2009/01/09

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  • Gus van Sant: "No se puede ser actor y gay en Hollywood"
  • Homosexual declarado, el realizador vuelve al cine de éxito tras fascinantes películas de culto como ‘Elephant’ o ‘Last days’
  • El Periódico de Catalunya, 2009-01-09 # Paz Mata • Los Angeles
–¿Sabía quién era Harvey Milk cuando fue asesinado?
–No, yo vivía en Los Ángeles en esa época y no sabía quién era. La primera vez que oí su nombre fue a través de la noticia de su asesinato. Luego me enteré de que era homosexual, el primero, o uno de los primeros, que ocupó un cargo político en Estados Unidos. El 27 de noviembre de 1978 yo estaba atravesando el país, en mi coche, cuando las emisoras de radio transmitieron la noticia de que el alcalde de San Francisco y el concejal Harvey Milk, habían sido asesinados por otro concejal del ayuntamiento.

–¿Estaba familiarizado con el barrio de Castro, centro de todo el activismo gay de la época en San Francisco?
–La primera vez que visité el barrio de Castro fue en 1985, cuando se estrenó Mala noche en un festival de cine lésbico y gay. La première tuvo lugar en el Castro Theatre. Pero no fue hasta 1993, cuando me trasladé a vivir a Castro, al apartamento de Cleve Jones [íntimo amigo de Milk], que me familiaricé con la vida y la cultura del barrio. Vivía a una manzana del bar Elephant Walk y del Toad Hall, el centro neurálgico de toda la movida gayer de la ciudad.

–¿Qué relevancia tenía entonces Harvey Milk?
–Por lo que pude ver, Milk fue un líder muy carismático, una figura paternal para la comunidad gay, algunos de cuyos miembros habían perdido el contacto con sus padres debido a su orientación sexual. En pocos años, Milk consiguió llevar a cabo una gran labor a favor de los derechos humanos en general y de la comunidad gay en particular. Harvey dejó un importante legado, lanzó un mensaje de esperanza para todos aquellos que aspiraban a ejercer una profesión y trabajar con igualdad de derechos.

–Hablando de ello, en Hollywood, existe un doble rasero. Los directores gay, como es su caso, pueden trabajar sin problemas, pero cuando se trata de actores, la situación es muy distinta. ¿Está de acuerdo?
–Sí, existe una gran y visible población gay en Hollywood, pero no se extiende a los actores porque estos son los que dan la cara ante el público. No se puede ser actor y gay en Hollywood. Está claro que, si el actor admite ser homosexual, eso va a afectar a la percepción que el público tenga de él a la hora de encarnar a un personaje. Ese miedo ha existido y sigue existiendo, y es muy injusto que suceda, pero tiene que ver con la relación que el actor tiene con su público y con el márketing del entertainment. En el mundo de la política ocurre lo mismo.

–En la película, que sepamos, los principales protagonistas no son homosexuales. ¿Cómo fue dirigirlos para que interpretaran a personajes gay?
Fue muy fácil porque nuestra cultura, especialmente la del cine, está llena de personajes gais, en parte gracias a Harvey Milk, que peleó para que la gente saliera del armario y por la metrosexualidad de nuestra cultura. No tuve que adiestrar a los actores a interpretar a un homosexual, pues la mayoría tenían amigos o conocían homosexuales en los que se podían inspirar. Sean [Penn] se basó en Bill Groom, nuestro diseñador de producción, con el que había trabajado en otras dos películas, y en varios amigos suyos. Emile [Hirsch] vivió varios años con una pareja de gais; y James [Franco] también tiene muchos amigos dentro de la comunidad gay.

–Por lo que hemos visto en las últimas elecciones, los derechos de la comunidad gay siguen estando amenazados. No parece que su país haya progresado mucho en ese respecto, a pesar de la separación que existe entre religión y Estado…
Sí que ha habido progreso, sí, pero creo que todavía tenemos que avanzar mucho más, sobre todo en lo que respecta al matrimonio homosexual, algo que causa temor en los sectores conservadores de nuestra sociedad. Se niegan a conceder ese derecho a los homosexuales por temor a que acaben con el concepto de la familia tradicional.

–Toda una contradicción por parte de la sociedad americana, que sin embargo acepta el derecho a llevar armas y, como se ha visto, a usarlas para acabar con la vida de aquellos con los que no está de acuerdo…
Este país ha sido un mar de contradicciones casi desde que se fundó. La contradicción es parte de su política: se crean leyes que se contradicen a sí mismas. El uso de armas es innato a la naturaleza del país, forma parte de la cultura, del espíritu pionero del americano, y es muy difícil de quitárselo a la gente de la cabeza. Es un tema del que los políticos de Washington prefieren mantenerse alejados porque saben que, en el momento que sugieran limitar el uso de armas, a la gente le entrará el pánico. No estamos tan civilizados como en otras partes del mundo.

–¿De dónde surge esa conciencia social que siempre ha expresado en sus películas?
No lo sé, porque crecí en Connecticut, en una comunidad de clase media alta, bastante conservadora, pero viví en distintos lugares del país y a los 16 años me fui a vivir a Nueva York. Supongo que haber vivido en distintos ambientes me ha abierto la mente a muchas cosas. El concepto de familia es un tema central en muchas de mis películas, pero, obviamente, cuando hablo de familia no me refiero al modelo tradicional, padres, hijos, hermanos, sino a un grupo de personas que dependen unas de las otras. Es así como la concibo yo.

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