- ¡Aborto libre y gratuito ya!
- El Plural, 2009-04-01 # Beatriz Gimeno
Incluso los partidarios del aborto tienen esa consideración de las mujeres que abortan y del aborto como un mal absoluto. En cuanto a los que lo defienden, la mayoría aceptan esta visión en la creencia -quizá acertada- de que así será más fácil aprobar leyes despenalizadoras. Considerar el aborto como un drama que hay que legalizar para evitar males mayores es un avance sobre su consideración como un crimen o como un pecado pero sigue siendo una consideración profundamente machista. Considerar que el aborto es un drama, que las mujeres son víctimas y no agentes de la situación es seguir considerándonos menores de edad.
El aborto es un derecho, no un drama. El aborto seguro, en buenas condiciones, sin estigma, sin culpa y sin problemas, no tiene por qué ser ningún drama. Es una operación sencilla de la que no se guarda recuerdo a no ser que se trate de un aborto indeseado o traumático por algún motivo especial. Es obvio que es mejor no quedarse embarazada que someterse a una pequeña operación quirúrgica, pero eso no lo convierte en un drama. Las partidarias del aborto no creemos que abortar sea matar a nadie, obviamente, sino que consideramos que estamos ejerciendo un derecho; un derecho inalienable sobre nuestro cuerpo, ejerciendo nuestra capacidad de elección: sobre nuestro destino, sobre nuestras vidas, sobre nuestra sexualidad. ¿Por qué habría entonces de ser un drama? Tengo muchas amigas que han abortado y ninguna de ellas recuerda drama alguno, algunas ni siquiera recuerdan bien las circunstancias. Lo recuerdan como un drama aquellas que lo hicieron en condiciones pésimas, aquellas que tuvieron que exilarse para conseguirlo, aquellas que no sabían qué hacer con un embarazo no deseado. Un hijo no deseado sí es un drama.
En el fondo del debate sobre el aborto late el miedo milenario a que las mujeres controlen sus cuerpos y su sexualidad sin permiso de los hombres; en el fondo de todo esto lo que late es la dificultad masculina para “soltar” ese derecho, esa capacidad que hasta ahora controlaban y que todavía controlan en gran parte. Con el avance del feminismo hemos conseguido que se nos permita abortar en algunos países. “Que se nos permita”, la frase en sí es humillante. Es humillante depender del permiso de nadie para decidir qué es lo que hago con mi propio cuerpo, pero no hemos avanzado mucho más. Se nos dejará abortar “un poco” (lejos de las 26 semanas de Holanda; lejos también que la salud de la madre esté por encima de cualquier otra consideración), pero no como un derecho conquistado, no como la libertad ganada, no. No, todavía no.
La mujer que aborta es la que consigue tomar las riendas de su destino y la que, con muchas dificultades, impone su voluntad y su derecho a un montón de obstáculos, es la que decide, contra todo, ser libre y dueña de sí. Las mujeres no seremos totalmente dueñas de nosotras mismas hasta que el aborto no dependa sino de nuestra decisión; sin plazos, sin obstáculos, sin permisos. Por eso ahora más que nunca: ¡Aborto libre y gratuito ya!
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