- La parte maldita
- No (ha) lugar, 2009-03-17 # Miguel A. Hernández-Navarro
- Élisabeth Roudinesco, Nuestro lado oscuro. Una historia de los perversos. Anagrama. 256 páginas. 15 €
Como quiera que sea, los ensayos de Roudinesco, a quien sólo de un tiempo a esta parte parece que se comienza a reivindicar, son siempre de una claridad y contundencia envidiable. Escritos con una prosa ágil y ligera, esconden siempre, sin embargo, una articulación y una profundidad que los hace completamente necesarios. ‘Nuestro lado oscuro. Una historia de los perversos’, el libro que comentamos ahora, sigue esa lógica ensayista del lenguaje claro y preciso, el posicionamiento y la versatilidad. Y al mismo tiempo incorpora una gran cantidad de información histórica que da cuenta también de la formación de historiadora de la autora, que la dota de un perfil riguroso que complementa siempre sus argumentos con un anclaje preciso en la realidad.
La tesis esencial de este libro es la presencia ineludible en la condición humana de un lado oscuro, un reverso tenebroso, una sombra... una parte maldita que se esconde tras la apariencia. Ese lado oscuro, que todos tenemos y que la represión que opera en el ámbito de lo social lo mantiene a raya, emerge sin embargo en algunos individuos, que dan cuenta de lo difícil que es contener nuestra naturaleza perversa. A partir de esta idea, Roudinesco realiza un repaso fascinante y realmente curioso por algunos de los casos en los que la perversión ha aflorado y se ha convertido en el principio rector del individuo, desde el marqués de Sade hasta los genocidas de Auschwitz. Asesinos, mártires, homosexuales, bestialistas, masturbadores, sádicos.. en cada momento el perverso ha sido representado por una figura diferente. Si algo queda claro a lo largo de las páginas del libro es que la perversión se define sociohistóricamente. Los perversos han sido perversos sólo en función de lo que en cada época se entendía por perversión. El homosexual o el masturbador, por ejemplo, se convirtieron en un momento determinado en el paradigma de la perversión. Hoy, sin embargo, ese rol lo ocupan el pedófilo o el terrorista, cuya perversión raya en dar cuenta del mal absoluto.
En cierto modo, el libro puede ser entendido como una historia de los prejuicios sobre aquello que nos resulta extraño. Prejuicios sobre lo otro radical, sobre lo anormal. Toda la historia de la humanidad occidental se resume en un proceso de normalización de los sujetos, de consecución de un sujeto normal y socialmente adaptado. El perverso, sin embargo, es aquel que está en el afuera de lo social, es lo otro de la civilización, lo que atenta contra ésta. Pero precisamente por esa razón, la perversión, lo otro radical, es lo único que permite ver qué es lo normal, es el fondo de contraste sobre el que se recorta la normalidad.
La perspectiva psicoanalítica se revela, al final, como la más adecuada para presentar y analizar ese lado oscuro. De hecho, uno de los objetivos claros del psicoanálisis será buscar ese lado perverso que no suele aparecer en la vida cotidiana, pero que está en el fondo de cada uno de nosotros. El inconsciente, que rige nuestra vida y nuestra conducta, que nos maneja, que es el amo del yo. Y en ese amo se encuentran también los miedos, los deseos, las pulsiones... todo aquello que el ego, el ser social, se esfuerza por contener. El psicoanálisis mostró cómo la condición humana es una lucha, una tensión entre las fuerzas del inconsciente y las fuerzas domesticadoras de lo social. Una fuerzas domesticadoras que no siempre son efectivas y que, a veces, dejan escapar el monstruo que llevamos dentro.
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