2009/01/11

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  • Universalizando derechos, también para la población LGTB
  • XEGA, Les Noticies, 2009-01-11 # Tino Brugos
El año 2008 se ha conmemorado el 60 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, un documento que durante este largo período ha sido considerado como el horizonte que debe orientar la actuación de los diferentes gobiernos del mundo de cara a conseguir garantizar una mínima calidad de vida a sus respectivas poblaciones.

Durante la época de la Guerra Fría el cumplimiento de los derechos humanos fue utilizado como arma por cada uno de los dos bloques en su intento por deslegitimar al contrario. Hubo que esperar a que cayera el Muro de Berlín y desapareciera la Unión Soviética para que la lucha por el cumplimiento de la citada Declaración se convirtiera en uno de los ejes principales de quienes aspiran a vivir en un mundo un poco mejor.

Sin embargo no todos los colectivos se sintieron reflejados y protegidos por este documento. Así, gais, lesbianas, transexuales y bisexuales (LGTB) tuvieron que forzar la interpretación del artículo 2 donde señala que “toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición” para sentirse integrados en la misma. Durante muchos años se planteó que su discurso era, al fin y al cabo, el libre derecho al amor y que su situación debía estar protegida por los derechos humanos fundamentales de las personas. Pero la realidad fue más difícil de lo imaginable a día de hoy.

De dónde venimos
El final de la II Guerra Mundial supuso la desaparición del primer movimiento reivindicativo de gais y lesbianas. Había surgido en Alemania en 1870 coincidiendo con el proceso de unificación y planteaba la necesidad de derogar el art 175 del Código Penal prusiano que penalizaba las relaciones de carácter homosexual. Lentamente se fue extendiendo a otros países europeos. Hubo un momento en el que, coincidiendo con la revolución rusa, parecía que se entraba en una fase en la que se despenalizarían las relaciones y se abriría un proceso de integración social. Pero la aparición de los totalitarismos, en su vertiente nazi y estalinista, hizo que aquel deseo no llegara a convertirse en realidad.

En el mundo de los derechos humanos se mantenía la misma represión que existía antes de la guerra. Los avances fueron escasos y modestos. En 1944 se procedió a despenalizar la homosexualidad en Suecia. Hubo que esperar hasta 1957 para que se publicara el Informe Wolfenden en Inglaterra que recomendaba la despenalización y que obtuvo un gran eco tanto el Gran Bretaña como en los Estados Unidos. Sin embargo, hasta 1967 sus recomendaciones no fueran puestas en práctica. En Alemania se logró eliminar el art 175 en el año 1969, justo un siglo después de que comenzara la lucha contra el mismo.

Es probable que estos datos sorprendan a la gente más joven pero sirven para mostrar una realidad represiva que existió hasta hace bien poco tiempo. Cuando se produjo la revuelta de Stonewall solamente en el estado de Illinois se habían despenalizado las prácticas homosexuales. No era extraño que se produjeran casos como el que cita Alfonso García (1976) en su libro "La rebelión de los homosexuales" en el que un juez de California condenó a dos muchachos por besarse dentro de un coche durante más de una hora. Parece bastante evidente que cuando se hablaba en aquella época de los derechos humanos, este concepto no hacía referencia a la población lgtb.

El cambio tras la revuelta de Stonewall
Fueron los ecos de las grandes movilizaciones del año 1968 los que contribuyeron a despertar al movimiento gai. Las lesbianas se apoyarán en el feminismo y los gais y transexuales saldrán a la calle en lo que se vino a denominar la revuelta de Stonewall en Nueva York, de donde surgió el Frente de Liberación Gay (GLF). Desde entonces hasta hoy se han sucedido varias fases dentro del proceso de normalización social. Quizás la decisión más importante fuera la de centrar los esfuerzos en conseguir la desmedicalización. Cuando la Asociación de Psiquiatría Americana dictaminó que la homosexualidad no es una enfermedad (1973) se pudo empezar a pensar en otros campos de actuación, incluido el de los derechos humanos. Para hacerse una idea de las dificultades habría que señalar el debate que se produjo dentro de Amnistía Internacional para lograr que la población lgtb pudiera ser considerada como presos de conciencia. Alegando tradiciones culturales, sentimientos religiosos y demás, la discusión se prolongó durante casi diez años. Al final algunas secciones decidieron actuar sin esperar a que se produjera un acuerdo global para toda la organización. Sin embargo este paso fue trascendental puesto que permitió empezar a situar una de las claves de nuestra opresión en el tema de los derechos humanos.

Lo que nos queda
El pasado mes de diciembre se discutió en la ONU un documento presentado por Francia, en nombre de la Unión Europea, en el que se abordaba por primera vez en dicho organismo las violaciones de los derechos humanos en razón de la orientación sexual. En el citado documento se urge a los estados de la ONU a que tomen las medidas necesarias para que la orientación sexual y la identidad de género dejen de ser castigadas por la vía penal.

Como resultado se abrió un debate en el que se pudieron observar curiosos alineamientos. Así los estados islámicos reaccionaron en contra del mismo al igual que la representación del Vaticano. Nuevamente la Alianza de las religiones se movilizó contra los derechos de la población lgtb. El arzobispo Celestino Migliore se opuso a que se aprobara cualquier resolución alegando que aunque valora los esfuerzos para erradicar cualquier tipo de violencia hacia la población homosexual estaba en contra de toda resolución porque, en el fondo iba más allá. Según él lo que se promueve es la ideología de la identidad de género y la orientación que tienen como objetivo “cancelar la diferencia en razón de sexo”.

Este posicionamiento recibió múltiples críticas a nivel internacional resaltándose el hecho de que, al situarse en contra, el Vaticano coincide con los estados islámicos en los que existe penalización legal e incluso la pena de muerte. Estas críticas incomodaron a la jerarquía católica que tuvo que proceder a un verdadero ajuste del discurso para salir del atolladero. Entre otras razones el diario oficial L’Observatore Romano hablaba de que la medida era improcedente porque podría crear una nueva discriminación entre los estados abolicionistas y los que mantienen la penalización. Desde el propio movimiento social lgtb se denunció como hipócrita la actitud vaticana que dice defender la vida por encima de todo y, al mismo tiempo, se sitúa con aquellos países en los que se aplica la pena de muerte por delitos de orientación sexual.

El resultado final de la discusión fue la aprobación de un documento, Declaración sobre la orientación sexual e identidad de género, firmada por 66 países, en su mayoría europeos pero también algunos de América Latina, África y Oceanía. En el mismo se emplaza a los estados miembros de la ONU a que tomen medidas para despenalizar el tratamiento de las relaciones homosexuales. Si se tiene en cuenta que son 192 los estados que forman parte de Naciones Unidas la cifra es escasa. La mayoría se abstuvo o votó en contra (Rusia, Estados Unidos, Vaticano y países islámicos) El documento aprobado no tiene el rango de resolución por lo que no implica ninguna obligación de cumplimiento. Sin embargo tiene una importancia especial ya que viene a reforzar el que 34 países de la Organización de Estados Americanos (OEA) aprobaron recientemente.

Al igual que ocurrió con la declaración del Parlamento Europeo de 1994, que sirvió de punto de partida para impulsar el reconocimiento de los derechos de las parejas del mismo sexo en diversos países de la UE, es de esperar que ahora esta resolución permita impulsar la lucha contra la penalización, vigente todavía en 86 países de los cuales 7 aplican la pena de muerte por delitos de homosexualidad. Un resultado que sabe a poco pero que resulta esperanzador cuando el movimiento lgtb se dispone a conmemorar el 40 aniversario de la revuelta de Stonewall.

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