2009/11/05

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  • La República Chueca, 2009-11-05 # Antonio Moraleda
Hace 8 años tuve SIDA en un estado muy avanzado y posiblemente 20 años que fui infestado del VIH, cuando seguramente había cumplido los 45 años, soy pues una persona de edad avanzada. Desde entonces y una vez recuperado de la fase SIDA que duró tres o cuatro meses, mi vida que espero dure aún muchos años volvió a una normalidad completa incluida la actividad sexual que naturalmente ha ido teniendo una intensidad decreciente.

Quiero pues trasmitir un primer mensaje “La infección por VIH no constituye una sentencia de muerte ni a corto ni a medio plazo” a lo que debe añadirse que los continuos avances científicos, el continuo aumento de los fármacos disponibles, no solo para el tratamiento directo de la infección sino también para posibles complicaciones, la mejor preparación de los médicos que nos atienden y el hecho de residir en un país desarrollado que nos proporciona los medios necesarios, nuestra esperanza de vida es próxima a la que sería sin la infección

He dicho que mi vida es normal, me refiero a que no me encuentro limitado en ninguna actividad propia de mi edad y según mis intereses y deseos, pero no significa que me sea indiferente ser seropositivo, algunos cambios importantes si se han producido; tengo una enfermedad crónica, necesidad de una adherencia al tratamiento muy estricta (hasta ahora no difícil) una atención mucho mayor a mi salud, algún cambio de costumbres como la reducción drástica del alcohol, y una mayor vulnerabilidad ya que después del deterioro del sistema inmunológico los CD4 están en torno a 200 en vez de entre 800 y 1200

Mi segundo mensaje es “No permitir llegar a la situación de SIDA” realizar las pruebas que sean necesarias para detectar la infección antes de tener efecto irreversibles

Antes de mi tercer mensaje quiero añadir algunas consideraciones:

En primer lugar que a pesar de los avances científicos aún no parece existir ningún desarrollo o estrategia de investigación que permita vislumbrar la curación ni siquiera para las personas jóvenes (por supuesto no es imposible) por lo que se trata de un problema que debemos considerar crónico.

Esta necesidad de mantener la cantidad de antiretrovirales en sangre a un nivel dado, obliga a una adhesión a los tratamientos que resulta siempre muy pesada y según el tipo que vida que se lleve puede ser realmente difícil.

Al tratarse de una enfermedad cónica el número de personas afectados somos una cifra acumulativa, por tanto creciente y seguirá siéndolo durante muchos años incluso si el número de nuevos infectados es descendiente y parece ser que ha dejado de serlo. Por tanto cada día todos tendremos contactos con más personas afectadas.

El número de personas portadoras de VIH no es muy conocido por el simple hecho de que muchas personas no saben si lo son, yo mismo he estado 10 o 12 años ignorándolo.

La discriminación de la sociedad no presenta muchos signos de disminuir ocasionando daños no solo psicológicos (difíciles de evitar) sino reales en múltiples terrenos como los educativos, financieros (dificultada de obtener prestamos) de seguros y por supuesto laborales.

No quiero alargar este artículo por lo que no voy dar detalles específicos, pero tengo que explicar al menos un poco mi afirmación de que nuestra esperanza de vida es próxima a la que sería sin la infección.

La salud de cada uno es diferente y sobre estas diferencias han de actuar el VIH, los fármacos, el estilo de vida y la edad. Ha pasado más de una década desde la puesta en marcha de las terapias TARGA y ya existe información de sus efectos.

El virus por si mismo y la toxicidad de los fármacos constituyen un problema adicional en el desarrollo de una vida sana, tienen efectos negativos que pueden ser importantes en nuestro metabolismo, en la aparición y desarrollo de enfermedades del corazón, de huesos, riñón o del hígado, el riesgo de algunos cánceres en hombres se estima es 2 a 3 veces superior a lo normal y además afectan a las funciones cognitivas y otros trastornos mentales. Otros problemas como la coinfección con hepatitis B y C, o estilos de vida con consumos de alcohol, tabaco o cocaína pueden potenciar estos efectos negativos afectando a la duración y la posible calidad de nuestras vidas.

Mi tercer mensaje “Evitar la infección”.

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