- Al-Shayamaa Kwegyr: "A los albinos les digo: soy como tú y llegué a diputada".
- La política tanzana lucha por desterrar la superstición letal contra su minoría
- El País, 2009-06-30 # Ana Alfageme
Hay 170.000 hombres y mujeres con esa enfermedad hereditaria en Tanzania. Son muchos más (uno entre 4.000) que en Europa o América, por la endogamia. Desde hace unos años, son además un trofeo de caza: los brujos usan sus huesos, su pelo, sus dedos o su sangre para preparar pócimas que aseguran prosperidad. El año pasado hubo 36 negros blancos asesinados, degollados para beber directamente la sangre de la herida o mutilados con un machete por un trozo de hueso.
Al-Shayamaa está intentando cambiar esto. Concede, mientras aparta las acelgas de la menestra (para ella, musulmana, sin jamón), que trabajar en información del aeropuerto durante 25 años le ayudó a superar esa vergüenza infinita que sienten sus congéneres. Estudió derecho, se presentó a las elecciones y las perdió. Pero el presidente la nombró diputada para atajar el macabro tráfico de miembros. De eso hace poco más de un año. Y aparte de un incansable peregrinar suyo para educar -le gusta decir a los albinos: "Yo soy como tú, y he llegado a diputada"-, el Gobierno ha ilegalizado a los brujos y ha propiciado que los ciudadanos presentasen denuncias anónimas. "Se descubrió que muchos de los 24 implicados eran familiares de los albinos". Contra las acusaciones de inmovilismo oficial y que participan policías corruptos en la red, ella recuerda que ya hay cuatro agentes en la cárcel.
El rape (con patatas fritas, como ella se ha encargado de pedir) es ya un recuerdo. Es entonces cuando Al-Shayamaa cuenta la historia de Bibiana y Tindi. Tienen 10 y 8 años, respectivamente y son albinas. Vivían en el campo, en una cabaña. Su padre les advirtió de que querían cazarlas. "Al día siguiente de la muerte del padre, unos hombres asaltaron la cabaña, cegaron a Bibiana con una linterna y le cortaron la pierna y dos dedos con un machete. Tindi lo vio todo. Las llevaron al hospital. Allí estaban seguras, con vigilancia en la puerta. Se negaron a volver".
La diputada lo cuenta con la cara iluminada. Y ahora viene el porqué. "Leí la historia en una revista. Ahora viven conmigo, y con mis dos hijas. Las adopté".
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