2009/07/06

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  • El peligro gay
  • Siglo XXI, 2009-07-06 # Antonio Pérez Henares
Escribir sobre homosexualidad en España se ha convertido en una de las cosas más peligrosas del mundo. Los perseguidos por la Inquisición se han convertido ahora en el Santo Oficio Rosa del Siglo XXI y si algo les molesta, les contraría y ya no digamos si les critica te lapidan. Te cuelgan el sambenito de homófobo y con ello quedas arrojado a las tinieblas exteriores de la modernidad, el progreso y hasta de la intelectualidad.

La homosexualidad es una condición sexual. Hombres que gustan sexualmente de los hombres. El lesbianismo es mujeres que gustan sexualmente de mujeres. Es eso y nada más que eso. Durante siglos, y aún hoy en diversos países del mundo, han sido perseguidos por tal causa por regímenes y religiones. Hoy en los Estados democráticos europeos tienen todos sus derechos garantizados. Incluso, en algunos, el matrimonio y la adopción. En cuanto a lo primero excepto por semántica, viene de madre, nada que objetar, sobre lo segundo puede plantearse alguna duda por el derecho de un tercero y esencial en discordia, el niño. Pero si es cuestión de amparo a un desamparado no seré yo quien la esgrima.

Pero habrá que insistir en algo que de obvio no parece quererse tener en cuenta, sobre todo por los interesados. La condición homosexual es una condición sexual. Nada más. No les hace ni más listos ni mas tontos, ni mejores ni peores, ni más artistas o más brutos. Ni tienen el patrimonio de la sensibilidad masculina ni puede suponérseles que carezcan de ella. Un hombre heterosexual tendrá la suya, tan profunda, tan intensa y tan desarrollada dependiendo de su personalidad como un hombre homosexual. Depende de cada persona.

En suma, igualdad. Pero de verdad y sin trampa ni privilegio. Lo que no puede establecerse es lo que el colectivo parece querer establecer, que esa diferencia sexual acarrea otra cosas. Y no. No puede ni debe acarrear exclusión, pero no puede pretenderse por ello superioridad alguna, ni prebenda y si a través de esa condición se pretende la influencia, el lobby o la presión oscura habrá que denunciarla como se denuncia cualquier otra de cualquier colectivo. Ser gay no da bula.

Pero lo parece y algunos de nuestros políticos, como la inefable Aido, o de mentes no muy preclaras, como la cantante Soraya "casi me da vergüenza ser heterosexual", alientan esa percepción.

El Día del Orgullo Gay es un buen ejemplo. Pudo tener un sentido como reivindicación. Lo puede tener como fiesta. Y es una fiesta divertida, masiva, participativa y alegre que Madrid ha asumido como propia. Pero hay algo que ha comenzado a chirriar y que puede empezar a causar severos problemas al propio colectivo. Porque puede empezar a llamarse con creciente razón Día del Exhibicionismo Gay. Le cuadra más y parece cada vez más adecuado para bastantes de los comportamientos. A veces de viscosa procacidad. En Chueca, en el escenario, palabras tabúes que un heterosexual no puede pronunciar so peligro de enfados y acusaciones de fascista cavernario, eran empleadas hasta la saciedad. El grito de "¡Maricona!" retumbaba en los micrófonos y ha retumbado en las expresiones que se dirigían entre si. O sea, nos obligan a un vocabulario políticamente correcto que ellos, parte de ellos, seamos justos, resulta que exhiben como gran gala. Recuerdo aquí la "edificante" exposición de Jorge Javier Vázquez al respecto, tras una pública pasada y los epítetos que se dirigían con alguno del colectivo enfrentado a él. Este año alardeaba de ser un top entre los más influyentes.

Y otra, su orgullo no significa pisotear los derechos de los demás. Y los vecinos de los barrios afectados, en torno a la plaza de Chueca, han demostrado documentalmente que el barrio queda convertido en un vertedero, que la falta de respeto a ellos, sus portales, inmuebles y formas de vida es una constante creciente de quienes suponen que esa condición homosexual les da ya no amparo sino impunidad y so pretexto de libertad y orgullo conculcar la de todos los demás.

Pero acabo por donde principié. Miedo da decirlo porque quienes ahora tienen la patente de la bulas y los sambenitos inquisitoriales son ellos. Algunos de ellos, seamos justos de nuevo.

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