2009/03/01

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  • Cuando todo era diferente: lesbianas represaliadas durante el franquismo
  • Femme-Fatale, 2009-03-01 # Moncho Satoló
Amnistía Internacional publicó en 2007 un informe en el que señalaba que más de 70 países perseguían la homosexualidad por ley y en 8 se aplicaba la pena de muerte. Afganistán, Arabia Saudí, Irán, Yemen, se encontraban entre estos últimos. Desde la perspectiva española, todas estas actitudes pueden parecer inconcebibles, medievales, de otra era. Pero no siempre fue así.

Hace 30 años, durante la Transición y el Franquismo, la ley y la presión social atacaban toda actitud homosexual. Mª Ángeles González, activista lesbiana, nos narraba en una entrevista a Femme Fatale parte de su experiencia:

“Vengo de Burgos, capital de provincia. La Transición me cogió de los 15 a los 18 años. Cuando tenía 18, mientras estaba con mi pareja en un parque, un chico nos denunció. Acudió a la comisaría y dijo que había dos lesbianas morreándose en la calle. Llegó la policía y nos pidió que los acompañásemos. Al llegar a la comisaría nos pusieron contra la pared y nos esposaron. Después empezaron a meterse con mi compañera. A mí me entró un arrebato al verlo, cogí una de aquellas famosas máquinas de escribir, las Olivetti, la levanté en alto y estaba a punto de lanzársela a un policía cuando mi compañera me paró: ‘¡No, no lo hagas!’, gritó. No entendía lo que estaba pasando. Dijeron que nos retenían porque yo estaba abusando de una menor. Permanecimos en las celdas únicamente 2 horas, sin ficharnos ni nada. Las acusaciones se caían por su propio peso”.

Mª Ángeles está casada y tiene dos hijos. Durante 13 años padeció una tortura psicológica por ser lesbiana, hasta que se lo contó a su marido. Éste, en vez de repudiarla, dio su visto bueno para que pudiera estar con otras mujeres, sin tener que separarse. Tiene una compañera, que es psiquiatra, con la que está desde hace 9 años. Mª Ángeles compagina su pasión por la pintura con las labores de secretaria para la organización CRECUL (Comité reivindicativo y Cultural de Lesbianas). Coqueta, acude a la cita con un traje de chaqueta oscuro: “Quiero dar un poco de glamour a esta organización”, afirma.

La homosexualidad como delito
En los comienzos del franquismo a los homosexuales se los encarcelaba por escándalo público. En 1954 pasaron a ser incluidos en la Ley de Vagos y Maleantes. Las penas: internamiento en un establecimiento de trabajo o colonia agrícola, prohibición de residir en determinados lugares o territorios, y obligación de declarar su domicilio. A esta ley la sustituiría, en 1970, la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. A raíz de ella se establecieron dos penales, el de Badajoz y Huelva, para “rehabilitar” a los homosexuales masculinos. Los “pasivos” a Badajoz y los “activos” a Huelva. A las lesbianas, aunque sufrieron una gran represión social, ni se las consideraba. La Ley de Peligrosidad Social perduró durante la Transición, hasta 1978.

Uno de los detenidos fue el valenciano Antoni Ruiz, actual Presidente de la Asociación Ex –Presos Sociales (organización que aglutina a homosexuales represaliados durante el franquismo). Estuvo encarcelado durante tres meses por la denuncia de una monja a la que había acudido su madre pidiendo consejo. Tenía 17 años.

Gracias a una enmienda pactada entre PSOE e IU, en diciembre de 2007, el Congreso de los Diputados incluyó en los Presupuestos Generales del Estado una partida para indemnizar “a todos los que fueron internados por su condición de homosexuales”. Desde comienzos de este año se pueden presentar las solicitudes al Ministerio de Hacienda, donde se otorgan indemnizaciones que van desde los 4.000 € (por uno a seis meses de prisión) hasta los 12.000 € (por tres años o más).

La represión de las lesbianas
En el caso de las mujeres la situación era muy diferente a la de los varones. En una sociedad fuertemente patriarcal, como la franquista, la mujer, simplemente, no existía, eran “invisibles”. Sin embargo, para las lesbianas, el hecho de no resultar ‘visibles’ creaba a su alrededor un aura de protección. Nadie se escandalizaba porque dos viejas solteronas viviesen en el mismo apartamento o porque dos jóvenes durmiesen juntas.

