2009/11/08

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  • La vejez devuelve a los homosexuales al armario
  • La soledad y la pérdida de derechos patrimoniales acechan a gays y lesbianas de la tercera edad. Las asociaciones denuncian que las residencias están orientadas sólo a heterosexuales
  • Público, 2009-11-08 # Angel Munárriz / F. Artacho . Sevilla
Armand de Fluvià, uno de los históricos activistas gays de España, considerado el primero en salir del armario públicamente, reflexiona desde sus 78 años sobre cómo la creación de un estereotipo homo coqueto, culto, consumista y, por supuesto, joven hace olvidar a los gays que "todos llegamos a viejos".

Todos los activistas coinciden: los problemas de los mayores homosexuales han sido sistemáticamente postergados en la agenda reivindicativa. La lucha por los derechos tampoco escapa al culto a la juventud. "¿Quién ha oído hablar de gays viejos? ¿Quién ha leído algo del tema? Nadie", lamenta Antonio Ruiz, presidente de la Asociación de Ex Presos Sociales, que nombra como uno de los principales problemas del colectivo su frecuente falta de adaptación a las residencias de ancianos y centros de día.

La vida de una lesbiana, un gay, un transexual o un bisexual (LGTB) mayor de 60 años difícilmente habrá sido un camino de rosas. El Estado y la Iglesia los reprimieron y persiguieron con saña durante el franquismo. La Ley de Vagos y Maleantes llevó a cientos de ellos a prisión. Llegada la democracia, el sida aguó la fiesta de la liberación sexual. Y aún hoy han de ver cómo los resabios del nacionalcatolicismo empapan el discurso sobre sexo y familia de parte de la derecha.

"Todos los viejos son heterosexuales"
¿Está recompensando la España de 2009 el esfuerzo de estas primeras generaciones de homosexuales que han llegado a la vejez fuera del armario? La respuesta de activistas, asociaciones y mayores gays es un no rotundo. "La vejez está empujando a muchos a regresar al armario", dice Antonio Ruiz.

Los motivos son variados, pero el principal es que las residencias y centros de día de mayores, públicos y privados, funcionan "bajo la premisa de que todos los viejos son heterosexuales", en palabras de Josep Vila, sociólogo de la Fundació Enllaç. Y explica un caso elocuente: "Una de las ancianas de una pareja de lesbianas que vivía en una residencia sufrió un deterioro cognitivo. La otra mujer se vio en la tesitura de ni siquiera poder entrar a verla, porque legalmente no era nada".

José Benito Eres, presidente del Grup dAmics Gais, Lesbianes, Transsexuals i Bisexuals denuncia además que "un alto porcentaje" de las residencias están gestionadas por la Iglesia, lo cual no contribuye a crear un clima de tolerancia. Antonio Ruiz señala que "son pocos los que van a residencias, con lo que están más expuestos a la soledad". "Y los que van, suelen ocultar su sexualidad", añade.

Doble discriminación
Un 16,6% de la población total española, de unos 46 millones, es mayor de 65 años. Es imposible saber cuántos homosexuales hay en ese 16,6%, pero no lo es comprender que sus dificultades añadidas se extienden fuera de los muros de las residencias, creando una doble discriminación. La falta de descendencia de la mayoría, sumada a unas relaciones familiares frecuentemente difíciles, reduce el abanico de posibles cuidadores cuando la persona es dependiente.

Al no haber constancia oficial de sus relaciones la ley del matrimonio gay ha llegado tarde para ellos, pueden perder los derechos patrimoniales cuando muere su compañero.

Integración
Pese al desinterés de la mayoría de asociaciones, desde 2005 existe un documento genérico de todos los colectivos que promueve una "estrategia política inclusiva con los ancianos LGTB". La forma de concretarla no está clara. Las Administraciones optan por la transversalidad, en un planteamiento difícilmente rebatible en el plano teórico, porque pretende no crear espacios para gays, sino integrar y evitar guetos. Pero no es tan simple.

¿Qué hacer cuando son los propios colectivos homosexuales los que dicen sentir como ajenos los espacios que el Estado dedica al cuidado y al encuentro social de los mayores? La cuestión es espinosa. Al respecto, José Benito Eres pone voz a una opinión generalizada pero políticamente incorrecta que invita a la reflexión: es frecuente que a los gays no les guste el fútbol televisado, actividad que, junto al dominó, es parte sustancial de la rutina de miles de centros de día y hogares del jubilado.

Estados Unidos, Alemania, Suecia, Dinamarca, Holanda y Canadá son los países donde existen más proyectos orientados a homosexuales mayores, tanto públicos como privados, según los colectivos. Armand de Fluvià es abiertamente partidario de imitar a estos países: "Mientras haya discriminación, deben existir residencias para gays y lesbianas. En teoría no debería ser así, pero la práctica...".

  • "Te tienes que adaptar porque son mayoría"
  • Homosexuales mayores relatan sus problemas de integración
  • Público, 2009-11-08 # A. Martín Vidal . Barcelona / F. Artacho . Sevilla
A sus 80 años, Eusebio Valderrama conserva la vitalidad de un muchacho.

