- La crisis gay
- Shangay, 2009-01-08 # Eduardo Mendicutti • Escritor
El otro día, un cantamañanas me dijo: “A los gays no os afecta la crisis”. Lo dijo con rencor. Y es que hay quien sigue convencido o convencida, a estas alturas, de que todos los homosexuales somos ricos, somos irresponsables, carecemos de cargas familiares, vivimos sin reparar en gastos, somos capaces de quitarnos el pan de la boca con tal de ir por ahí como pavo en tómbola y lucir divinos de la muerte y con tipazo todo el tiempo, y de que con nosotros no van ordinarieces como vérselas moradas para llegar a fin de mes, quedarse en paro, tener hipotecas feroces o exprimir el presupuesto para todo el año, hasta el punto de comprar los Reyes en un chino. Pero, claro, quien esté convencido de que hay un fuerte poder adquisitivo gay, tendrá que admitir que también existe una fuerte crisis específicamente gay. Digo yo.
Yo no sé si un gay que haya perdido unos cuantos millones de dólares por culpa de Lehman Brothers u otros desaprensivos bancos de inversión, o al que haya timado ese fulano tan granuja que responde al nombre de Bernard Madoff, tiene muchos motivos para quejarse, la verdad. Me temo que un gay riquísimo no se distingue en nada de un hétero riquísimo, así que sería inútil esperar que utilizara sus millonazos en mejorar la Capilla Sixtina, por ejemplo, o en proyectos educativos como perfeccionar el francés y el griego de los presos más tremendos de las cárceles brasileñas. Pero, al menos, si en lugar de meter el dinero en esos codiciosos bucles financieros tan aburridos, se lo hubiera gastado sin contemplaciones en más potingues, más modelazos, más música, más gimnasio, más nueva cocina, más interiorismo y más chulazos, aunque sean de fabricación nacional, eso que le agradecería ahora su cuerpo serrano. Un poquito más de espíritu gay, por Dios.
Luego, están los consejos de andar por casas para gays normales y corrientes que nos vemos, en mayor o menor medida, afectados por la crisis. Evidentemente, hay que ahorrar. Pero hay que ahorrar con cabeza. Los gays no solo tenemos corte de pelo y mechas. Vamos a demostrarlo. Ahorremos.
Bueno: comprendo que ahorrar en gimnasio es duro. Y, además, no quiero que los dueños de los gimnasios se me pongan de uñas. Así que dejemos en paz el presupuesto para gimnasio. A fin de cuentas, no deja de ser una inversión en salud. Creo. También hay que ser comprensivos con las dificultades para ahorrar en ropa y complementos, incluidas la cosmética y la perfumería. Y tampoco quiero que se me encocoren los dueños de las tiendas de ropa y de complementos. Además, a estas alturas del prestigio gay como avanzadilla de la modernidad en el vestir y en los accesorios, un gay concienciado no puede ir por ahí hecho un cristo. Así que, con el presupuesto para vestir y acicalarse, mejor no jugar. A algún gay impulsivo quizás se le pase por la cabeza ahorrar en cenas con los amigos, en copas de madrugada, en discotecas y en tugurios con buenos cuartos oscuros. No me atrevo a animarle, francamente. Primero, porque no soportaría que se pusiera en mi contra todo el empresariado del ocio gay. Y segundo, porque el calor humano que dan la charla en torno a una buena cena, las copas, las discotecas, y no digamos los cuartos oscuros, es vital para los gays. De modo que descartado también ahorrar en esto. Cabría, eso sí, ahorrar en libros. Pero, hombre, para cuatro gays que leen, no vamos a arruinar a los dueños y dueñas de librerías gays. Ni a los que escribimos.
Es cierto, ya lo he dicho, que a la fuerza ahorcan y hay gays que saben bien lo que es mantenerse en forma a base de madrugones inclementes para ir a trabajar, o de flexiones en la cola del paro. Y, si hacen ejercicio, corren campo a través, que sale gratis. Y hay gays mayores, de mediana edad y jóvenes que se las apañan con poco más que agua y jabón, cuchillas de afeitar desechables, prendas de mercadillo y detergente de marca blanca para la lavadora, y van la mar de arreglados. Y que hay gays que no pueden permitirse, ni con crisis ni sin crisis, muchas cenas, muchas copas, mucha música, mucha ropa y muchos complementos. Y si quieren leer, no se cortan un pelo y se meten, tan ilusionados, en bibliotecas municipales. Ellos, claro, no necesitan consejos para sobrevivir en tiempos de crisis. Necesitan, eso sí, ánimos.
Los otros gays, los gays que van sobrados –según los cantamañanas, todos los gays–, ¿qué podrán hacer para que la crisis no los devore? A mí no se me ocurre nada, francamente. Habrá que pedirles a don Pedro Solbes, ministro de Economía, y a don Miguel Sebastián, ministro de Industria, que convoquen un concurso de ideas.
Dios mio...!soy gay pero es vergonzozo el nivel de frivolidad y vacio con el que se analizan temas tan importantes como la crisis global...!
ResponderEliminara veces da verguenza declararse gay, pero no por la sexualidad elegida, sino porque parece que ser gay es sinonimo de pornografia, adiccion al cuerpo o estupidez...
por favor!
no hay un gay que al que le preocupe el medio ambiente, la pobreza, el hambre en el mundo, o la guerra??
solo les preocupa tener los abdominales marcadados, tener sexo 40 veces al dia, comprarse ropas de marca (para generar envidia y tratar de aumentar un poco su inexistente autoestima) fingir que son felices cuando el vacio interno es absoluto...? y juzgar a quienes somos tranquilos y no necesitamos de ropas caras o cuerpos de fantasia pra sentirnos bien de ser depresivos ..?
Es patetica la mentalidad y filosofia de la sub-cultura gay..y analisis como el de este lastímero blog lo confirman...