2009/03/04

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  • Con los menores no se juega
  • Noticias de Gipuzkoa, 2009-03-04 # Peio M. Aierbe • SOS Arrazakeria
Me refiero a que no se les puede tomar el pelo. Y menos, jugar con sus derechos. Leo en el periódico declaraciones de la Diputación que, ante la denuncia que hicimos desde SOS Racismo por el intento esperpéntico de puesta en marcha de un recurso de acogida para menores en Elgeta, la rechaza afirmando que “no se ha enviado ningún menor a Elgeta”. Y se quedan tan anchos. Fueron enviados varios menores, que finalmente fueron derivados a otros recursos ante la imposibilidad de tenerlos allí, pese al empeño que puso en ello la empresa que gestiona el recurso. Si ésta es la forma habitual de proceder, negando lo que saben que es rigurosamente cierto, se explica lo que está pasando con la desatención de estos menores.

Hay también quien afirma en la prensa que creamos alarma social y que las cosas no están tan mal como las pintamos. Pues bien, cuando desde SOS Racismo hemos formulado esta denuncia, lo hemos hecho no sólo tras haber contrastado nuestra información, sino contando con las correspondientes posibilidades de demostrarlo. Y Diputación sabe que es así.

Y en lo que hace a crear alarma social. En SOS Racismo venimos trabajando hace tiempo con el conjunto de agentes implicados en la atención a estos menores, lo que nos permite conocer en detalle numerosos problemas y tratamos de contribuir, en la medida de nuestras posibilidades, a enderezarlos. Y no recurrimos, por sistema, a los medios de comunicación porque somos conscientes de la imagen que en ese terreno se ha creado. Hemos dado nuestra opinión cuando se nos ha solicitado o cuando en los medios se han formulado acusaciones y propuestas respecto a estos menores que, en nuestra opinión, no respetaban sus derechos o eran, simplemente, opiniones xenófobas. Pero la alarma social la genera, en primer lugar, la desatención de estos menores y los consiguientes problemas que ello genera y, en segundo lugar, por la proliferación de manifestaciones que tienen detrás una motivación xenófoba.

Dicho esto, es evidente que, en ocasiones, es obligado poner en conocimiento de la opinión pública determinadas actuaciones, puesto que da la sensación de que quienes las realizan creen tener total impunidad para ello.

Con la desatención a los menores están pasando muchas cosas. Muchas de ellas, de poner los pelos de punta, pero no son los medios de comunicación el lugar donde han de dirimirse. SOS Racismo siempre ha mostrado su disposición a colaborar, también con la Administración, en su solución. Pero nuestros requerimiento suelen encontrar poco eco en la misma.

Sólo quiero incidir aquí en una cuestión: la ampliación de recursos para atender a los menores se está haciendo en una dirección equivocada y está suponiendo un derroche de medios públicos. Para el actual ejercicio las Juntas Generales aumentaron significativamente el presupuesto y no se está consiguiendo una mejora suficiente de los servicios de atención a menores.

Se han ampliado recursos. Faltaría más. Y algunos de los que se han puesto en marcha funcionan razonablemente bien y están atendidos por profesionales cualificados y con experiencia. Muy bien. Lo valoramos muy positivamente. El problema es que son los menos. Una buena parte de los recursos que se están abriendo no están capacitados para atender la tarea educativa de la que son responsables. Los equipos educativos son muy débiles, sin experiencia y sin ningún respaldo para desarrollar su trabajo. Buena parte de las empresas que se contratan para ello, asumen una gestión de los centros más parecida al funcionamiento cuartelario del ordeno y mando que a la gestión de equipos de profesionales cuya opinión e implicación es absolutamente necesaria para la faena que se les exige. La sumisión de estas empresas (se supone que no lo hacen por filosofía propia, que ya sería el acabose) a ciertos dictados llevan a incumplir derechos fundamentales de los menores a su cargo y a tener su principal preocupación situada en la
contención, como si estuviéramos hablando de los antiguos reformatorios.

Así las cosas, el fracaso está más que asegurado. La administración suele alegar lo difícil del perfil de parte de esos menores. Es como si el médico se queja de que sólo le llega gente enferma. También del rechazo que genera en muchos pueblos y barrios la apertura de un nuevo recurso. Cierto. Esa vieja dinámica, normalmente demagógica, y que funciona frente a cualquier servicio público previamente estigmatizado, ocurre con mucha frecuencia. Pero ahí está la labor orientadora de la administración. El caso es encontrar argumentos para evitar entrarle de cara a lo que no acaba de funcionar.

Lo hemos dicho y lo repetimos. Si en el diseño de nuevos recursos no cambia radicalmente el papel que juegan los equipos educativos, el fracaso está asegurado. Y ahora que se están reestructurando los servicios de atención a menores, sería el momento oportuno para enderezar el rumbo. Lamentablemente, tras seguirle la pista a lo que se ha puesto en marcha en los últimos meses, no podemos ser optimistas. Y no nos los podemos permitir. Ni por los chavales, ni por la sociedad, ni por los recursos dedicados.

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