- Sexualidad de mamíferos: Humanos y bonobos los más gozadores
- El Ciudadano, 2009-10-04 # Francisca Martín-Cano Abreu
Las dos características que diferencian profundamente la conducta sexual entre humanos y entre animales mamíferos, son la frecuencia de actos sexuales y la posibilidad de violencia sexual.
1. De forma que, mientras entre los humanos las relaciones sexuales son muy frecuentes y reiteradas, característica que compartimos con otra especie animal: los bonobos, en la mayoría de especies animales las relaciones sexuales son inusuales.
2. Y mientras que entre los animales no existe violencia sexual del macho sobre la hembra, en la especie humana existe en exclusiva la posibilidad de violencia sexual: el varón puede violar a la mujer.
En las diferentes especies animales no existe violación: el macho nunca se impone sexualmente a su posible pareja [y sirva de ejemplo la paciencia que ha de desplegar el pretendido rey de la selva: el león macho, para copular con la hembra, que sólo le permitirá la cópula tras reiterados intentos (para asegurar una adecuada calidad del semen) que puede durar horas].
Primera característica que diferencia de mamíferos
Al comparar la conducta sexual entre humanos y la mayoría de especies de mamíferos, se descubre que la principal característica que las diferencia es que, mientras la relación sexual entre los humanos es muy frecuente, en las demás especies de mamíferos es muy singular.
Esta posibilidad exagerada de relación sexual en la especie humana, es consecuencia de que la sexualidad femenina no dependa de las hormonas: la mujer está dispuesta a copular en cualquier momento del día y del mes, ya que no tiene relación con la ovulación. Las mujeres no tienen período de celo, su sexualidad no está determinada por las hormonas. Y dada esta conducta femenina, no tiene nada de extraño que haya sido calificada de “atleta sexual”, según referencia de la antropóloga Helen Fisher.
Mientras que las hembras de las diferentes especies animales mamíferos, sólo están dispuestas a copular en el período definido para la procreación: en el estro anual (o mensual).
De forma que en ciertas especies salvajes, los machos sólo copulan una vez al año, en la época de apareamiento, cuando las hembras tienen el estro. Incluso la mayoría de los machos lo hacen aún menos, ya que las hembras sólo se aparean con el macho que haya vencido en la contienda con otros. Por lo que sólo los más aptos, en ciertos períodos de su vida, tienen relaciones sexuales.
Y entre los animales domésticos, ya se sabe la vida reservada a los sementales, y por tanto la limitada vida sexual del resto de los machos: sufren una total abstinencia sexual.
Primates
Las hembras de los primates salvajes (a excepción de los bonobos, en los que pasa otra cosa), tienen relaciones sexuales aún con menor frecuencia, que las de otros mamíferos. Ello se debe a que, cuando las hembras maduran, sólo aceptan al macho durante el período mensual de celo (salvo excepciones, ya que se ha visto copular a hembras de algunas especies fuera del período de celo, lo que evidencia que no depende totalmente de las hormonas).
Pero dado que la supervivencia ha asegurado, que tras la cópula venga el embarazo, y dado que durante el período de embarazo y de lactancia, que dura un par de años, la actividad sexual de las mamíferas se paraliza, no volverá a entrar en celo y por tanto a copular, hasta pasados dos o más años, tras el destete de su bebé. Así, que sólo se aparean durante un breve período, cada dos o más años.
Los machos primates podrían copular en los períodos mensuales de la actividad sexual de las hembras. Pero dado que el número de hembras maduras de los grupos es limitado, y dado que son ellas las que llevan la iniciativa en la elección de parejas, muchos machos tienen limitada la posibilidad de aparearse. Incluso los machos de ciertas especies, no tienen demasiado interés por el coito.
