2009/11/13

> Berria: Abortua > CATOLICOS DE PSOE Y PNV RECHAZAN LA AMENAZA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL POR EL ABORTO

  • Católicos de PSOE y PNV rechazan la amenaza de Rouco por el aborto
  • Urkullu dice que Martínez Camino no representa a los obispos. Bono: "Muchos cristianos creemos en la iglesia del amor, otros, en una excluyente, inquisitiva". Diputados socialistas tachan a los jerarcas religiosos de preconciliares
  • El País, 2009-11-13 # Anabel Díez / Carlos E. Cué . Madrid
La amenaza directa del portavoz de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Martínez Camino, persona de absoluta confianza de Antonio María Rouco Varela, presidente de los obispos españoles, ha sentado muy mal entre los numerosos diputados católicos que, dentro del PSOE o del PNV, se disponen a apoyar la nueva ley del aborto antes de fin de año.

Martínez Camino dejó muy claro que cualquier cristiano que "apoye, vote o promueva esa ley", en un evidente mensaje de presión a los parlamentarios, "está en pecado mortal público y no puede ser admitido a la sagrada comunión". La frase apelaba al PNV, a quien la iglesia presiona después de que decidiera por unanimidad apoyar la ley con algunas enmiendas.

Pero la amenaza pinchó en hueso. Ayer varios diputados nacionalistas señalaban su malestar con el portavoz de los obispos y a todos ellos les puso voz con gran dureza su líder, Iñigo Urkullu. "Apelando a mi conciencia de profundo cristiano, y desde mi práctica religiosa, tengo que decir que no me veo afectado por lo que dice el señor Martínez Camino. Me pregunto si este obispo representa a todos los obispos, y a todos los sacerdotes de la Iglesia católica", sentenció en Los desayunos de TVE (La Primera).

Urkullu, que dejó muy claro que su partido votará la ley, fue aún más lejos y trató de diferenciar entre la cúpula de los obispos españoles y el Vaticano. "Es una paradoja que cuando el Vaticano se plantea admitir en su seno a los sacerdotes anglicanos, incluso casados, aquí algún obispo intenta señalar con el dedo como pecadores a un sector de la sociedad. No me siento pecador público. Es una ley que lo que hace es mejorar la que está vigente desde hace 24 años".

El presidente del Congreso, el socialista José Bono, también cristiano, aludió a un documento de la Conferencia Episcopal de 1986, Católicos en la vida pública, en el que se apelaba a las ideas con Concilio Vaticano II para rechazar que se pueda imponer en las leyes las normas morales de la Iglesia. Bono, que evita el choque directo con Martínez Camino, concluye en declaraciones a EL PAÍS: "Muchos cristianos nos sentimos parte de una Iglesia que es madre y que se relaciona con la sociedad mediante el testimonio del amor, y lo hace con humildad, generosidad y del perdón. Hay otros modos de sentirse Iglesia, más cercanos a planteamientos inquisitivos, judiciales y excluyentes, donde el ordeno y mando tiene más importancia que la fraternidad evangélica".

Otros diputados socialistas cristianos rechazan la advertencia o amenaza del obispo. Manuel de la Rocha, uno de ellos, insistió en que él votará la norma y apeló también a varias ideas del Concilio Vaticano para concluir: "Las declaraciones de Martínez Camino responden a una opinión personal de este señor, pero estoy convencido de que no son compartidas por la inmensa mayoría de los cristianos y cristianas. El mensaje de Jesús de Nazaret es un mensaje de amor y tolerancia. Las opiniones de Martínez Camino lo son de condena e intolerancia, propias de tiempos y situaciones que creíamos superadas".

En el mismo sentido, José Antonio Pérez Tapias, otro socialista cristiano, sentenció: "Martínez Camino es la muestra de una iglesia que no escucha, sólo condena. Que hace gala de intolerancia y que no es evangélica. Una Iglesia preconciliar que no dialoga con el mundo y menos con las mujeres. La Iglesia no puede imponer su moral a toda la sociedad".

Mientras, los populares, que votarán en contra de la ley, no se dan por aludidos. Aún así, en el sector moderado del partido siempre preocupa que se asocie al PP con la parte más conservadora de la Iglesia. Ése es el motivo por el que un católico practicante como Mariano Rajoy decidió evitar la manifestación contra el aborto de octubre a la que sí acudió su mentor, José María Aznar, bajo cuyo mandato se practicaron 500.000 abortos.
  • Variaciones en un cisma soterrado
  • El País, 2009-11-13 # Juan G. Bedoya
Llegó un feligrés a misa cuando el cura estaba en mitad de su sermón. "¿De qué está hablando?". "Del pecado". ¿Y qué dice?". "Que no es partidario", le resumió el vecino. Irritarse, como hicieron ayer algunos políticos, por las execraciones del portavoz del episcopado español contra quienes vayan a votar la ley del aborto es como disgustarse porque el Papa no quiera renunciar a las ostentosas prerrogativas del pontificado romano. ¿Qué van a decir?

Otro cantar es el debate sobre la autoridad de los prelados del catolicismo, por encumbrados que aparezcan. Cientos de teólogos de prestigio y miles de iglesias de base no hacen caso a sus proclamaciones sobre el aborto. Ese es el principal motivo de enfado de los obispos, y su mayor preocupación: el cisma soterrado en que están sumidos, en este y en otros muchos asuntos.

La tesis de la otra Iglesia católica, expuesta desde dentro, la verbalizó ayer la teóloga Margarita Pintos de Cea-Naharro, de la prestigiosa Asociación de Teólogos Juan XXIII. "Como católica creo que la vida es un don de Dios; como mujer comprometida con la vida de las personas, quiero que las mujeres dejen de ser víctimas y puedan decidir en conciencia. Hay que releer el evangelio de Juan sobre la mujer adúltera: "Tampoco yo te condeno...". Muchas mujeres católicas no queremos imponer nuestra moral a un Estado laico, plural y democrático".

También el jesuita Juan Masiá Clavel discrepa del portavoz episcopal, como él miembro ilustre de la Compañía de Jesús, pero en orillas bien alejadas. "Ningún Gobierno tiene derecho a arrogarse el monopolio de la democracia. Ninguna confesión religiosa tiene derecho a detentar el monopolio de la moral", sostiene.

Autoridad mundial en bioética, Juan Masiá añade: "No todo lo éticamente rechazable ha de ser penalizado, ni tampoco lo despenalizado es, sin más, éticamente aprobable. No hay que mezclar delito, mal y pecado. Seguimos sin aprobar la asignatura pendiente: proponer sin imponer; despenalizar sin fomentar; cuestionar sin condenar; concienciar sin excomulgar. Rechazar desde la conciencia el mal moral del aborto es compatible con admitir, en determinadas circunstancias, que las leyes no lo penalicen como delito. El apoyo a esas despenalizaciones no se identifica con favorecer el aborto a la ligera".

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