2009/07/17

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  • Eufemismos, estereotipos e insultos
  • El Divario, 2009-07-17 # Miss Shangay Lily
El cartel de esta homófoba película de 1970, que ridiculizaba hasta el escarnio la homosexualidad, encarna el estereotipo/caricatura que sigue vigente



El catálogo de eufemismos con los que se nos ha estigmatizado tradicionalmente a los hombres homosexuales (las lesbianas, a causa de la nularelevancia social que se daba a la mujer, simplemente eran ignoradas) es impresionante: “ese es de la acera de enfrente”, ”ese es de la cáscara amarga”, “ese pierde aceite”, “ese tiene la muñeca floja”… Muchos de estos eufemismos ni siquiera le sonarán a los más jóvenes, pero en otros tiempos, cuando la mera duda sobre la orientaciónsexual de uno podía arruinar su vida en sociedad, eran un temible anatema que cumplían un doble cometido: por un lado castigar al que se atreviese no ya a serlo sino simplemente a parecerlo y por otro negar la realidad que estaba denunciando (de ahí el acertadísimo “el amor que no se atreve a decir su nombre” de Oscar Wilde) para condenarla al ostracismo. Es ese mecanismo el que hacía de los eufemismos una forma de anatema quizás más dolorosa, nociva y destructiva que su pariente más joven, el insulto. Porque al negar la misma existencia, al negarse a darle siquiera un nombre, reducía a lo censurado a lo más ignominioso: un oprobio que no tiene nombre. El eufemismo negaba así la misma posibilidad de defenderse, porque no era un insulto, era una convención social en la que todos estaban de acuerdo. Pero una convención que consideraba tan degradante el pecado que se negaba hasta a darle nombre. De ese modo, la víctima de este anatema ni siquiera podía quejarse por su condena. Nadie había dicho abiertamente cuál era su pecado.

Durante una época intermedia, en la que nise vivía en la terrible represión de la Edad Media, donde la mera insinuación de ese pecado acababa en la hoguera (con hinojos para tapar elsupuestamente pestilente olor de los sodomitas al quemarse, de ahí queen italia se nos llame finocchio, “hinojo” en italiano), algo que no se prestaba a muchas bromas, pero tampoco se había llegado a la más permisiva época contemporánea, la producción de eufemismos fue muy prolija. El propio Federico García Lorca, que extrañamente ha pasado al imaginario colectivo como el gran martir de la causa gay a pesar de predicar una homofóbia monstruosa, nos llamó, en un surrealista ejercicio de auto-homofóbia, más bien plumofobia, “perras de tocador”. Fue en esa infame oda a la homofobia que es su Oda a Walt Whitman. Y es que Lorca siempre sustentó su reconocimiento en una admirada genuflexión ante el varón heterosexual. Al contrario que el grandioso Cernuda, un valiente defensor de la homosexualidad más idiosicrásica, sólo admitía esa humillante homosexualidad misógina que en las culturas musulmanas tanta predicación tiene: si uno se comporta como un”macho” no es homosexual, sólo un colega que hace cosas de hombres para distanciarse de la mujer, un “ser inferior” en esas culturas. Por eso esa forma misógina de entender la homosexualidad ha sido, y sigue siendo, caldo de cultivo para la auto-homofobia y el eufemismo, que no del insulto.

Para quien no lo entienda, la diferencia entre el eufemismo y el insulto es enorme. El eufemismo funciona sobre las bases de la hipocresía social, de la negación, de la superioridad moral que no tiene ni que explicarse, mientras que el insulto funciona sobre las del castigo, el ataque, la virulenta lapidación pública. Por eso los eufemismos, sustentados sobre una supuesta superioridad sociál, moral, se han ido perdiendo mientras que el insulto, más relacionado con una cierta defensa ante un acto ofensivo cuya existencia ya no se puede negar (quizás porque se empieza a carecer de la complicidad absoluta), vive una pujanza desalentadora. En España se nos dice bujarra, bujarrón, locaza, julandrón, julay… En argentina nos dicen trolos, putos, tragasables… En Mexico se nos llama jotos (en ese enlace explicación del origen carcelario dela palabra joto). Su ”tiene joterío” es el equivalente más cercano al español “tiene pluma”. En Venezuela he podido saber que también siguen teniendo gran riqueza de eufemismos: “Se partió esa galleta”, “se le moja la canoa”, “juega pal otro equipo” (quizás el más cercano en su sentido alienante a nuestro “de la acera de enfrente”).

Tanto el insulto como el eufemismo comparten estrategia con otra forma de castigo o anatema sociál imperante: el estereotipo. El estereotipo tiene que ver con la ridiculización. El modo en que se ha creado el estereotipo es inventando un folclore gay que tiene mucho más que ver con la mirada heterocentrista del hombre heterosexual y sus miedo que con la realidad homosexual (algo que comparte la creación de estereotipos de feminidad que reflejan más los deseos e imposiciones del patriarcado que la realidad femenina). De este modo se ha llegado al estereotipo que vemos en el cartel de esa igonimiosa película de 1970 que se llamó No desearás al vecino del 5º en una clara evocación, imposición, del catolicismo imperante al formular el “pecado” como uno de los diez mandamientos bíblicos.

Para acabar en una nota más optimista, hay que recordar que nosotros también hemos creado nuestros estigmas: “a ese le falta un telediario” se dice, por ejemplo, del que está a punto de caer, o liberarse, o convertirse en uno de los nuestros. También recuerdo la expresión la expresión que mi recordado Leopoldo Alas utilizó para un ensayo suyo: “Ojo de loca no se equivoca”, clara alusión a un supuesto radar que nos hace ver quién es gay y quién no (algo que yo siempre he dudado, aunque hasta cierto punto acepto). Hay mucho más acervo maribollo que podría recabar, pero por ahora os dejo a vosotras opinar.

¿Recordáis algún eufemismo, insulto o estereotipo que sea típico de vuestro entorno?

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