El hecho de que la hembra sea libre de elegir a su pareja para aparearse, también evidencia que la relación sexual primate, no depende totalmente de las hormonas: La hembra es la que elige a las parejas sexuales, que no pueden imponerse por la fuerza, a pesar del dimorfismo (los machos son mucho más grandes). El dominio del macho primate nunca sirve para imponerse sexualmente a la hembra, sino en presencia de alimentos.
Respecto a la elección femenina de la pareja sexual, implica que los machos que ocupan una posición de dominio en la jerarquía dentro de un grupo, no tienen asegurado la cópula; la jerarquía no se ejerce en el campo sexual. De ahí que los machos han de aplicarse en atraer y convencer a las hembras para que los dejen aparear.
He visto en un vídeo de Shierley Strum, que los machos babuinos (los estudió en 1976 en el rancho Kekopey junto a Gigil, Kenia), gastan enorme energía en atraerse las simpatías y amistad de las hembras, para que les otorgue en el futuro, un favor sexual. Como ejemplifica la conducta de niñera de un babuino macho, para tener contenta a la madre].
Humanos
Y esa mayor frecuencia de la relación sexual entre humanos, respecto a los otros mamíferos, manifiesta que la conducta sexual humana está vinculada al placer, mientras que la de los animales mamíferos –excepto los Bonobos- está vinculada a la fecundación, a la supervivencia, es instintiva y está bajo control hormonal y con la finalidad exclusiva de la procreación.
En el caso de los primates superiores, aún estando la relación sexual vinculada a la supervivencia, se ha observado que no depende totalmente de las hormonas.
Bonobos y placer
De forma extraordinaria, existe una especie animal, en la que la conducta sexual no depende ni de las hormonas, ni tampoco está vinculada a la supervivencia, al igual en los humanos. Son los chimpancés pigmeos / enanos / bonobos. En esta especie, Nancy Thompson-Handler fue la primera que lo observó (en Lomako, República de Zaire, entre el río Zaire y Kasai en la década de los años 80s), que la práctica sexual está vinculada al placer, al igual que en la especie humana.
Los bonobos “nuestros más inteligentes parientes primates y más semejantes a nosotros” hacen muchísimo el amor. Y lo hacen porque las hembras bonobos no presentan estro (igual que la mujer) y siempre están dispuestas a la cópula, a excepción del tabú madre-hijo. Quizás los bonobos sean los animales que más hacen el amor, incluso mucho más que los humanos, ya que ellos no limitan la sexualidad con normas morales, ni tampoco eliminan el derecho al placer, como los humanos aún hacen.
Los bonobos forman parejas esporádicas de hembras con machos o de hembras o machos entre sí. Este emparejamiento evidencia que la utilización del sexo se ha desvinculado de la procreación mucho más que entre los humanos. Y además daría incluso fundamento biológico a la conducta sexual homosexual.
Y justo es la conducta sexual de los bonobos, la que da idea de la conducta sexual en los inicios de la cultura humana, ya que algo parecido debió ocurrir con nuestros remotos antepasados homínidos, de los que descendemos: la relación sexual de los prehomínidos sería similar al de los primates no humanos como los bonobos. O sea que las conductas de los bonobos nos muestran el comportamiento sexual de nuestros antepasados: nuestras ancestras serían muy promiscuas y harían el amor en cualquier momento del año, sin tener en cuenta la ovulación y sin atenerse a la monogamia, y los varones no tendrían conocimiento de cuándo ocurría su paternidad real.
