- El sida, ¿una epidemia secuestrada?
- Revisar el discurso del VIH no es fácil por ser un tema socialmente sensible y no haber solución ideal
- El Periódico de Catalunya, 2009-12-01 # Jordi Casabona . Fundació Sida i Societat
En segundo lugar, es importante recordar que el sida ha sido uno de los catalizadores más importantes de la segunda mitad del siglo XX, no solo desde una perspectiva médica, sino también social, económica y política. La infección por el VIH ha servido para desarrollar nuevas técnicas de investigación, para defender derechos humanos y civiles, para crear una masa crítica sin precedentes entre los afectados, para cambiar radicalmente la forma de comunicación entre pacientes y médicos, para revisar las relaciones internacionales y el papel de las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales; para forzar la corrección política del lenguaje y, en definitiva, para generar fondos y cambiar las agendas políticas. Nada de ello hubiese sido posible sin la excepcionalidad y la visibilidad que siempre han rodeado al VIH/sida. Un un buen ejemplo de ello es la creación de una agencia específica por parte de la ONU: la Onusida.
Sin embargo, en los países con acceso universal a los ARV la excepcionalidad, la corrección política del lenguaje y la visibilidad pueden pasar fácilmente de ser una herramienta de liderazgo para el cambio, a una finalidad. Se genera entonces un discurso políticamente correcto, pero vacío de contenidos y cada vez más alejado de los principios técnicos de la salud pública. Hace poco, un buen amigo homosexual me decía que es hora de decir claramente que los hombres que tienen relaciones con hombres son un «grupo de riesgo», porque, de otro modo, es muy difícil defender que se dé prioridad a las acciones dirigidas a este colectivo (en el que se ha producido un importante rebrote de infecciones). Hasta hace poco, este comentario habría sido imposible. De la misma forma, ahora hay que facilitar al máximo la realización de la prueba diagnóstica del VIH, puesto que la excepcionalidad en torno a esta prueba puede acabar reforzando las actitudes de estigmatización que se pretenden evitar. O, para seguir con ejemplos, si en los años 80 algunos sectores no aceptaban la explícita promoción del uso del preservativo, ahora resulta también difícil decir que la disminución del número de contactos sexuales es una manera más de disminuir la propagación del VIH.
Revisar el discurso nunca es fácil; especialmente cuando son temas socialmente sensibles y para los que no tenemos la solución técnica ideal. En efecto, los tratamientos por el VIH no son curativos y la única intervención preventiva que ha resultado eficaz en un ensayo clínico –incluyendo las vacunas– ha sido la circuncisión masculina en países de alta incidencia. Además, el sida magnifica las carencias de las sociedades y, por tanto, el discurso también está mediatizado. En nuestro contexto, la poca tradición en servicios comunitarios, la escasa cultura del debate y el consenso, el culto a la personalidad, la politización del debate técnico, la escasez de periodistas especializados y el dominio del paradigma biológico e individual sobre el social y de salud pública son algunas de las cosas que mediatizan el liderazgo y el discurso formal y, por tanto, la respuesta a la epidemia.
Por último, la corriente de opinión que se crea para usar los ARV también para prevenir la infección por el VIH añadirá importantísimos retos a la ya compleja respuesta hacia esta epidemia. El futuro inmediato de la prevención y control del VIH/sida y otras infecciones de transmisión pasa por la implementación de intervenciones que integren los aspectos biomédicos, los conductuales y los estructurales. Es un buen momento para revisar la respuesta. Para hacerlo hay que adaptar los mensajes a la evolución de la epidemia y de su contexto y a la evidencia científica de la que disponemos, evitar la autocomplacencia y asegurar que el discurso políticamente correcto vaya acompañado también de las acciones más adecuadas. Más allá de protagonismos, sigue siendo imprescindible la colaboración de todos: administraciones, especialistas, profesionales, afectados, activistas... Tenemos más conocimiento que nunca, pero no debemos dejar que el discurso y la visibilidad secuestren la respuesta.
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