Carmen Martí, trabajadora social y lesbiana mallorquina afincada en Madrid, se refería, con sus inmensos ojos azules, a la situación de las lesbianas durante el franquismo en una entrevista concedida a Femme Fatale: “Los grandes problemas de las lesbianas fueron que nunca les importaron a nadie y la ‘lesbofobia’ dentro del movimiento feminista. Una vez, en un seminario sobre la mujer, nombré la palabra lesbiana y casi me echan”. Fue en Mallorca, a comienzos de los 70, donde descubrió su sexualidad gracias al contacto con comunidades hippies que había en la isla. Luego llegaría Barcelona, donde frecuentó por primera vez locales clandestinos de lesbianas (con su habitual mirilla en la puerta para permitirte entrar). A Madrid llegaría en el 76.

También dentro del movimiento más conservador, como la Sección Femenina de la Falange, era un secreto a voces la gran atracción que existía entre muchas de sus componentes. Sylvia Pérez, de CRECUL, narra el caso de su tía falangista, una historia oída muchas veces en su familia y que no asimilaría hasta su edad adulta: Mª Carmen Pérez, lesbiana y secretaria de José Antonio Primo de Ribera antes de la guerra, además de Catedrática de Bellas Artes. Sylvia esconde bajo su corpulencia, su vestimenta masculina (lleva una chaqueta a cuadros, estilo leñador) y el pelo completamente rapado a cero una voz fina y dulce. Sus gafas de pasta rosa, que se coloca durante la entrevista, le otorgan un aspecto más femenino. “Mi tía llevaba una relación muy profunda con su hermana, que como ella, también era soltera. Eran unas relaciones muy íntimas pero, al mismo tiempo, muy abiertas en la intimidad. Era una época en la que las mujeres debían estar juntas. El lesbianismo se encontraba muy oculto y castrado, por lo que asumían el celibato y las relaciones se quedaban en lo emocional y pocas veces llegaban al erotismo”.

Esta invisibilidad, sin embargo, no era infalible. En ocasiones, la propia familia, al darse cuenta de la ‘desviación’ de su hija, trataba de devolverla al buen camino ingresándola en un psiquiátrico. Desde la ficción, y basándose en hechos reales, la película Electroshock (2006), del realizador madrileño Juan Carlos Claver, relata con contundencia la vida de dos maestras lesbianas durante el franquismo. Una de ellas, descubierta por sus padres, es internada en un psiquiátrico para ser ‘reformada’. Diez años después, y tras sucesivas sesiones de electroshock, sale a la calle completamente perturbada. En un artículo publicado en el diario El Mundo en junio de 2006, se señalaban varias de las terapias que los psiquiatras empleaban para tratar de eliminar las tendencias lésbicas de sus pacientes: La terapia reparativa mezclaba una serie de imágenes eróticas con el electroshock. La idea era que al mismo tiempo que las “pacientes” veían fotos de mujeres recibieran una descarga eléctrica para que se produjese una asociación negativa con los deseos que les pudiesen generar. Por otro lado, las obligaban a masturbarse con imágenes de hombres para conseguir una asociación positiva. En los tratamientos eméticos, se proseguía en la misma línea que la terapia anterior, pero en vez de descargas eléctricas, administraban a los pacientes inyecciones para que vomitaran mientras veían fotos eróticas de personas del mismo sexo. Otros recursos también eran los tratamientos hormonales, la terapia psicoanalítica de Freud, terapias religiosas y morales, y la cirugía cerebral, que consistía esta última en destruir una parte del hipotálamo, una zona del cerebro que controla el comportamiento sexual y afectivo, para dejarlas sin deseo sexual.

Mª Ángeles González recuerda: “En el 79 visité a mi compañera en el psiquiátrico de Oña (Burgos) donde estudiaba medicina. Me pidió que la acompañase porque había encontrado a una antigua amiga que había desaparecido cuatro años atrás. Desconocía que era lesbiana. Antes vivía sola y era maestra. La ví: estaba sentada, parecía un mueble, un vegetal. Murió hace poco”.

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