- Vivienda y formación son los principales problemas de los gitanos de Gipuzkoa
- Unos 3.500 guipuzcoanos celebran mañana el Día del Pueblo Gitano Vasco. Conservan el caló y algunos hablan en romintxela, mezcla de euskera y romaní
- El Diario Vasco, 2009-11-15 # Javier Meaurio . San Sebastián
«Para la comunidad gitana en Gipuzkoa la situación va cambiando a mejor aunque mantiene intacta toda su problemática», asegura María José Rubio, de la Fundación Secretariado Gitano (FSG), con sede desde este verano en la avenida de Ategorrieta de Donostia. La fundación -sin ánimo de lucro- nació en julio del 2001 y tiene 48 sedes en todo el Estado. «Estábamos instalados en Álava, Vizcaya y Navarra. Faltaba Gipuzkoa y desde junio somos ya una realidad».
Para buscar un local en San Sebastián han padecido las mismas vicisitudes que los gitanos. «Teníamos toda la documentación en regla y cuando estábamos a punto de firmar el contrato de alquiler, al oír la palabra gitano el dueño se echaba atrás. Más que encontrar una sede es ella la que nos ha encontrado a nosotros. Es lo mismo que les ocurre a los gitanos cuando quieren acceder a una casa. Muchos se hacen pasar por sudamericanos o a través de un amigo payo o sin rasgos gitanos consiguen alquilar una vivienda. El estigma que tiene la comunidad gitana les persigue. Esa imagen de gente que organiza líos no les ha abandonado todavía», añade Rubio.
Con todo -y pese a que el de la vivienda sigue siendo uno de sus principales problemas-, la mayor parte de los gitanos guipuzcoanos vive en pisos. «El porcentaje de chabolismo en Gipuzkoa es insignificante. No es un fenómeno que represente al colectivo. Puede ser que las casas en las que viven algunos estén más o menos deterioradas, pero aquí no viven en chabolas», señala Conchi Franco, del Secretariado Gitano de Cáritas. Añade que con la llegada de personas procedentes de Rumanía -algunos de ellos gitanos- sí se ha producido un aumento de una población que vive en casas o edificios abandonados.
Escasa formación
Además de la vivienda, el de la formación y el empleo es el mayor problema que sufren los gitanos guipuzcoanos. «Tienen una falta de cualificación y formación evidentes. Sucede, además, que se casan y tienen familia muy jóvenes y necesitan dinero, por lo que aceleran y acortan lo que debería ser su proceso de formación, lo que dificulta su inserción», señalan desde la FSG. Y es que aunque la escolarización en la etapa de Primaria se mueve en torno al 95%, no ocurre lo mismo con la enseñanza superior, donde apenas se matriculan los gitanos y muchos menos con la universitaria.
Además de sus conocidas actividades en mercadillos y en venta de chatarra, el reparto -que implica conducir vehículos y moverse de un lado a otro- el trabajo en almacenes con carretillas elevadoras y la reparación de coches, son las colocaciones que más les motivan. «Tienen una habilidad especial para la mecánica. En este terreno de cambiar el aceite o poner a punto un vehículo son autodidactas, muy habilidosos», afirma Conchi Franco.
Irun, Zumarraga y Donostialdea son las zonas donde se agrupa un mayor número de gitanos en Gipuzkoa. «Se encuentran por todo el territorio, como es lógico, lo mismo que nosotros los payos. En San Sebastián bastantes familias gitanas viven en Intxaurrondo», informan desde Cáritas.
El pluralismo y la heterogeneidad imperan en el colectivo con diferencias entre unos y otros. «Algunos son autónomos y no recurren a los servicios sociales, por lo que ni nos consta su existencia. Sus procesos de adaptación a la sociedad dependen asimismo de su nivel económico, por lo que las familias que más tiempo han vivido en chabolas o en poblados tienen más dificultades para la integración», agrega Conchi Franco.
La comunidad gitana tiende a crecer ya que su población forma una especie de pirámide invertida con respecto al resto de la sociedad guipuzcoana, en la que los mayores son pocos mientras que los niños abundan. Se trata, con todo, de una tendencia en variación ya que ahora las familias gitanas tienen una media de tres hijos.