Jared Diamond nos aporta la teoría de la antropóloga Sarah Hrdy, de la Universidad de California en Davis, que da apoyo a la hipótesis de la promiscuidad de nuestras ancestras prehomínidas. En un estudio de la evolución de la sexualidad humana (1999, 105) resume a Hrdy y reflexiona sobre las ventajas de una hipotética hembra prehomínida promiscua con sucesivos consortes y el porqué un varón le ayudaría a alimentar su cría, a pesar de que no estuviese seguro de su paternidad, dada la promiscuidad de su pareja:
“Supongamos, entonces, que la hembra tiene ovulación oculta y constante receptividad sexual. Puede explotar estas ventajas para copular con muchos machos, aunque tenga que hacerlo incluso solapadamente, cuando su consorte no preste atención. Mientras que ningún macho puede estar seguro de su paternidad, muchos machos reconocen que podrían ser los padres de la eventual cría de la hembra. Si más tarde uno de esos machos tiene éxito en ahuyentar al consorte de la madre y en conquistarla, evita matar a su cría porque podría ser la suya propia. Podría incluso ayudar a la cría con protección u otras formas de cuidado paternal. La ovulación oculta de la madre serviría también para disminuir las peleas entre machos adultos dentro del grupo, puesto que cualquier copulación aislada no es muy probable que resulte en concepción, y de ahí que no merezca la penar luchar por ello…”
“En resumen, Hrdy considera la ovulación oculta una adaptación evolutiva llevada a cabo por las hembras tendente a minimizar la gran amenaza para la supervivencia de su prole que suponían los machos adultos. Mientras que Alexander y Noonan veían la ovulación oculta como clarificación de la paternidad y refuerzo de la monogamia, Hrdy la contempla como algo que introduce un factor de confusión en la paternidad y que arruina la monogamia de manera efectiva.”
Sigue en (1999, 108): “Entonces ¿Qué haremos para evaluar estas dos teorías en disputa?”…
“Pero aún podemos recurrir a otra potente técnica que prefieren los biólogos evolutivos para resolver tales problemas; se denomina método comparativo.”
Tras estudiar numerosas especies de primates, llega a la conclusión de que es la teoría de la promiscuidad la que explica el sistema de apareamiento que condujo a la ovulación oculta femenina. Y así manifiesta en (1999, 119): “En resumidas cuentas, todo se reduce a que la ovulación oculta ha cambiado repetidamente y de hecho ha invertido su función durante la historia evolutiva de los primates.”…
“En aquellos momentos, la ovulación oculta permitió que la mujer-simio ancestral distribuyese sus favores sexuales a muchos machos, ninguno de los cuales podía jurar que era el padre de su hijo, aun cuando cada uno de ellos sabía que podría serlo. En consecuencia, ninguno de esos machos potencialmente asesinos querían hacer daño al bebé de la mujer-simio, y algunos de hecho lo habrían protegido o habría ayudado a alimentarle.”
Segunda característica: violencia. Conducta sexual aprendida
Decíamos con anterioridad que la conducta sexual humana da idea en los inicios de la cultura humana se parecería a la de los bonobos. Sin embargo, como cualquiera puede ver, existe hoy día en occidente absoluta discrepancia sexual humana con respecto a los bonobos: las relaciones homosexuales han estado reprimidas, así como la conducta sexual libre femenina (hasta que afortunadamente hoy día, los seres humanos estamos reivindicando y consiguiendo la libertad sexual total).
Además, hay comportamientos violentos del varón sobre la libertad sexual femenina, como es la violación, conducta que no aparece en los bonobos, ni en otros primates, ni en ninguna especie animal: no se da imposición sexual.
Ni tampoco existió en los estadios más arcaicos humanos, como cualquiera puede constatar estudiando las características de las sociedades matrilineales, a pesar de la idea estereotipada que ha sido divulgada, que proyecta sobre la Prehistoria al varón imponiendo de forma brutal la relación sexual a mujeres maltratadas. Siendo como es un mito machista totalmente inexacto.
Lo constata los contemporáneos descubrimientos de la Etología y de la Arqueología, Sociología y Antropología de Género (es decir no androcéntrica / no machista, como lo han sido estas disciplinas hasta hace poco), en las que se basan para afirmar que: serían las mujeres las que elegirían a sus parejas sexuales, que no se podrían imponer por la fuerza, al igual que ocurre en todas las especies de primates, en las que son las hembras primates, las que eligen a sus parejas sexuales.
