2009/01/15

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  • Buses ateos
  • El Diario Vasco, 2009-01-15 # Javier Sabadell
Un autobús urbano de Barcelona exhibe un singular anuncio publicitario, de origen británico, que reza: «Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida». Lo de reza le viene como anillo al dedo.

Yo soy ateo. Ya lo saben. Hace poco más de un año, una columna mía en DV que negaba la existencia de Jesucristo levantó ampollas. Las ampollas siempre vienen en formato insulto. No importa la procedencia. Este anuncio ateísta del autobús también las levanta. Y, sin embargo, no deja de parecerme un anuncio irrelevante. Pero los creyentes son especialmente susceptibles. Y algunos se las gastan que no vean. Bush arrasó Irak en nombre de Dios. Jomeini le regaló a Rushdie una fatwa, y desde entonces no hay nadie en occidente que no se la coja con papel de fumar al hablar del Islam. A la postre, unos y otros, cuando algo no les gusta, adornan sus protestas con muerte y destrucción. Siempre hay unos cuantos fanáticos que se lo pasan bomba con eso de creer en Dios. Lo de bomba también viene como anillo al dedo.

No creo en lo sobrenatural, pero sí creo en la bondad y en la excelencia. Y en la razón, la compasión y el método científico para construir el paraíso de la vida. Creo que, con estas premisas, se pueden forjar vidas completas y buenas. Creo asimismo que ser ateo también implica compromiso con la historia del ser humano y su evolución social y personal, en un camino desvinculado de cualquier deidad que lo guíe hacia la trascendencia.

Mi ateísmo es firme. No digo «Probablemente Dios no existe». El adverbio me sobra. Pero claro, tampoco trato de confeccionar un anuncio como el de la cerveza Carlsberg. Y aunque mi no-creencia sea firme, no por ello menosprecio o deslegitimo la fe de los demás. Algunos de nosotros, que no todos, lo admito, pensamos que el hecho religioso es una elección voluntaria y perfectamente legítima del ser humano. Defiendo que cada cual crea en lo que desee, pero siempre desde la tolerancia, tan vital en el complejo entramado de la sociedad moderna, y sin perjudicar a terceros (Bush, Jomeini, tantos otros).

Cuando vaya por Barcelona, buscaré ese autobús. A ver si me impregno del eslogan. Seré ateo, pero la mayoría de los creyentes que conozco disfrutan de la vida mucho más que yo. Y, en muchos casos, manifiestan su fe de una forma maravillosa. Como esa mujer que nunca olvida besar una imagen de la Virgen, que se halla en el zaguán de su escalera, cada vez que sube o baja. Y que, ya en la intimidad de su hogar, cuando cree estar haciendo o diciendo cosas inadecuadas ante los ojos de Dios, discretamente tapa con una bolsa de tela la talla en piedra de Jesucristo que descansa encima de su cómoda. Que entre padres e hijos, sabido es, todo se cuenta.

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