2009/10/19

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  • Diario Digital Transexual Carla Antonelli, 2009-10-19 # Kim Pérez
A las doce del día, con el sol de otoño, estábamos en la Fuente de las Batallas, en el centro de Granada, desplegando la pancarta transparente que decía “La transexualidad NO es una enfermedad”, entre la gente de la Asamblea de Mujeres, que ha cooperado a fondo, la de Nos y la de Conjuntos Difusos que naturalmente nos la hemos tomado como propia.

Pusimos las sillas azules, la mesita plegable, los actores se pusieron las batas blancas que se habían preparado y empezamos el teatrito que había preparado el grupo Toma Kandela.

El argumento trataba de las preguntas de un psicólogo basadas en un test de masculinidad/feminidad superconvencional, que después daban lugar a un diagnóstico de disforia de género, con el júbilo y los saltos de alegría correspondientes por parte de la persona trans, lo que daba pie a la incisiva cuestión dirigida al público de si habían visto alguna vez alguien tan alegre al saber que tenía una enfermedad.

Antes de la representación, tuve la ocasión de hablar con una psicóloga amiga, que siempre ha tratado muy amigable y eficazmente a las personas trans que han llegado a ella, y le comenté que en el 99, hace ya diez años, cuando conseguimos las primeras conquistas del movimiento trans en España (el informe del Defensor del Pueblo Andaluz, la Proposición del Parlamento Andaluz, la creación de la primera Unidad de España, la Proposición del Congreso de los Diputados), teníamos tan poco como punto de partida, que si nos hubieran dicho que para dar un paso adelante teníamos que bailar delante de la Consejería, hubiéramos bailado.

En el 2006, las y los trans levantamos la voz in extremis, viendo que el siguiente paso, la Ley de Identidad de Género, estaba en el limbo y corría el peligro de quedarse en él para siempre, y con un gran esfuerzo se sacó adelante, y se consiguió, aunque hubo que dejar que el Gobierno la redactara a su manera, para lo bueno y para lo menos bueno.

En 2009, estamos en otro tiempo histórico. Lo que no teníamos, ahora lo tenemos. Hemos podido evaluarlo en la práctica. Y, viendo realidades, y pensando sobre ellas, nos hemos dado cuenta de las siguientes realidades:

Primera. La transexualidad está inscrita dentro del repertorio internacional de enfermedades psiquiátricas llamado DSM.

Segunda. Este hecho tiene como consecuencia lógica que los psiquiatras (una pregunta de paso de la que no sé la respuesta: ¿y los psicólogos?) reciban el derecho de decidir si padecemos esa famosa enfermedad psiquiátrica, la disforia de género.

Tercera. En los EEUU se decidió hace muchos años el protocolo básico que los psiquiatras (o los psicólogos) debían seguir, enfocado a autorizar la hormonación primero y la cirugía después, sin imaginarse siquiera que pudiera haber otras alternativas.

Estas otras alternativas son las que el no-binarismo ha descubierto y justificado. Algunas de ellas pueden no necesitar ni la hormonación ni la operación. Otras pueden requerir hormonación y no operación. Otras más, hormonación y operación. Y siempre, por sentido común, es sólo la persona trans quien puede decir: “Hasta aquí quiero llegar”.

El análisis que acabo de exponer, se deshace en cuanto afirmamos que no tenemos ninguna enfermedad psiquiátrica. Las enfermedades psiquiátricas son, o trastornos del conocimiento (alucinaciones, etcétera) o trastornos de la afectividad (depresiones, obsesiones, etcétera) Nosotras, las personas trans, no tenemos, en cuanto trans, trastornos del conocimiento: sabemos, por ejemplo, muy claramente, que somos hombres y que no queremos ser hombres, no sufrimos alucinaciones que nos digan que “ya”, antes de todo proceso, tenemos cuerpo de mujer.

Por eso precisamente somos trans: porque sabemos que nuestro cuerpo es de hombre y queremos que sea de mujer, por ejemplo, y sabenos que vamos a tener que hacer un proceso. Por tanto, no hay trastorno del conocimiento: vemos la realidad tal como es y sabemos lo que tenemos que hacer para cambiarla (en más o en menos)

¿Hay, entonces, un trastorno de la afectividad? Vayamos por partes. La transexualidad puede tener causas biológicas o biográficas.