La violencia sexual del varón sobre la mujer, surgió por intereses patriarcales, en cierto momento de la historia humana. Fue justo con el advenimiento de la revolución patriarcal, que se extendió por todo el universo, hace varios miles de años.
A partir de entonces se instauró el matrimonio (que se estableció hace varios miles de años en la civilización griega, sobre la que se ha cimentado nuestra actual civilización patriarcal, que arranca de ella y es el origen de que seamos de esta manera). El matrimonio en Grecia, se generalizó en la época de Cecrops, aproximadamente en el primer milenio adne, tras haber sido invadida primero por los aqueos en el siglo XII adne y después por los dorios y dar una nueva organización política al país, basada en el patriarcado, en la que los soberanos ejercían el poder de manera enérgica.
Tal hecho se narra en el mito de la lucha de la diosa Atenea y Neptuno / Poseidón para dar nombre a la ciudad de Atenas, y a la vez refleja el enfrentamiento entre la sociedad matriarcal y la patriarcal. Ganó Atenea.
Victoria de la Diosa que provocó la ira de Neptuno. Para calmarlo, Cecrops, padre de Atenea, tomó la decisión, según los autores de la Enciclopedia Espasa, Tomo 33 (1988, 100) de castigar a las mujeres: "... y entonces, para desagraviar al dios se impuso a las mujeres los siguientes tres castigos: a) se les quitó el derecho de votar; b) se prohibió que en adelante los hijos llevaran el nombre de sus madres (matrilinealidad), y c) despojarlas del título de ciudadanas, de manera que quedaran reducidas a ser meras esposas de los atenienses."
A partir del castigo patriarcal los hijos llevarían el nombre de sus padres varones (patrilinealidad), lo que traduce la institución del matrimonio, de la herencia y de la familia patriarcal, establecido por primera vez entre los atenienses en época de Cecrops.
De forma que fue en Grecia donde tuvo su origen el matrimonio patriarcal de nuestra civilización occidental grecorromana. En la civilización hindú o egipcia, tendría lugar en otra época.
En Escandinavia, la institución del matrimonio también se narra en otro mito: tras la lucha de los invasores Vanes contra la tribu de los autóctonos Ases, los contendientes se unieron entre sí para firmar la paz. Lo que a la vez refleja el enfrentamiento entre la sociedad matriarcal y la patriarcal, así como la generalización y establecimiento de la familia patriarcal.
Y en la civilización del pueblo mongol de Yunán, donde aún no existía el matrimonio al final del siglo XX, quizás se generalice el matrimonio patriarcal en el siglo XXI, por contacto con la civilización occidental (es una suposición, porque a lo "mejor" no sufre contaminación y la dejan subsistir en paz, sin que se iguale a los valores "civilizados" occidentales)].
Con la instauración de la institución del matrimonio, empezó la relación sexual monógama, por la que la mujer intercambiaba su disponibilidad sexual permanente a su pareja, a cambio del sustento.
Y a partir de entonces, se fijó la conducta sexual adecuada de cada sexo y se enseñó de forma discriminativa las conductas sexuales. De forma que la conducta violenta sexual del varón es consecuencia del aprendizaje.
Conducta sexual enseñada a la mujer
-Por un lado se dictó la conducta sexual femenina apropiada y se introdujeron normas morales por las que regirla. De forma que se limitó su sexualidad y se le exigió la obligación de guardar fidelidad dentro del matrimonio. Aunque no se le negó el derecho al placer sexual, de ahí la posibilidad de la masturbación con dildos ya de casada, o la posibilidad de entregarse a la prostitución antes del matrimonio, sin ser desacreditada por ello. Y fue la exigencia de fidelidad dentro del matrimonio, la causa de que a la mujer se convirtiera en víctima y se le impusiera mayor represión, para evitar el adulterio.
