- Culos, anos, esfínteres y demás mierdas
- La limitación de la norma: sujetos proscritos
- El termino ‘desviado’ que la derecha, y no solo ella, aplica a transexuales, travestis o bisexuales, y a heterosexuales con ‘conductas extrañas’ fuera de la norma, es un orgullo para quienes buscan mayor libertad. Una palabra reivindicada para impedir todo intento de construcción identitaria única. Y evidenciar la construcción cultural del género y del concepto de sexo.
- Diagonal, n. 109, 2009-09-25 # Anxo Manuel Amaro Quintas . Sociólogo y activista queer . www.diasporaqueer.tk
La historia de la analidad es la ‘otra historia’: el devenir de mujeres, maricas, etnias, pueblos, clases sociales, anos, etc.
La cosmovisión denigrante y despectiva construida universalmente, asociándolo a sujetos parlantes concretos –sodomitas/putas/mujeres–, prácticas y roles específicos –pasividad fálica–, ha hecho del ano un elemento/espacio propicio para deconstruir la matriz heterosexual- /masculinista que se irradia como esencialista e inmutable.
La génesis del protocapitalismo no está en el patriarcado en general, ni en el control de las biomujeres por parte de los biovarones en particular. El biocontrol va más allá y sus intereses estratégicos ahondan sus raíces en estratos y escenarios discursivos poco tratados por el movimiento de liberación sexual: la mierda.
La analidad universal
Por un lado tenemos el monopolio/ asignación como función –el culo es del patriarca y sirve para cagar exclusivamente– y la invisibilidad/ ostracismo como órgano –el orgasmo anal no existe–. Por otro lado se despliega la privatización/ biocontrol como sujeto –las actividades asociadas al uso del ano son íntimas y denigrantes– y el desplazamiento del ano del campo social/ esfera pública. Todo ello forma parte de un holocausto anal que invisibiliza y patologiza a los sujetos que asignan al ano el protagonismo en sus prácticas sexuales.
El ano deviene en sujeto molesto y no productivo, no generador de riqueza humana/económica, y por lo tanto, no eficiente para el mantenimiento/ herencia del heteropatrimonio de las familias nucleares. El biocontrol ejercido sobre los anos es equiparable o incluso superior al ejercido sobre las vaginas, imprescindibles para el mantenimiento/ afianzamiento del binomio nuclear –reproducción social.
La tentación del sexo no productivo y dotar de funcionalidad erótica a un orgasmo abyecto y diaspórico está al orden del día, si tenemos en cuenta la revolución internacioanal que se puede desatar cuando todos los sujetos cognoscentes de la humanidad se den cuenta de que el ano es un sujeto universal que sobrepasa a los binomios de género y el esquema fálico/penetrativo.
Elementos como el lenguaje –anofobia, mierdofobia– o el urbanismo –aseos públicos, zonificación urbana– condicionan y recrean al ano como un ente que está pero del que nadie quiere hablar.
“Que te den por el culo”, “que te peten”, “beso negro”, “aprieta el culo”, “no te agaches por el jabón”, “vaya mierda”, “eres un por culero”, “pasivo de mierda”, “eres un cagado”, “vete a la mierda” son algunas de las barreras con las que se topa la Internacioanal Sucialista (IS), estigmas que hasta los gays emplean encontrándose a gusto en estas ‘performatividades’ eficientes en la Era Farmacopornográfica, como diría Beatriz Preciado.
Códigos que describen y definen una estructura holística en base a lo que debe entenderse por ano, sus funciones y sus implicaciones.
La anofobia universal
Claramente, podemos discernir e hilar una historia universal de la Anofobia y de la Mierdofobia. Un metadiscurso patologizante del ano humano, asociado al dolor, la fragilidad, la pasividad, las hemorroides, los gases, la mierda y la sumisión: Tanatos. Se definen de antemano como peyorativos todos los adjetivos calificativos asociados. Todo sujeto u órgano relacionado con el ano padecerá el estigma.
Hay que recalcar que, toda esta lógica anofóbica tiene su justificación en el hecho de que el ano es un elemento universal, todo el mundo posee uno. Si se produce una revolución en la que el protagonista es el primer órgano humano privatizado, deseoso de salir a la esfera pública, no productivo y definido como denigrante, estamos reforzando la democracia, lo público y la transversalidad del deseo humano como potencia creadora. Estaremos dándole voz a los sin voz, a los culos.
Tenemos que tener claro que a quién tenemos que ‘convencer para vencer’ analmente son a nuestrxs compañerxs y aliadxs ‘antipatriarcales’. Las feministas, el movimiento obrero y el movimiento gay han pecado y pecan de tener cierto reparo al hablar de temas como éste. Se maquillan las cosas con ‘identidades’, ‘géneros’ y ‘patriarcados’, cuando realmente hay que hablar de ‘anos’, ‘mierda’ y ‘liberación de esfínteres’. El discurso se escapa a varones/mujeres, transciende a debates academicistas autofagocitadores y moralistas que en muchos casos no pretenden tratar la génesis de la anofobia, sino más bien todo lo contrario, reforzar el binomio biovarón/biomujer. Debemos debatir en torno a dualismos que se han construido en base a actividad/pasividad, privado/ público, vagina/ano, productividad/ vicio, vida/muerte, placer/dolor.
Sodomizar
Es curioso ver actualmente como la anofobia con respecto a las heteromujeres se va disipando cada vez más, el biocontrol de un ano heterofemenino por parte de un heterovarón parece ser uno de los mayores goces y metas fálicas. Quizás por la magnitud de lo que representa el ano como sujeto privatizado, y por tanto que deviene en el primer órgano personal/íntimo/DNI, definiendo su invasión/control como una vejación/humillación de primer orden. En el capitalismo tardío, acumular anos penetrados equivale, en la lógica de la matriz heterosexual, a acumular sujetos violados, lo que retroalimenta la cadena heteromasculinista del “peta y sigue”. La doble hélice boca/ano cae bajo el control del heterovarón dotándolo de una perspectiva totalmente sumisa. La pornografía comercial de contenido heterosexual así lo refleja, cuantos más agujeros se controlen mejor, el triunfo del heteropene será inquebrantable.
Antes de que el primer varón levantase la mano a su mujer, o incluso más, antes de que el primer varón se dedicase a la caza y la mujer a la recolección de frutos y las tareas del hogar, todos los seres humanos apretaban el culo al unísono, silenciándolo y reconvirtiéndolo en un compañero de viaje incómodo.
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