Si son biológicas (intersexualidad cerebral), pare usted de contar. Lo biológico no es lo psiquiátrico. Si yo soy intersexual porque mi cuerpo externo no corresponde a los modelos de hombre o de mujer, esto no es una cuestión psiquiátrica. Sin embargo, me puede producir dolor, y ese dolor debe ser atendido, por un médico o un cirujano, pero no por un psiquiatra, que es de lo que venimos hablando. Si yo soy transexual porque mi cuerpo interno (el cerebro) no corresponde a las pautas de los cerebros de los hombres, siendo yo hombre por el resto de mi cuerpo, esto no es una cuestión psiquiátrica. Sin embargo, me puede producir dolor, y este dolor debe ser atendido por un médico o un cirujano, pero no por un psiquiatra.

¡Vamos, lo natural es que tal circunstancia me produzca dolor!

Obsérvese la estricta correspondencia entre lo que digo antes de las personas intersexuales y de las transexuales. Pues si las primeras no necesitan un psiquiatra que las diagnostique como intersexuales, nosotras tampoco.

Bien es verdad que me parece que la intersexualidad cerebral, por sí sola, no causa la transexualidad.

Con o sin intersexualidad cerebral de fondo, que si la hay, puede predisponer, pero no decidir, la transexualidad viene directamente de factores biográficos.

Pongamos unos de ellos, los que parecen más psiquiátricos, los traumas. Trauma significa golpe, y los golpes, de por sí, son completamente naturales. La vida nos golpea continuamente, a todos los humanos, a los animales, a las plantas. ¿Es normal que duela? Claro que es normal; lo que no sería normal es que los golpes no dolieran.

Y ese dolor, nos obliga a reaccionar, eso es lo normal. El motor de la evolución son los traumas, de los que sale o la adaptación o la desadaptación, y luego una nueva adaptación mejor, etcétera. “Lo que no mata, engorda”, dice el dicho.

Los traumas (recuerdo: golpes) pueden tener efectos pasajeros o permanentes. Los efectos pasajeros pueden venir de golpes duros pero cortos. Los efectos permanentes pueden venir de golpes repetidos, diarios, insistentes. Puede haber también golpes cortos de efectos permanentes o golpes largos de efectos pasajeros. Todo esto es lo natural, lo normal.

No se requiere un psiquiatra para nada de esto. Un psiquiatra estudia trastornos, no golpes. Puede haber un golpe cuyo efecto sea un dolor largo, retorcido, complejo, confuso. Eso no es un trastorno, sigue siendo un golpe. Puede ser que quien lo sufre, en su dolor, puede desear la ayuda de un psicólogo –no de un psiquiatra- para ayudarle a poner orden en sus ideas, no para curarle de nada.

He estado hablando de los traumas, y quiero recordar que no son la única causa biográfica de la transexualidad. ¡Cuántas más puede haber, no traumáticas, cuántas puede haber que sean debidas a otros sentimientos, alegres, divertidos, al placer de vivir y al gusto por jugar con el género, cuando se intuye que es una creación cultural y por tanto variable!

Pero no hablo de ellas porque no las conozco bien. Hablo de traumas porque conozco bien la historia de mis traumas, y ahora, que después de vivir el largo proceso cultural que nos ha traído hasta hoy, sé lo que son los traumas, comprendo muy bien que nunca he necesitado la ayuda de un psiquiatra.

Hubiera necesitado, eso sí, un psicólogo que me hubiera ayudado a poner mis pensamientos en orden. O quizá un amigo. Como nunca encontré a quienes pudieran ayudarme, acabé por tener que ponerlos en orden yo misma. Ha sido muy largo, muy difícil y muy confuso, pero lo he conseguido. Yo misma he ordenado mis pensamientos y mis sentimientos. No tengo ningún trastorno psiquiátrico.

Pero es verdad: también, con la misma claridad de juicio, sabía que mi trauma, mi dolor, era permanente, y requería una hormonación por lo menos y quizá una intervención quirúrgica. O sea, los dolores por los traumas de género pueden ser tan clínicamente significativos, que requieran ayuda médica. Sin ser problemas psiquiátricos, justamente porque lo necesario es esa ayuda. Despatologización no es desmedicalización.

Será mejor que sigamos hablando del tema.

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