- "Hay pocos lugares donde hablar a corazón abierto"
- Antony & The Johnsons vuelven con 'The Crying Light' tras vender medio millón de copias de su trabajo anterior
- Público, 2009-01-04 # Jesús Miguel Marcos • Madrid
Para nosotros, es decir, para el público, todo comenzó hace cuatro años, cuando Antony & The Johnsons los Johnsons son su grupo de acompañamiento publicaron I am a bird now (Secretly Canadian / Green Ufos, 2005). Un disco colosal, esa clase de trabajo que parece no proceder de ningún lugar físico, ni haber sido registrado en un tiempo que puedas determinar con la referencia de año, mes y día. En su interior, una voz que sin rubor calificamos de celestial, desgranaba versos sangrantes como este: "Algún día creceré / y seré una mujer bella / algún día creceré / y seré una chica bonita / pero por ahora soy un niño / por ahora soy un chico". Antony es transexual.
Capaz de cantar eso y así, de reconocer de una manera tan cruda el horror del presente mientras parece cegado por la luz de la esperanza, de convertir una realidad dramática en una saltarina canción de niña, Antony dice cosas como estas cuando habla de su música: "Se trata de expresar emociones y sentimientos. Realmente, en este mundo es difícil encontrar lugares donde poder hablar a corazón abierto. No existen canales para ese tipo de comunicación, ni en la escuela, ni siquiera en la familia. No nos damos cuenta de lo que nos falta, del potencial que no empleamos. Y la comunicación es cada vez más difícil".
A continuación, rememora la época en que, de niño, iba a visitar a su abuela en Londres. Se sentaba toda la familia en la cocina y allí bailaban, cantaban, tocaban instrumentos... "La cosa más natural del mundo para un ser humano es expresar con el canto el gozo de estar vivo". Más fuego.
A muchos les sorprendió que I am bird now ganara en 2005 el Mercury Music Prize prestigioso galardón que premia al mejor disco británico del año, ya que Antony había hecho su carrera en Nueva York. Pocos sabían que sus orígenes estaban en Chichester, una localidad de poco más de 20.000 habitantes en el condado de Sussex, al sur de Inglaterra. En esta ciudad, famosa por su bella catedral, Antony recibió una educación católica que chocaba frontalmente con su conflicto interior: ser chico, sentirse chica. "Me sentía como un alienígena procedente de otro planeta", dice.
Cambia tu vida, date la vuelta
El pequeño Antony tenía un olfato especial para la cultura underground. Su familia vivió en distintas ciudades de Europa y pasaba largas tardes viendo programas de televisión con su canguro. Una de esas tardes sufrió un auténtico shock al ver a Boy George en Top of the Pops. "Aquello fue el triunfo de una vulnerabilidad invencible. Me di cuenta de que la música es lo suficientemente poderosa como para cambiar la vida de alguien. Al menos, esa es mi experiencia", recuerda Antony.
A principios de los noventa, tras ser rechazado en el Royal College of Art de Londres, Antony ingresó en la Universidad de Nueva York. Su hogar, sin embargo, lo estableció en los clubs Pyramid y Limelight, donde actuaba a menudo. "No fue una etapa oscura. El hecho de llevar una vida de noctámbulo no fue negativo. Tienes que saber las cosas que quieres evitar, que no tienen sentido para ti", explica el cantante.
Tras un intento frustrado de crear un grupo de teatro, en el año 2000 logró publicar su primer disco, que había grabado en 1997. Este primer trabajo casi no tuvo repercusión, pero a partir de 2003 empezó a recoger los frutos de los años de trabajo. Lou Reed le llamó para hacer coros en su disco de homenaje a Edgar Allan Poe, The Raven, y el cabecilla de la escena neofolk, Devendra Banhart, incluyó una de sus canciones en un recopilatorio de artistas emergentes.
Al año siguiente, un pequeño sello independiente americano, Secretly Canadian, fichó al cantante con cuerpo de gigante, voz de ángel y alma de mujer. "Intento manejarme con cautela en el negocio de la música. Sigo en mi compañía porque es pequeña y confío en la gente que la dirige". El balance de cuentas de Secretly Canadian en 2005 fue de susto: I am bird now despachó medio millón de discos en todo el mundo.
"El hacerme consciente de que ahí fuera había una audiencia es una experiencia muy rara, pero increíble. Para mí, es importante tocar en directo, porque es cuando entablas esa relación con la audiencia. Con el público se crea una especie de diálogo invisible, un intercambio de energía en el que también es importante el espacio donde estás tocando", explica Antony, casi susurrando.
Todos estos ingredientes han elevado las expectativas del público ante su nuevo álbum, The crying light (Secretly Canadian / Popstock!, 2008), que se publica el 19 de enero. Lo ha grabado durante los últimos dos años en su estudio de Nueva York, donde Antony lleva una vida muy conservadora según dice él mismo, pintando, cantando y haciendo vídeos.
Él mismo desvela algunas claves del álbum: "The crying light habla de mi relación con la naturaleza y los elementos.
También sobre la crisis climática, el daño que el ser humano puede hacerle a algo básico y elemental como la naturaleza. También trato de encontrar mi reflejo en el mundo que me rodea, sentirme menos solo, más conectado con los otros. Tengo una constitución muy diferente a la del resto de la gente, pero ahora me siento mucho más confiado con mi condición de persona transexual".
Antony se aleja de los conflictos de identidad sexual y entrega su pluma a una diosa naturaleza preñada de espiritualidad (aunque esta palabra no parece que le guste demasiado). En One dove, uno de los temas más destacados del disco, suplica que una paloma le traiga paz y misericordia. "One dove se refiere a la llama que todos tenemos dentro, que nos ayuda a orientarnos hacia el gozo. Para mí paz significa equilibrio. En época de grandes cambios, siempre vas buscando ese equilibrio, esa paz", desmenuza Antony.
La canción Another world, publicada en un EP meses antes de este lanzamiento, hace referencia a la crisis ambiental del planeta, asunto del que Antony habla con gran urgencia, llegando a elevar la voz a un volumen normal: "Estamos perdiendo la perspectiva de lo importante que es abordar la situación. En el futuro mirarán a nuestra generación como nosotros miramos ahora a los nazis. No entendemos cómo se comportaron de aquel modo, y a nosotros no nos entenderán tampoco cómo descuidamos la naturaleza".
Antony & The Johnsons presentarán The crying light en Barcelona (15 de abril), San Sebastián (5 de mayo), Murcia (7 de mayo) y Madrid (11 de mayo).
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