2009/11/15

> Berria: Homofobia > PROGENITORES DE JOVENES HOMOSEXUALES PIDEN "EDUCAR" AL PROFESORADO

  • Los padres de homosexuales piden 'educar' a los profesores
  • Los progenitores instan a los maestros a erradicar de las aulas la homofobia. Exigen a Educació que cumpla el plan de no discriminación aprobado en el 2006
  • El Periódico de Catalunya, 2009-11-15 # María Jesús Ibáñez . Barcelona
Algo no funciona cuando, a pesar de las leyes pioneras y de los mensajes de normalidad que tratan de transmitir las series de televisión, aún hay encuestas que dicen que uno de cada cuatro escolares cree que la homosexualidad es una enfermedad. Y que un tercio de los alumnos de Primaria y Secundaria no ve incorrecto tratar despectivamente a un compañero porque su orientación sexual es distinta a la de la mayoría. «La homofobia persiste y ha de empezar a combatirse en la infancia. Por eso, nos preguntamos qué está haciendo la escuela para erradicar la discriminación», cuestiona Carme Rabadà, presidenta de la Associació de Mares i Pares de Gais i Lesbianes (AMPGIL). La clave, dice, la tienen los profesores.

La entidad, que ayer celebró su 15° aniversario, quiere que la vuelta al cole deje de ser una pesadilla para sus hijos. Víctimas de acoso escolar –el también llamado bullying–, los gais y las lesbianas adolescentes, sobre todo los que todavía no han hecho pública su orientación, se encuentran desamparados. Lo peor, aseguran los chicos, es la soledad, «no poder hablarlo con nadie». Algunos –muy pocos– encuentran apoyo en amigos, pero en raras ocasiones cuentan con la comprensión o la complicidad del profesorado.

Formación continuada
«El plan interdepartamental para la no discriminación dice que el hecho homosexual y el transexual se deben incorporar en la formación continuada del personal docente, pero la realidad demuestra que eso no es aún así», lamenta Rabadà. El mismo plan, aprobado por la Generalitat en el 2006, establece que los colegios catalanes –públicos, privados o concertados– han de prever en sus currículums de ciencias sociales «instrumentos para incluir el hecho homosexual». Las bibliotecas escolares, recoge la normativa, han de contar también con un fondo documental sobre homosexualidad.

El colectivo de gais y lesbianas es, quizá, uno de los pocos en España en que el ordenamiento jurídico va por delante de los cambios sociales, observa Albert Arcarons, esposo de la presidenta y miembro activo de la AMPGIL. Una de las preocupaciones de los padres de jóvenes víctimas de homofobia –«prima hermana de la violencia machista», dice Arcarons– es el riesgo de depresión a que se ven abocados los chicos.

La única manera de terminar con el bullying, explican quienes han pasado por ello, es haciendo que lo distinto se vea como normal. «La solución pasa por informar y, a partir de allí, por fomentar el respeto y la tolerancia», afirma Cati Pastor, madre de Àlex, un joven de 19 años «que ha vivido muchos sufrimientos», asegura la mujer. Cati está convencida de que el papel de los profesores es fundamental en esta labor.

El psicólogo del colegio
Óscar de 23 años, hizo pública su condición de homosexual cuando aún cursaba la ESO en Badalona (Barcelonès). «La profesora no se complicó la vida: me envió directamente al psicólogo del colegio, en horario de clase». «Cuando el hombre me preguntó qué me pasaba, yo respondí sencillamente que a mí no me ocurría nada, que tal vez el problema lo tuvieran los demás», relata el joven.

«El problema de fondo es que la sexualidad sigue estando fuera de las aulas», denuncia Josep García, socio también de la AMPGIL. En su opinión, «aún hay demasiada gente que se escandaliza con iniciativas como la que recientemente ha tenido la Junta de Extremadura, que ha creado talleres de sexualidad en que, entre otras cosas, se explica a los jóvenes cómo masturbarse». Mientras no se superen estas situaciones, afirma García, «será difícil combatir la intolerancia».

Jordi Arcarons Rabadà: “Dejé de ir a clase de tenis el día en que el monitor me insultó”
Nunca le gustaron demasiado las clases, pero aquel grito insultante –teóricamente con pretensiones de estímulo– fue definitivo. Su padre, Albert, dejó de llevarle al club de tenis el día en que el monitor profirió un insulto homófobo para exigirle que corriera más. Jordi Arcarons ya sabía entonces que a él no le gustaba el fútbol y otros deportes, como a sus compañeros, pero no fue hasta los 21 años cuando explicó a sus padres que era homosexual.

«Yo siempre le vi feliz y la verdad es que fue toda una sorpresa», relata su madre, Carme, ahora presidenta de la Associació de Mares i Pares de Gais i Lesbianes (AMPGIL). «El papel de los profesores es fundamental, pero no hemos de olvidar a las ampas, hemos de implicarlas también, porque las familias son definitivas en la aceptación del hecho homosexual», advierte Carme.

Alex García Pastor: “El acoso acabó cuando confesé, ante toda la clase, que era gay”
El círculo vicioso del bullying no se rompe hasta que, un buen día, el acosador planta cara. Àlex lo hizo. Y funcionó. «En cuanto confesé en clase, ante toda la clase, que yo era gay, se acabaron los insultos», explica. Durante los tres años anteriores, el joven, que ahora tiene 19, había sido víctima de un constante acoso por parte de los compañeros y de la más absoluta pasividad por parte de los profesores.

Alex estudiaba en un colegio de una población pequeña del Maresme, pero «eso no fue un problema», recuerda ahora. Acabaron aceptándole. Ahora, después de haber estudiado para convertirse en auxiliar de vuelo, está inmerso en sus estudios de inglés. «Nuestra preocupación es que no llegue a ser libre, o mejor, que no pueda ser tan libre como su hermano mayor, porque uno es heterosexual y el otro homosexual

Angela López Alejandro: “A los 14 años, mi tutora me dijo que me esperase, que se me pasaría”
Su madre, Rosaura, le acaricia la mano con ternura mientras ella, Ángela, rememora los tiempos del colegio. Tenía 14 años, recuerda, cuando fue a pedir ayuda a su tutora. «Le conté mi caso, le expliqué que creía que era homosexual y me respondió diciendo que me esperase, que seguro que con el tiempo se me acabaría pasando», señala.

Con 32 años, esta diseñadora gráfica barcelonesa recuerda también con tristeza la incomprensión de los amigos. «Llegó un momento en que no supe con quién hablar», dice. Cuando finalmente se lo explicó a su madre, la mujer se quedó «aturdida y desorientada». «Mi primera reacción fue pensar en qué me había equivocado», relata Rosaura. Luego comprendió «que la homosexualidad no es ni de ricos, ni de pobres; ni de católicos, ni de ateos; ni de izquierdas ni de derechas».

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