2009/10/06

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  • Musulmanes contra maricones
  • El Mundo, Blogoal, 2009-10-06 # Rubén Amón
Anteayer se suspendió en la periferia capitalina el encuentro que iban a disputar el Paris Foot Gay contra el Créteil Bebel. No por la lluvia ni por imperativos logísticos. Más bien porque los visitantes, de mayoría musulmana, se negaron a mezclarse en el césped con los homosexuales del equipo contrario. Esgrimiendo sus valores y sus convicciones.

Un comunicado remitido al despacho del Paris Foot Gay razonaba el desplante. Y lo hacía con educación: "De acuerdo a los principios de nuestro equipo, formado por musulmanes practicantes y observantes del Corán, hemos decidido no disputar el encuentro. Nuestras convicciones son más importantes que un simple partido de fútbol. Lamentamos haberos prevenido de nuestra ausencia con poca antelación".

La liga donde militan ambas escuadras plantea emprender sanciones ejemplares contra el Créteil Bebel. No tanto por la espantada como por las connotaciones homófobas que implica el desafío verbal y el delirio religioso. ¿Cuáles son los valores que impiden jugar al fútbol contra un equipo de homosexuales? ¿Acaso el miedo al contagio? ¿Quizá el jaleo de las orgías que puedan organizarse en el humeante vestuario?

Hubiera sido peor la tentación de convertir el partido en un ajuste de cuentas. Es decir, exterminar a los rivales al grito de "maricones" y colgar en el vestuario los atributos genitales a modo de trofeo de guerra. Pero se ha impuesto la despiadada moderación verbal. Suficientemente engañosa y embarazosa como para que los jugadores del Paris Foot Gay hayan reivindicado su propia tolerancia: "Nuestro club ni es sectario ni limita la ficha a homosexuales. Aquí puede jugar quien quiera. Independientemente de su orientación sexual, etnia o religión".

La aclaración es innecesaria, condescendiente y hasta equívoca. La propia definición del club, Paris Foot Gay, demuestra el criterio de alistamiento. Igual que la observancia coránica arraigada en el Créteil Bebel se antoja inasequible a los futbolistas judíos o a los pateadores cristianos. El problema es que la respectiva identidad y las correspondientes restricciones, origen de los guetos, de las segregaciones y del pujante comunitarismo, han malogrado un partido de fútbol. No por culpa de los locales, sino por la intolerancia de los visitantes y porque se han caricaturizado a ellos mismos en nombre de viejos aforismos: "Amémonos, sí, pero entre nosotros".

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