- De obispos linces
- El País, 2009-03-18 # Belén Altuna
La Iglesia católica no es capaz de ensayar algún tipo de equilibrio entre la ética de los principios y la ética de la responsabilidad, como intentamos la mayoría de los pobres mortales. Precisamente porque pretende erigirse como la gran guardiana de los principios (y de su inflexibilidad). Para empezar, del principio de que toda vida es sagrada porque viene de Dios, y bajo ningún concepto se puede ni acabar con ella ni impedir que se geste. En efecto, parece olvidarse que la Iglesia católica prohíbe igualmente el uso de anticonceptivos y de todo control de natalidad (excepto por medios "naturales"), siguiendo la encíclica Humana Vitae proclamada por el papa Pablo VI hace cuarenta años, y que Benedicto XVI no parece tener intención de contradecir.
Por supuesto, es claro que con este mandamiento de evitar la contraconcepción son más laxos: ni siquiera parece que en Latinoamérica excomulguen a nadie por esa causa. Lo que sí han hecho sistemáticamente es obstaculizar que los países del segundo y tercer mundo en el que están presentes instauren políticas activas para la prevención del sida, de diversas enfermedades de transmisión sexual y de los embarazos no deseados, logrando así, además, entorpecer la liberación de las mujeres: ¿cómo podrían hacerlo -desarrollarse como personas autónomas, desplegar su vocación profesional- sin facilidades para controlar la natalidad o culpabilizándolas por tomar esas medidas?
En la nueva ley del aborto puede haber varios aspectos cuestionables (como que a los 16 años se pueda abortar sin haber reflexionado siquiera sobre ello con los padres), pero lo que me parece menos discutible es que exista una ley regulándolo. Ahora bien, el objetivo no puede dejar de ser el de disminuir el número de abortos, mediante un reforzamiento de las políticas de prevención y de educación sexual, y con medidas sociales como el aumento de las ayudas a madres solas. Porque el aborto no es un método anticonceptivo, ni deja de ser una decisión dolorosa y traumática para la mayoría de las mujeres que recurren a él. Frivolizarlo sería un error. Equipararlo con el asesinato de una persona hecha y derecha, también.
Los principios absolutos no suelen tener más remedio que descender al terreno resbaladizo, mixto, impuro de lo humano. Descender y responder a las necesidades de las personas. Modificarse, para humanizarse.
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