y su inseparable perro Milú. La firmaba Hergé, acrónimo formado con el sonido en francés de las iniciales cruzadas de Georges Rémi, dibujante belga que haría universalmente famoso a un arrojado y joven reportero con mechón pelirrojo al que desde entonces acompañó la polémica. La publicó Le Petit Vingtième, suplemento juvenil de un rotativo católico de corte integrista dirigido por el abad Norbert Wallez. Destacado antisemita y admirador de Mussolini, el abad encargó a Hergé el suplemento que albergó las viñetas inaugurales de Tintín en el país de los sóviets. Era la primera aventura de una serie que sumaría 23 álbumes oficiales en medio siglo, de los que pronto se habrán vendido 300 millones de ejemplares.

Padre del depurado estilo de la línea clara, Hergé evolucionó desde un radical conservadurismo católico a posturas más tolerantes, abonando una leyenda negra que salpicó al dibujante y al personaje. Tintín recorrió los grandes acontecimientos del siglo XX. Nacía asqueándose de la «mentira soviética» y se despedía de sus lectores simpatizando con la guerrilla sudamericana, luciendo vaqueros y el anagrama de la paz y practicando el yoga.

Entre ambas aventuras, el presunto reportero tuvo que soportar acusaciones de racismo que suscitaron debates parlamentarios en Francia, Bélgica o el Reino Unido. También de espía, de connivencia con el colonialismo y con los regímenes totalitarios o de maltrato animal. Hasta las más recientes tesis que apuestan por una supuesta homosexualidad amparada en el nulo interés por las mujeres que Tintín demuestra a lo largo de todas sus aventuras y su muy estrecha amistad con el capitán Haddock, no han faltado discusiones sobre la ideología de Hergé, su deriva y la de sus personajes y guiones.

Tintín visitó el Congo y América -donde se le ve el plumero colonialista y racista-, la luna, el Tíbet, el desierto, Australia, la Isla Negra, el Amazonas y Centroamérica -ya como un demócrata- sin perder en cinco décadas un ápice de su eterna juventud. Tampoco escribió un solo reportaje o envió una noticia en las muchas aventuras que protagonizó al lado del Capitán Haddock, el ensimismado profesor Silvestre Tornasol, los omnipresentes y patosos policías Hernández y Fernández, la soprano Bianca Castafiore, el mayordomo Néstor y un sinfín de magistrales secundarios, de Serafín Latón a Rastapopolulos o el general Alcázar.

Industria
La polémica pervive pero no afecta a la próspera industria que generó y alimenta el personaje de Hergé. Desde la muerte de su creador hace más de un cuarto de siglo en su Bruselas natal, las aventuras de Tintín han seguido vendiéndose como rosquillas, a razón de más de tres millones de ejemplares al año. En estos 80 años, las aventuras de Tintín se han traducido a sesenta lenguas, incluidas el tahitiano o el esperanto.

El padre de la polémica criatura, el genial Hergé, murió sin liberarse de su leyenda negra. Desde la izquierda francesa se le llegó a tildar de antisemita y filonazi. Colaborador de publicaciones fascistas y germanófilas, tras la liberación de Bélgica fue rehabilitado por personalidades de la Resistencia que le consideraron «un torpe más que un traidor y un cándido en el plano político».

Fueron, con todo, muchos y notables los cambios operados en el pensamiento de Hergé, plasmados a raíz de Tintín en el Tíbet, considerada la obra maestra de la serie y en la que depura su sobrado talento y dulcifica su mirada del mundo. Decide en esta época pulir las historias anteriores -se pasó la vida redibujándolas- y suprimir cualquier alusión política.

El anticomunismo burdo y maniqueo de El país de los sóviets acabaría por convertirse a sus ojos en una obra maldita. El propio Hergé renegó de un álbum que consideraba «demasiado somero gráficamente y políticamente sectario». Poco antes de morir, admitió que era el fruto de «un belga nutrido de prejuicios e ideas católicas». Entre otras peripecias, Tintín sobrevive a un pelotón de fusilamiento por haber denunciado la tortura y ve a un guardia rojo negar pan a un muerto de hambre, golpearlo y llamarle «perro» por la simple razón de no ser comunista. El álbum sigue sin figurar en la colección oficial de títulos certificados para niños «de 7 a 77 años». Con todo, la preciada presa de coleccionistas, agotada desde hace décadas, se reedita en facsímil.

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