2009/07/14

> Elkarrizketa: Fernando Telletxea > "PARECE QUE TODO ESTE PERMITIDO, PERO NO PARA LA SOCIEDAD BIENPENSANTE"

  • Fernando Telletxea, artista y escritor: «Parece que todo esté permitido, pero no para la sociedad 'bienpensante'
  • El artista y escritor relata en 'A contradanza' la visión de un niño de la sociedad de la postguerra
  • El Diario Vasco, 2009-07-14 # Gorka Larrumbide
Fernando Telletxea Oskoz (Errenteria, 1948), vivió su momento de gloria en los ochenta como el transformista Fama. Alejado de los escenarios lleva años inmerso en el mundo de la escritura «por desengaño y por el sufrimiento tan terrible que padecí al ser señalado por la sociedad». Recientemente acaba de publicar A contradanza, una obra autobiográfica en la que, a través de los sorprendidos ojos de un niño, los suyos, los personajes van relatando una desgarrada sociedad de postguerra repleta de pasiones e infidelidades, despertando a la vida las inquietudes del adolescente que ve desmoronarse el porvenir ante la hipocresía de la sociedad, que se entretiene sometiendo a los más débiles a una brutal y constante censura.

- Sitúenos en la novela.
- Errenteria. Época de postguerra. La mirada de un niño con una sensibilidad casi enfermiza. A mi alrededor, numerosos personajes pintorescos, que por ser diferentes, eran señalados con el dedo. Entre ellos, la pan y chocolate, muy guapa, con buen cuerpo y que se casó con un millonario. Las malas lenguas decían que lo hacía por dinero. O mi vecina, que tenía una pésima relación con su marido y que siempre estaban a la gresca. Es un homenaje a aquellos personajes observados, analizados y de los que yo mismo pasaría a engrosar sus filas unos años más tarde por artista y por mi supuesta homosexualidad. Sobre ellos he creado estas historias entendiendo Errenteria como un universo casi similar al que describe Zola en París.

- ¿Sufrió mucho?
- De puertas para dentro tuve una infancia maravillosa, con el calor de mis padres, mi abuela, mis hermanos. A mi madre todavía hoy la siento muy cerca. No puedo evitar hablar de ella sin emocionarme. Pero cara al exterior, la cosa cambiaba. Fue una época difícil. No me iba de txikitos, ni alardeaba del fútbol, yo devoraba libros. Sabía que quería crear, y lo que más a mano tenía por aquel entonces era mi voz. Pero era muy difícil que se entendiera que un chico aparente como yo cantara como una soprano ligera con voz de mujer. España era un país tercermundista, me cansé de ir de sala en sala. La gente que funcionaba discográficamente estaba muy encorsetada y un producto tan internacional como el mío no llegó a entenderse. Ahora, con el paso del tiempo, me doy cuenta de que con esa mentalidad, era imposible abrirse camino. Ahora también, la mediocridad es terrible.

- ¿Algo habremos evolucionado, no?
- ¡Nada! Ahora parece que todo está permitido, pero la sociedad bienpensante no lo acepta, así que estamos igual. Esto es lo que precisamente critico en la novela. La sociedad es hipócrita. Hace unos días un grupo de mujeres paraban a un joven de unos catorce años y le decían: «¡Cada vez estás más guapo!». En cuanto se marchó apuntaron: «¡Se le está poniendo la misma cara de bestia que a su padre». La sociedad es así de cruel, no nos engañemos. La hipocresía está a la orden del día.

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