2009/12/01

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  • Los retos del sida
  • Gara, 2009-12-01 # Imanol Unanue Astoreka . Activista social
El sida tiene retos y pide aún soluciones. Es una pandemia, pero también una enfermedad social, llena de miserias y actitudes miserables que entorpecen acciones eficaces. Se hizo mucho daño y sólo se llegó a hablar de «tolerancia» cuando nuestra presión y organización cosechó logros. Pero aún hoy en día muchos de los errores se siguen manteniendo

Son ya años desde que un pequeño virus dio a entender que los humanos seríamos capaces de grandes logros pero que, a su vez, las miserias humanas permanecen inalterables. Porque el sida es más que una pandemia, es un toque de atención a la conciencia humana, incapaz de superar sus miserias, odios, desigualdades, intereses... Porque, mas allá de la muerte posible que se vincula erróneamente con la enfermedad, existe el llamado «sida social».

Sida social que impide cualquier solución efectiva más allá de nuestro entorno privilegiado, negando la posibilidad de aceptación a toda persona que no respete unos principios de convivencia dictados por la mayoría, principios que no aceptan al emigrante, al pobre, la diversidad sexual, las relaciones diferenciadas... O, seamos aún más concretos, la propia enfermedad como parte posible de nuestra vida y estado de salud posible.

Con el sida crecieron los prejuicios de una mayoría hacia el afectado, se pidieron soluciones inmediatas e irracionales como los sidatorios, centros especializados única y exclusivamente para nosotros; se luchó por la no-escolarización de posibles portadores; se negó la utilización del preservativo por parte de sectores de derecha extrema y de la propia Iglesia católica -o de otras religiones- alegando principios intocables y éticos criminales; se prohibió la circulación libre de personas afectadas en ciertos países... En definitiva, se hizo mucho daño y sólo se llegó a hablar de «tolerancia» cuando nuestra presión y organización cosechó logros. Pero aún hoy en día muchos de los errores se siguen manteniendo.

El virus nos ha vencido por más que lo ocultemos. Se perdió fuerza y tiempo en evitar su propagación, pese a tener la posibilidad de controlarlo desde un principio, ya que se conocían todos los medios para evitar la propagación. ¿Cómo entender si no que aún hoy en día se discuta sobre si tenemos que tener acceso a los medicamentos genéricos, que se siga perdiendo el tiempo en catalogar en colectivos a los afectados, etcétera, etcétera?

El virus de la intolerancia abrió paso a actitudes erróneas que hacen que se nos viera merecedores o no de esta enfermedad. Incluso hoy en día responsables sanitarios emiten informaciones engañosas que hablan de que la incidencia es menor este año, puesto que los nuevos casos han descendido. Se deberían avergonzar por lo que difunden. No olvidemos que los millones de seres que vivimos con el VIH/sida no podemos hoy en día curarnos y que incluso los nuevos casos se suman a los anteriores, o que en sida infantil ya son cerca de las 450.000 personas infectadas. No cito las incidencias futuras de un tratamiento hoy eficaz que algunos tomamos, pero que puede tener consecuencias tarde o temprano, y que reclama un logro de medicamentos no tan agresivos y de sustitución de los ya existentes cuando se requiera.

Por lo tanto, el sida tiene retos y pide aún soluciones. Es una pandemia, pero también una enfermedad social, llena de miserias y actitudes miserables que entorpecen acciones eficaces. Es realmente agotador informar a quien no quiere ser informado, es tremendamente frustrante ver que, año tras año, muchos prejuicios permanecen. Los mismos que harán que, ante cualquier otra situación, todos seamos débiles y posibles víctimas.

El sida también nos demuestra que las personas que vivimos con ella tenemos la necesidad de ser conscientes de nuestra situación, evitando caer en victimismos y siendo conscientes de que la gestión de nuestra propia enfermedad es nuestra responsabilidad. La misma responsabilidad que nos debe impulsar a denunciar cualquier situación de desamparo que viven otros compañeros por el mero hecho de no pertenecer al supuesto mundo privilegiado y occidental.

Sida y compromiso van unidos, para avanzar, hasta lograr que la afección sea crónica para todos los humanos sin distinción y para lograr que nadie más sea discriminado por tener un pequeño virus en su cuerpo.

Un virus que aún hoy requiere políticas económicas y sociales eficaces para evitar su propagación y el rechazo a quienes lo padecemos. El 1 de diciembre es fecha de compromisos no de celebraciones ni gestos vacíos.

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