- Juan Gil-Albert, protagonista en París
- Corría el otoño de 2003 cuando en un paseo por la ciudad francesa de Orthez se concibió para el año siguiente el primer coloquio que tuvo lugar en Francia sobre Juan Gil-Albert, autor encaprichado del país vecino, cuya cultura admiró.
- Información, 2009-03-26 # José Ferrándiz Lozano • Subdirector de Publicaciones del IAC Juan Gil-Albert
Cuatro años y medio después París sustituye a Pau como sede de un nuevo evento que no se centra, en este caso, únicamente en la figura de Gil-Albert pero que le reserva un espacio preferente. Durante tres días, del 26 al 28 de marzo, la Universidad París-8 celebra el coloquio «Poétique homoérotique: défense de dire, défense du dire», con la colaboración del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, el Instituto Cervantes y el centro investigador Arco Atlántico de Pau, y con la concurrencia de treinta ponentes procedentes de Francia, España, Estados Unidos, México, Colombia y Venezuela. Aunque centrado en el estudio de varios autores del ámbito latinoamericano, el pretexto de esta convocatoria no fue otro que la publicación del libro «Le style homosexual. En Espagne sous Franco», título con el que se ha editado en Francia el ensayo «Heraclés» de Gil-Albert, el tratado que firmó en la finca familiar de El Salt en Alcoy en 1955 -publicado veinte años después-, en cuyas páginas reflexionó sobre la homosexualidad. De ahí que la temática escogida para el encuentro parisino -la literatura homoerótica- justifique que Juan Gil-Albert concite más atención en el programa de conferencias que otros autores.
Es inevitable recordar que el alcoyano incluyó el homoerotismo en algunos poemas y en cuatro libros en prosa: «Valentín» (1974), la novela en la que el protagonista se enamora del actor de una compañía teatral que interpreta a Shakespeare, el citado «Heraclés» (1975), «Los Arcángeles» (1981), donde el narrador recluido en un monasterio anota experiencias pasadas y presentes con otros chicos, y «Tobeyo» (1990), de toque autobiográfico, en cuyas páginas reconstruye una historia de amor vivida en su exilio mejicano. Basta atender a las fechas de edición de estos cuatro libros para comprender que tuvo que esperar en España un cambio social y político que permitiera, al menos, proponer abiertamente una literatura muy conectada a su situación personal. Por eso fue un apasionado de la película «Muerte en Venecia» (1971), de Visconti, basada en la novela de Thomas Mann, donde un maduro artista -escritor en la novela, músico en la película- contempla hasta morir a un joven efebo en quien descubre su ideal de belleza.
Gil-Albert presenció el film en Valencia, cuando llegó a las carteleras españolas con dos años de retraso, ya en el tardofranquismo. Sólo le molestó el comentario de un espectador sentado en la fila de butacas trasera a la suya, un espectador -castizo, según lo definió- que en cierto momento exclamó: «¡Pero esto es una mariconería!». Quizá por estas cosas sostuvo, cuando se publicó «Heraclés» a mediados de los setenta, que el homosexualismo seguía siendo «el único tema escabroso que queda en pie», lo que compensaba con sus evocaciones de la Grecia clásica, en cuyos textos, mitos e historias descubría la tolerancia que deseaba.
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