Conducta sexual enseñada al varón
-Mientras que al varón se le permitió y fomentó el comportamiento sexual libre. Y se le permitió la infidelidad dentro del matrimonio, de ahí la abundancia de prostitutas surgidas tras la instauración del patriarcado, para que les dieran placer, ya que con sus esposas sólo cumplían el débito conyugal tres veces al mes de manera desapegada.
-Y, a la vez, a los varones se les fomentó los comportamientos violentos con las mujeres, conforme a los intereses patriarcales, permitiendo que conquistasen otras regiones en donde las mujeres gobernaban, mediante el asesinato, rapto, violación y robo de sus legítimas dueñas. De ahí las numerosas epopeyas que narran las aventuras de héroes que se comportan con crueldad con las mujeres; las raptan, violan, maltratan y abandonan impunemente, como los mitos protagonizados por Hércules, Teseo, Aquiles, Jasón, Ayax, Poseidón, Eolo, Neptuno, Cinira, el padre de Ciana, los hijos de Leucotea, los sátiros,… cuyas ¡hazañas! consisten en robar, violar, raptar, asesinar, dejar embarazada o abandonar a otros seres humanos. Asimismo existen en las mitologías de todo el universo, mitos de violaciones de seres divinos a diosas, sin consecuencias punibles. Los mitos promovían el incesto o la violación por parte de su hijo o de su hermano a la diosa, que muestran además los usos sucesorios del matriarcado.
También los mitos, tras la revolución patriarcal, alentaban la violación o la violencia marital dentro del matrimonio y se permitía al esposo, que tras recibir a su esposa como una esclava u objeto, la encerrara en casa, la domesticara y ultrajara.
Y bajo el bombardeo de tales doctrinas, propagadas a través de poderosos medios de comunicación: el arte, los mitos, la literatura, las leyendas,… en los que se concretizaban ejemplos que atemorizaban y subordinaban a las mujeres, que exaltaban la violencia masculina, no es raro que se implementase la violencia del varón sobre la mujer, y que cumpliese su función de modelamiento.
De forma que, tanto la violación masculina como la violencia sexual del esposo sobre la esposa surgió en cierto momento de la historia humana, no como una conducta resultado de un desenfreno instintivo, sino como una conducta cultural enseñada a los varones, que resultó útil para la vejación de las mujeres y para que tomaran conciencia de su “inferioridad”.
Lo que muestra que la conducta sexual que los humanos practican, aunque deriva de la biológica, es aprendida, responde a factores culturales, es resultado de la cultura. Y en cada cultura se han impuesto diferentes normas, y cada sexo las ha aprendido desde la infancia.
Sexualidad femenina en culturas judeocristiana e islámica
La conducta sexual actual que cada sexo ha aprendido en nuestra sociedad de tradición judeocristiana, es deudora de la tradición griega machista y extendida por numerosas regiones occidentales, gracias a la civilización romana.
La moral judeocristiana negó a la mujer la posibilidad de disfrutar de libertad sexual y la consideró como un elemento corruptor, lleno de lascivia, que alejaba a los varones de Dios, por lo que le limitó la sexualidad como un castigo, por haber disfrutado en época arcaica de una sexualidad más desarrollada, similar a la de los bonobos. Así que no sólo la obligó a la fidelidad dentro del matrimonio, sino que también le exigió que se atuviese a un ideal de pureza y castidad, por lo que consideraba pecaminoso la autoestimulación sexual, y le exigió que llegara virgen al matrimonio. Y además se desacreditó la prostitución.
Pero aún fueron peores las normas sexuales que se impusieron en regiones en las que se extendió la religión islámica, ya que en algunas zonas, se llevó al extremo de eliminar el derecho al placer femenino. La mujer es necesaria para la procreación, pero como pertenece a los varones, sufre la infibulación: ablación del clítoris, para disminuir su deseo sexual y eliminar la posibilidad de adulterio o infidelidad. Y las infracciones del tipo de quedarse embarazada soltera, incluso se ha castigado durante siglos con la muerte.