De momento no depende de nadie y vive por sí mismo en Málaga, pero le angustia la idea de acabar ingresado en una residencia de mayores.

"Creo que deberían hacerse residencias específicas para gays y lesbianas en las que compartir nuestra vejez y contarnos experiencias y vivencias, sin sentirnos rechazados", afirma.

Al igual que Eusebio, Sergio —nombre ficticio, de 67 años— también es homosexual. Él sí ha pasado ya por una residencia, concretamente en Sevilla. "Es muy triste, tienes que adaptarte a la mayoría para no ser rechazado. Estás sometido. Eres tú el que tiene que adaptarse, porque ellos son más, son la mayoría. Cuando mi pareja venía a visitarme, decía que era un sobrino", afirma.

A menudo los mayores homosexuales son vistos como degenerados, como viejos verdes, expresión que les resulta demoledora. Sergio, que nunca ha besado a un hombre en público en su vida, asume que esas son las reglas del juego. Y las cumple. "El día que vuelva a entrar en una residencia, mi vida sexual acabará", afirma.

Aquella España "horrible"
Juan Velasco, de 77 años, echa la vista atrás y lamenta cómo se ha comportado la España de su juventud con las personas como él: "Era una España horrible para un homosexual, había mucha presión, si te veían un gesto o una prenda de ropa amarilla...".

Juan decidió vivir su vida y no llevar una existencia de cartón-piedra. A su madre, que le pedía que se casara, le dijo: "Mamá, ya soy desgraciado por ser maricón, lo sabes desde que nací, pero no voy a hacer desgraciada a ninguna infeliz". Llegó a pensar en el suicidio "de tanto escuchar eso de: ¡Maricón, maricón!".

Tras tanta calamidad, Juan tiene ahora buenas perspectivas para planificar libremente su futuro. Disfruta de una posición económica desahogada, fruto de años de duro trabajo. Vive solo en Barcelona. En su testamento, deja su piso a la Fundació Enllaç, de la que es patrono, y que proyecta ofrecer pisos de acogida y residencias que atiendan las necesidades de los personas mayores homosexuales.

Formación específica
Fernando Olmedo podría ser un beneficiario de la Fundació Enllaç. Enfermo de sida, sufre constantes depresiones severas, agudizadas desde que su "amigo", como él lo llama, falleció a principios de los 90. Los médicos le dijeron que no podía estar solo, por lo que ingresó en una residencia privada. El ambiente, la soledad, la incapacidad para comunicarse con el resto de residentes lo entristecieron tanto que intentó tirarse por una ventana. Terminó por volver a casa.

Ahora, una cuidadora hace lo que él no puede. Con instrucciones muy precisas, para no repetir su experiencia en la residencia. "Los trabajadores de estos centros deberían tener formación específica para obtener una sensibilidad especial con nosotros", afirma Fernando. Él se siente afortunado por poder pagar una atención personalizada. "Pero no todo el mundo tiene dinero para eso", admite.

A las dificultades de adaptación de numerosos homosexuales en las residencias se suman obstáculos más sutiles, pero igualmente importantes. "A un gay no le suele gustar que le pongan un compañero de habitación, que es lo habitual, y al otro quizás no le gustará tener un compañero gay", señala José Benito Eres, presidente del Grup dAmics Gais, Lesbianes, Transsexuals i Bisexuals.

  • No es país para viejos (sobre todo si son gays)
  • Público, 2009-11-08 # Antonio Avendaño
La izquierda cree que el Estado tiene que ser la familia de los que no tienen familia, mientras que la derecha cree más bien que el Estado debe dejarse de sentimentalismos y limitarse a mandar. Por supuesto, la gente de derechas es tan cariñosa como la que más con sus iguales y conocidos, pero es olvidadiza con los pobres y con los desconocidos. Y si además de pobres y desconocidos son gays, entonces no es sólo olvidadiza, sino directamente implacable.

A la derecha no le gusta que el Estado se gaste el dinero en buenas residencias públicas de ancianos, porque ella suele tener dinero suficiente para pagarse las residencias privadas de sus mayores. De ahí que crea que invertir en eso es tirar el dinero, lo cual no tendría mayor importancia si no fuera porque se trata de ¡¡¡SU dinero!!!

Pero las diferencias entre izquierda y derecha en materia de derechos de los ancianos se diluyen cuando se trata de que el Estado respalde o promueva residencias de ancianos donde gays y lesbianas puedan sentirse cómodos. La izquierda comprende y respeta los derechos de los homosexuales, pero parece hacerlo sólo hasta cierto punto y, sobre todo, sólo hasta cierta edad. Este, pues, no es país para viejos, y menos aún para viejos gays.

El problema es de conciencia, pero también de visibilidad. La vejez gay es invisible, tal vez porque se avergüenza un poco de sí misma, atrapada ella también en ese culto pueril a la juventud que hace de todos nosotros unos majaderos que se comportan como si la vejez y la muerte fueran algo que sólo les ocurre a los otros. Más nos valdrá a todos que el Estado esté ahí cuando llegue la hora. O como diría melancólicamente Juan Marsé, cuando "aquel muchacho" se haya convertido en "esta sombra".

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