- Manuel Piedrabuena . Comisario de Policía Judicial de Sevilla : "Me quita el sueño muchas noches"
- Aún tiene fe en el río Guadalquivir. "A veces tarda un año en devolver cuerpos"
- El País, 2009-07-20 # Javier Martín-Arroyo
La espina sigue clavada. Han pasado meses, y las mentiras de los implicados aún sepultan el hallazgo del cadáver de la chica, que ayer hubiera cumplido 18 años, a pesar de las numerosas certezas. Desde su despacho austero con un gran crucifijo, Piedrabuena dirige la Brigada de Policía Judicial de Sevilla y el equipo de 40 agentes que todavía mantienen vivo el caso. Una madeja enrevesada por tres amigos de la joven, cómplices de un crimen con tintes de película de terror juvenil.
Sólo 10 días después de que desapareciera Marta, el comisario ascendió para dirigir a los 200 policías de la brigada más peliaguda en cualquier jefatura. Y entonces llegaron las jornadas dobles, las horas extras y los fines de semana sin descanso. "La policía se ha volcado, y creo que muchas personas no lo han valorado. Me indigno porque, incluso, se ha puesto en tela de juicio el trabajo policial". El regusto amargo sólo se esfumará cuando aparezca el cuerpo.
Después de la detención de los acusados tres semanas más tarde del crimen, los jóvenes comenzaron a mezclar sus fábulas con la oscura verdad. Primero relataron que tiraron el cuerpo al río Guadalquivir, luego negaron a coro haber tenido nada que ver, pese a las muestras de ADN que les implicaba. Finalmente, el asesino confeso y ex novio de la joven, Miguel Carcaño, narró cómo arrojaron a Marta a un contenedor de basura.
Mientras, Piedrabuena ejecutaba las órdenes del juez para agotar todas las pistas. "El río fue lo más duro. Unos 220 militares, policías, guardias civiles, perros adiestrados embarrados y buzos que sólo podían sumergirse cuando las mareas lo permitían". Después de un mes, llegó el tercer viraje de Carcaño y la búsqueda en el vertedero. Desde entonces, una quincena de agentes peinó una inmensa montaña de basura de 11 metros de altura. Cada día esparcían los desechos con máscaras de oxígeno para soportar el hedor. Y nada. De nuevo, sin resultados. Vuelta a empezar.
¿Rabia? "Al final de cada búsqueda se puede sentir fracaso por no haber cumplido el objetivo, pero las ganas lo superan porque fuimos una piña. La sensación que permanece es la del trabajo bien hecho". Piedrabuena es un sabueso serio y hermético. Cada vez que bordea detalles de la investigación en marcha, se frena en seco.
Ha estado en el ojo del huracán hasta que la instrucción se ha acercado a su fin y el temporal ha amainado. La trascendencia del caso provocó incluso su politización. "La policía detuvo a los presuntos autores cuando se tuvo indicios para poderlos detener. Criticar que deberíamos haber detenido a los jóvenes al día siguiente me parece un poco ligero". A pesar del drama vivido, el comisario defiende los derechos de los implicados a cambiar de versión y rechaza comentar el debate abierto por enésima vez sobre la implantación de la cadena perpetua. "No me sorprendió nada el viraje de los acusados. Después de 39 años en el cuerpo se puede imaginar lo que he visto en mi vida profesional. Pero nosotros sospechamos que las primeras manifestaciones fueron las ciertas". De ser así, el cadáver de la chica saldrá a flote antes o después, para de un plumazo lograr que acabe la tortura de la familia y descartar mil hipótesis. Ha habido casos en los que el Guadalquivir ha devuelto cuerpos tras un año de espera.
"Me ha quitado el sueño muchas noches. Se ha hecho una buena investigación, pero a veces pasan esas cosas. Estamos acostumbrados a estos malos tragos". Lo dice resignado pero con aplomo. Con la esperanza de que la pesadilla acabe pronto.
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