Sexualidad femenina en sociedades matrilineales
Pero esta imposición de forma violenta de la represión sexual por parte de varones, para subordinar a la mujer que ha venido imperando en la sociedad occidental, no siempre ha existido.
Constata que la conducta sexual fue en principio libre y pacífica, similar a la de los bonobos; las costumbres de las sociedades matrilineales, tipo de sociedad existente en las etapas más antiguas de la historia humana: existen evidencias de que fueron matrilineales en todas las civilizaciones, antes de su constitución en estado, y sociedades matrilineales existentes en algunas regiones primitivas todavía.
En las sociedades matrilineales existen costumbres licenciosas y de promiscuidad sexual por parte femenina, que tiene relaciones sexuales libres. Es ella la que elige a sus múltiples amantes, la casada puede ser infiel a su esposo y existe promiscuidad sexual entre los jóvenes de manera reglamentada, antes de casarse.
En correspondencia a la estructura de la sociedad, en el panteón lo femenino ocupa el lugar de honor y las Diosas tienen multitud de amantes divinos y humanos, mitos que reflejan la gran libertad sexual que goza la mujer.
La existencia de libertad femenina en las sociedades matrilineales, en las que la familia es matrilineal, demuestra que fue la implementación de la familia patriarcal la causante de la pérdida de libertad sexual femenina.
Hoy día aún perviven en ciertas regiones primitivas, costumbres de extraordinaria libertad sexual femenina, que ejemplifica la que tendría en la Prehistoria de forma universal, antes de las invasiones o revoluciones patriarcales.
Una sociedad que aún milagrosamente permanece es la de los Na –o etnia Mosuo-, pueblos mongoles del suroeste de China, cercana a la frontera con Myanmar, que viven en las montañas de Yunnan. Es una cultura que conserva instituciones de la organización social y familiar de tipo matriarcal, en la que la mujer tiene total independencia y autonomía, ya que no existe el matrimonio: disfruta de libertad sexual y es ella la que elige a sus amantes, a los que invita a pasar la noche en su casa.
En otras regiones, aún hoy día se conservan algunas costumbres, reliquias de una sociedad anterior de derecho materno. Se da en aquellas culturas en las que las religiones patriarcales no han ejercido su influencia (judaísmo, cristianismo o islamismo). Por ejemplo entre los esquimales existe la costumbre de jugar al cambio de pareja entre matrimonios. En algunos pueblos del Pacífico en ciertas fiestas periódicas, también los miembros de matrimonios se emparejan con otros compañeros y se van al bosque a pasar la noche. En Tanzania las mujeres casadas pueden disfrutar de amantes, aunque de manera discreta,…
Sexualidad femenina a principios de la época histórica
Y es testimonio de que en principio todas las sociedades fueron matrilineales, antes de su evolución al patriarcado, el hecho de que aún a principios de época histórica, pervivían en las culturas ya patriarcales, costumbres de gran libertad sexual y de promiscuidad femenina, que evidencian que eran heredadas de una situación anterior, antes de la transición.
Como por ejemplo lo evidencia las ceremonias sagradas celebradas por mujeres y sacerdotisas, que incluía orgías sagradas femeninas (sin el varón; usaban falos o esculturillas), que eran un acto sagrado de fertilidad, y que incluían en algunas ocasiones, ritos con perras.
Además aún no estaba desacredita el ejercicio de la prostitución por parte de las sacerdotisas, sino que eran una acto sagrado con finalidad sagrada, sacerdotisas muy acreditadas que además de la prostitución, eran maestras que se ocupaban de la formación de las niñas.
Conclusión
En realidad la única conducta sexual que nos diferencia de los animales es que los varones “son hombres civilizados” que han aprendido a tener comportamientos violentos y a imponerse sexualmente a la mujer, mientras que los “animales no son tan bestias como para ser animales violadores de hembras”.
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