- Claude Lévi-Strauss: El padre de la antropología moderna
- Gara, 2009-11-04 # Claude Casteran
Hijo intelectual de Émile Durkheim y de Marcel Mauss, e interesado por la obra de Karl Marx, por el psicoanálisis de Sigmund Freud, la lingüística de Ferdinand de Saussure y Roman Jakobson, el formalismo de Vladimir Propp y un largo etcétera, era además un apasionado de la música, la geología, la botánica y la astronomía. La que podría considerarse como su «autobiografía intelectual» es «Tristes Trópicos», un estudio publicado en 1955. Reeditado constantemente y ampliamente traducido -aunque para él fue «demasiado rápido y sin pensar»- narró su viaje al centro de Brasil antes de la guerra. Estudioso de las sociedades llamadas primitivas, afirmaba que «no trata del pensamiento de los indígenas, sino de la mente salvaje. Es una estructura extensiva a toda la humanidad y que podemos encontrar en nosotros mismos». «Cuando nos explica que `el pensamiento salvaje' está en cada uno de nosotros, no hace distinciones entre el funcionamiento mental de los pueblos primitivos y el nuestro. Es una revolución intelectual considerable», explica una antigua alumna suya, Catherine Clement, autora de un estudio sobre su obra.
Las aportaciones más decisivas del trabajo de Lévi-Strauss se pueden resumir en tres grandes temas: la teoría de la alianza -básicamente defiende que el parentesco tiene más que ver con la alianza entre dos familias, por matrimonio respectivo entre sus miembros, que con la ascendencia de un antepasado común-, los procesos mentales del conocimiento humano -no hay una diferencia significativa entre el pensamiento primitivo y el civilizado- y la estructura de los mitos.
La idea del papel fundamental de las ciencias en la evolución de la humanidad, y más concretamente la de la interacción entre las ciencias humanas y las exactas, constituyó otro de los centros de interés esenciales de este pensador fuera de lo común. Preconizó la unificación de los métodos de pensamiento de las ciencias humanas y las ciencias exactas, y señaló que «las especulaciones de los primeros geómetras y aritméticos apuntaban más al hombre que al mundo físico». Citaba el caso de Pitágoras, que «estaba totalmente impregnado de la significación antropológica de los números y las figuras geométricas», y el ejemplo de los sabios de China, la India, la América precolombina y el África precolonial, que «se interesaron por el significado y las virtudes propias de los números».
Autor de «Raza e historia»(1950) -obra clásica del pensamiento antirracista- también se dedicó a demostrar que era inútil combatir la idea de desigualdad de las razas.
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