En opinión de las agrupaciones sociales que trabajan con ellos es este descenso del número de hijos, junto al retraso en la edad del matrimonio los fenómenos que podrían favorecer la promoción social de la mujer gitana, que tiene un papel fundamental dentro de esta etnia. «La familia, y dentro de ella la mujer, son el pilar básico, la columna vertebral de la comunidad gitana. La mujer además de ama de casa se ocupa de la crianza de los hijos e incluso se incorpora al mercado laboral, algo que cada día demandan más. Ahí sí que se está produciendo un cambio», asegura Rubio.
Otros rasgos
El respeto a los difuntos, la boda, el cuidar a los mayores, las fiestas y celebraciones, el casarse entre ellos y muy jóvenes, la lengua, el salir con un chico o una chica solo después de la petición de mano y el que los hijos trabajen en lo mismo que los padres, son algunos de los rasgos identitarios de los gitanos, tendencias que van cambiando. Mantienen su habla, el caló, una mezcla del romaní y el español- y los más veteranos, el romintxela, euskera y romaní mezclados.
A los gitanos les gusta más hablar de adaptación que de integración porque ésta última significa «diluir, perder parte de tu identidad ya que tenemos una diferencias culturales y étnicas con los payos, pero que si las perdemos desaparecemos como pueblo», señala José Ramón Jiménez, Montxo, presidente de la asociación Kamelamos Adiquerar, con sede en Donostia.
El problema que influye en que las condiciones socioeconómicas de los gitanos sean precarias es el de la discriminación. «Hay una serie de ideas preconcebidas sobre los gitanos que dificultan su vida y ponen obstáculos a su acceso a la vivienda, el empleo, la educación o los servicios sociosanitarios. Un gran desconocimiento de la sociedad paya con respecto a la gitana. Cuando entras en su mundo te encuentras con una gente muy acogedora, que te abre las puertas de sus casas y que te ofrece lo que tiene», afirma Montxo.
En esto incide Bartolomé Jiménez, vicepresidente del Consejo para la Promoción Integral y Participación Social del Pueblo Gitano. «En el segundo plan, aprobado en febrero se marcan los tres objetivos principales que son: la mejora de la calidad de vida, la promoción y la participación social y sobre todo el fomento de la convivencia mediante el conocimiento de la cultura e historia del pueblo gitano y el reconocimiento de su identidad», concluye.
Una vida 'complicada'
Difícil, muy difícil y complicado que un gitano o gitana quiera aportar su testimonio y muchos menos su fotografía a la hora de realizar un reportaje periodístico. Son demasiados clichés negativos los que persiguen a este pueblo y la mayoría coincide en que aparecer en un medio de comunicación como perteneciente a esta etnia no les favorece y que incluso les perjudica.
Conchi Jiménez tiene 37 años y nació en Irun. Su madre es irunesa y su padre de Ondarroa. Su marido es también gitano y trabaja en un reconocido 'templo' de la gastronomía guipuzcoana, y con muy buena nota, aunque prefiere no hablar. «No nos favorece aparecer en la prensa como gitanos».
Conchi ejerce de mediadora en Cáritas con familias gitanas y estudia en la Universidad Pública de Navarra en el curso 'Experto en Intervención Social con la Comunidad Gitana'. «He vivido toda mi vida en Irun. Me casé con un gitano y no hemos sufrido exclusión por parte de la sociedad, aunque sí que existe».
Mario Lozano tiene 50 años y cinco hijos y cinco nietos. Casado con una mujer gitana, como él, vive en Donostia, para cuyo ayuntamiento trabaja en tareas de mantenimiento. «Soy nacido en Navas de Oro (Segovia) y con 13 años llegué a San Sebastián. No me quejo. Ahora tengo un trabajo temporal, pero sí es cierto que los gitanos tenemos problemas a la hora de encontrar un empleo. En una empresa de jardinería me dijeron: 'No queremos ni a moros ni a gitanos'. He pasado mucho tiempo buscando trabajos y en más de la mitad de ellos he tenido serios problemas por mi condición de ser gitano», explica.
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